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Foto del escritorCentro de Psicología Maribel Gámez

ANDA, SÉ SINCERA, ¿A TI TAMBIÉN TE VAN LOS MALOTES?


Continuamos hoy con la Zona Debate del Blog, que pretende abrir análisis y debates sobre temas de interés personal e impacto psicosociológico. Participamos en los mismos Eva Vaillo, filóloga, colaboradora del Blog; Maribel Gámez, psicóloga y psicopedagoga, Directora del Centro de Psicología Aplicada; y quien esto suscribe, Alvaro Sánchez, filósofo y crítico de arte, editor del Blog. La periodicidad que tenemos prevista es mensual y distinguimos la zona mediante una variación en el color de los artículos.

 

Eva presenta y describe el tema. Maribel realiza el análisis psicológico y yo el social. Pero cualquier otra combinación también es posible, no te sorprendas.

 

Si en los demás artículos siempre agradecemos la participación de los lectores del Blog, en estos lo haremos muy especialmente porque, como he dicho, pretendemos que sea un espacio de análisis y debate. Hoy el tema que tratamos es propuesta de Eva: los malotes y su capacidad de atraer a una buena parte de las mujeres. Por lo menos, en algún momento de sus vidas. Para lo que vamos a analizar la película Tres metros sobre el cielo.



‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

MI PLACER CULPABLE ADOLESCENTE


Eva Vaillo


La película de Tres metros sobre el cielo estuvo presente durante una parte de mi adolescencia. Al igual que otras historias que representan de alguna manera el mismo estereotipo, y que quizás estuvieron más de moda durante esta parte de mi vida, como After o Crepúsculo. Eran historias que todas las personas parecían conocer e incluso haber leído. De las que se hablaba de forma continua. Con eventos y millones de fans por todo el mundo. Y nombre propio identificativo que las personas muy seguidoras del fenómeno se daban a sí mismas, sobre todo en redes sociales, siendo los más comunes: twilighter para Crepúsculo o afteriano/a para After.

 

Personalmente, he elegido hablar de estas relaciones estereotípicas porque ahora, cada vez que visualizo una película de las mencionadas anteriormente, reflexiono y me hago preguntas que anteriormente no me hacía. Quizás no fueran aspectos a los que les diera importancia o quizás fueran elementos que visualizaba de una manera diferente a como ahora, después de unos cuantos años, lo hago.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

La verdad es que tampoco me paraba a reflexionar en la medida en que lo hago ahora. Aunque si sé que vivía las relaciones con más intensidad emocional y que quizás era un poco más sensible a los comentarios de otras personas. En parte, me sentí identificada con cada uno de los personajes principales femeninos de las historias mencionadas. Eran bastante similares a mí: estudiosas, trabajadoras, les encantaba leer, con un grupo de amigos o queriendo encajar en uno y, normalmente, con padres que se preocupan mucho por ellas.

 

Primero leí Crepúsculo. Y después visualicé Tres metros sobre el cielo y su secuela Tengo ganas de ti. Ambas, por recomendación de mi madre. Al igual que Crepúsculo, la película está mayormente producida desde el punto de vista de Babi, aunque con la diferencia de que en Tres metros sobre el cielo no conocemos nada sobre el diálogo interior que Babi mantiene consigo misma. Ella es una chica española adolescente de diecisiete años que va a un instituto privado y que vive con su padre, su madre y su hermana de quince años en Barcelona. Es una chica que cuida bastante de su madre.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Y de la misma manera que la protagonista femenina de Crepúsculo, la calma cuando se pone nerviosa; con la diferencia de que ambas madres son un tanto diferentes en algunos aspectos y Babi empieza a romper con algunas normas que se le imponen cuando sale con su mejor amiga y Hache.


Un día por la mañana de camino al instituto en el coche de sus padres, Babi tiene el primer encuentro con Hache. Ella se asoma por la ventanilla del coche en medio del tráfico y un chico en chaqueta de cuero y moto le grita: “¡¡Fea!!” Ella se vuelve, él le vuelve a gritar: “¡¡Fea!!” Ella le mira con cara incrédula. Él le vuelve a vociferar: “Sí, tú”. Se acerca con la moto a ella y le toca la mano que tenía apoyada en la ventanilla del coche. Ella la aparta rápidamente, un poco asustada. Y él continúa agarrado a la ventanilla unos minutos mientras el coche se mueve y después la suelta. Súperromántico, ¿verdad?

 

Hache es el típico chico desenfadado malote enfadado con la vida que le gusta vivir al límite, sin importar el peligro de la situación para sentir emociones intensas. Con chupa de cuero, moto y fumador de cigarrillos que, en conjunto con las carreras en moto y las peleas, completan de una forma exterior su imagen de rebelde.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Además, es en cierto modo, famoso por este tipo de comportamientos ya que la mayoría de personas de la generación de Babi parece haber escuchado hablar en cierta medida de él y sus “hazañas”. Incluso al igual que en Crepúsculo, hay personas que inventan historias sobre el verdadero origen de este rebelde y sobre las diferentes situaciones que le han podido llevar a tener ese tipo de personalidad.


El siguiente encuentro que Babi tiene con Hache es en una fiesta organizada por uno de sus amigos. Hache y sus amigos se cuelan en esta fiesta, tiran las decoraciones de la casa, uno de los amigos de Hache empieza a robar el dinero de los bolsos y se pelean con los otros chicos de la fiesta cuando el novio de Babi se ríe después de que ella le tirase un batido a la cara a Hache. El novio de Babi llama a la policía y Hache y sus amigos se escapan antes de que llegue.

 

Y seguida a esta situación, Babi y su novio vuelven a tener otro encuentro con Hache. Van en el coche de camino a casa de la fiesta y esta vez Hache y sus amigos rodean el automóvil con sus motos en un túnel y lo rayan con tubos de acero.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Rompen el parabrisas del mismo y al dar el novio un frenazo, una de las motos que circulan detrás se estampa contra el vehículo y su piloto sale volando por encima. Esquivando al caído, el conductor del vehículo huye  mientras los moteros acuden a ver el estado del compañero accidentado.


A la salida del túnel se paran para tratar de calmar los nervios. A los pocos minutos Hache les alcanza y empieza a pegar al novio de Babi. Cuando para de pegarle, el chico se aleja y deja a Babi allí sola en medio de la carretera sin otra manera de volver a casa que en la moto de Hache, lo que da pie a que se inicie una relación de atracción y odio entre Babi y Hache. ¿Típico de alguna manera que en estas historias los giros argumentales sean así?

 

¿Es realmente la protagonista libre de elegir con quién vincularse o los conflictos ocurridos durante la historia con los diferentes personajes moldean de alguna manera esa elección? ¿Cómo podríamos comprender por qué las chicas en este tipo de historias siempre elijan a chicos malotes como novios? ¿Habría alguna explicación desde la psicología hacia lo que ocurre en este tipo de historias? ¿Podrían considerarse relaciones tóxicas? O, por el contrario, como la escritora de After proclamó, ¿empoderaría a las jóvenes para poder hablar sobre su sexualidad más abiertamente y sin sentirse avergonzadas?



‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

¿POR QUÉ LAS MUJERES PREFIEREN  A HOMBRES MALOTES?


Maribel Gámez


No les gustan las reglas establecidas. Pueden ser agresivos, arriesgados, distantes… pero también muy protectores cuando quieren. Con esta descripción hago referencia al perfil de hombre al que podemos identificar coloquialmente como “malote”,  aquel al que a muchas chicas o mujeres les atrae claramente más en comparación con otros hombres que muestran una personalidad más tranquila, más obedientes con los límites o las normas. Todos conocemos a alguien que siente esta preferencia o incluso podrías ser tú, la que está leyendo estas líneas a la que le ocurre.


Si alguna vez te has preguntado por este fenómeno, atenta, porque precisamente de eso trata nuestra Zona debate: de intentar comprender y explicar las causas de esa atracción femenina por aquellos hombres que destacan respecto a los demás por tener un estilo, en general, confrontativo con el mundo. Un rebelde sin causa, un estereotipo que encarnó muy bien James Dean en la célebre película del mismo nombre.


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Para empezar a comprender esta fascinación intensa hay que recordar nuestro pasado como especie. En concreto tenemos que volver a la prehistoria donde nuestros antepasados intentaban llevarse lo mejor posible con una naturaleza generalmente fértil pero hostil. Esa hostilidad no solo podía provenir del ambiente sino también de la rivalidad entre diferentes grupos o, también, dentro de la confrontación entre miembros del mismo clan. En definitiva, sobrevivir no era una tarea fácil y el peligro acechaba en todas partes.


Podemos imaginar que en un ambiente así ser agresivo fue tremendamente útil para el hombre pero también para la mujer que le acompañaba como pareja. En la actualidad el recurso de utilizar la agresividad con el fin de intentar conseguir lo que uno quiere está bastante olvidado en nuestra sociedad, en la que la violencia cotidiana es ocasional y, si alguien la pone en marcha, se encontrará con que su comportamiento está duramente castigado por las leyes. Sin embargo, como comentaba antes, no ha sido así siempre. Durante la prehistoria y parte de la historia en la que la agresividad sí era algo habitual ( y lo sigue siendo en algunos lugares del globo) la mujer ha vivido por su condición biológica una desventaja física respecto al hombre. Vamos, que la gran mayoría de las mujeres perdería una lucha cuerpo a cuerpo con un hombre si se diera el caso.


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No es difícil imaginar lo útil que era para una mujer tener un hombre al lado que la defiendiera de otros y que la protejiera cuando, por ejemplo, se quedaba embarazada, una situación que la hacía mucho más vulnerable. En esta situación se daba un pacto entre hombre y mujer en el que cada uno tenía una función: la mujer ofrecía su cuerpo como fuente de placer y de reproducción y el hombre la protegía de aquellos que podían dañarla. Esa búsqueda de protección atávica sigue hasta nuestros días y explica, en parte, la atracción de muchas mujeres por hombres que son capaces de ganar una buena pelea o incluso iniciarla aunque a veces no haya motivo para ello. Parece claro que nadie se meterá con la novia de un malote porque se puede encontrar con un problema que no puede resolver.


Esta actitud retadora es especialmente atractiva en la época adolescente para las chicas, un período en el que es sano y esperable que tanto chicos como chicas rompan las reglas consiguiendo la excitación que eso conlleva. Un malote proporciona arriesgadas experiencias es pura adrenalina, ya sea como se muestra en Tres metros sobre el cielo, conduciendo su moto a gran velocidad  o violando la propiedad privada colándose en unas instalaciones deportivas para bañarse por la noche con los amigos.


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La adrenalina es una hormona capaz de hacer que se experimente euforia y permite azañas increibles con el cuerpo, como cuando una mujer fue capaz de mover un tronco de 250 kilos para salvar la vida de su hijo.


Protección, euforia, experiencias excitantes, ¿cómo resistirse? En todas estas vivencias subyace un aspecto muy importante que aún ayuda a comprender mejor esta atracción de las mujeres por los hombres “malotes” y que es la siguiente: la capacidad que muestran de transformación de su entorno, para moldear las situaciones y así conseguir lo que ellos quieren. Es de poder de lo que estamos hablando aquí, de conseguir lo que otros no pueden conseguir. Una facultad que todo el mundo desea y aquellos que no la tienen la envidian.


Y el poder no solo atrae en la adolescencia. Antes hablaba de esta época y de las pasiones que se encienden entre chicas y malotes que bien se describe en Tres metros sobre el cielo, pero tanto ellos como ellas evolucionan, maduran y el deseo de la mujer se puede mantener. Las féminas que ya dejaron atrás hace tiempo ese período de sus vidas buscan principalmente un hombre con recursos, experiencia y conocimiento, es decir con poder, aunque con un perfil más tranquilo y refinado.


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Volvamos a ellas y a lo que quieren de los malotes. He resaltado hasta ahora lo excitante de relacionarse con un hombre así, pero no es oro todo lo que reluce. Por un lado, las mujeres se sienten atraídas por estos personajes, por su poder, por su capacidad de protegerlas y su ritmo de vida excitante; sin embargo, no olvidemos que son personas también impredecibles, distantes, a veces frias, que no tienen por qué comprometerse con ellas en exclusiva, acercándose de manera afectiva a otras féminas. Como consecuencia de estos comportamientos igualmente provocan odio y rechazo en las mujeres. Atracción irresistible y animadversión a la vez: desde luego es un equilibrio sentimental complicado.


En definitiva, no es fácil relacionarse con alguien así, las mujeres pueden vivir las relaciones con los malotes con una complejidad emocional difícil de gestionar para ellas. Se puede ver esta problemática en la expresión sentimental de la protagonista de Tres metros sobre el cielo que muestra durante la película, entre otras sensaciones, rabia, ilusión, miedo o atracción. En definitiva un crisol de emociones que puede mantenerla en una montaña rusa también muy excitante. Y es que esa agitación intensa es lo que a los seres humanos nos hace sentirnos vivos.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Pero, cuidado, aquí hay una pregunta importante que hacerse. ¿Acaso todas las mujeres se sienten atraídas por este perfil de hombre? Obviamente no, y esta diferencia es algo que hay que explicar.


¿Cómo llegamos a desear los seres humanos una cosa y no otra? Esa preferencia se puede entender perfectamente gracias a los principios de aprendizaje que rigen la práctica de la psicología científica. Ya hemos publicado en el Blog artículos que hablan de las atracciones y rechazos de seres humanos, de como establecemos relaciones con el placer o la aversión y millones de estímulos simples o complejos. Cómo a través de la configuración de redes neuronales se estructuran las bases biológicas que nos inclinan a acercarnos o alejarnos de aquello que se nos presenta.


Ya puede ser la preferencia por un tipo de comida, por una clase de música o por una personalidad concreta. Quizá las mujeres que se derriten por los malotes han crecido con padres distantes, poderosos, protectores y agresivos, y buscan lo mismo en sus parejas porque han aprendido a ver sus progenitores como objetos de deseo, buscando ser queridas, valoradas y miradas por ellos.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Es posible que también hayan visto a sus madres mostrar preferencia por hombres de hayan sido así y que las imiten como modelos de ese comportamiento. No obstante no podemos decir que esta es una relación del tipo causa y efecto, que las mujeres con padres “malotes” o madres que se comporten así serán cuando crezcan fans de estos hombres, porque puede haber otras variables que modifiquen esta preferencia provocando que los “malotes” le generen rechazo. Este es un ejemplo de lo compleja que es la mente humana y el motivo por el que es tan necesario para el psicólogo conocer en profundidad las influencias más decisivas que ha vivido una persona para poder explicar y predecir su comportamiento. En cualquier caso, biología y cultura se mezclan en la explicación de este fenómeno como ocurre en la existencia de cualquier comportamiento humano.


Si cerebro y ambiente son dos elementos que configuran la conducta humana, otro asunto que podemos afirmar es que el comportamiento es un contínuo. En otras palabras, que se pueden ver diferencias en un mismo comportamiento, por ejemplo en su intensidad.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Dentro de este contínuo de amor por los que tienen conductas de riesgo no puedo dejar de hablar del conocido Síndrome de Estocolmo. En este síndrome aquellos que son violentados por otros que les secuestran o retienen contra su voluntad, generan un vínculo afectivo con el secuestrador. Estas personas ya distan del típico malote y transgreden las leyes de una forma directa y clara.


¿Cómo ocurre este acercamiento afectivo? Estas personas que lo sufren, que pueden ser hombres o mujeres, han podido vivir situaciones de fuerte abuso físico o psicológico por parte de figuras cercanas, como sus padres, a las que han necesitado y han aprendido a temer a la vez sintiendo una dualidad perversa. Al verse inmersos en una situación con características similares a su infancia como  es un secuestro puede aflorar esta vinculación afectiva y comportarse como si fueran personas a las que deben ellos proteger de la policia o del sistema en general.


Por último, en ese continuo, nos encontramos con comportamientos aún más extremos. Hablamos de hombres que aquello que hacen es mucho más intenso, más violento, más transgresor, más desafiante y carente de empatia que lo que muestran los malotes.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

A pesar de su comportamiento claramente delictivo, estos hombres tienen mujeres dispuestas a pasar el resto de la vida con ellos. Este fenómeno tiene un nombre que viene del griego “hibris” que se traduce al castellano como arrogancia o soberbia, unida a la palabra también griega “filos” que significa amigo o amante, en definitiva, hibristofilia.


Han cometido asesinatos, violaciones o grandes estafas y hay, en ese acto que rompe los límites de lo que se debe hacer en una sociedad civilizada, un elemento erótico, el despertar de un deseo en algunas mujeres. Es un fenómeno que no conoce fronteras ya que las parafilias o deseos eróticos hacia algo o alguien que no tiene características para ser deseado de esta manera, es una conducta que se aprende y, por lo tanto, puede darse en cualquier entorno. ¿Recordaís a Miguel Carcaño, al Asesino de la Catana  o el caso más reciente, Daniel Sancho? Todos han recibido cartas de amor en la cárcel de parte de mujeres que dicen comprenderles, ver en ellos una bondad oculta y desearles. En Estados Unidos, casos como el de Ted Buny o Christopher Watts, que recientemente mata a su mujer embarazada y a sus dos hijas, reciben el mismos tratamiento por parte de ciertas féminas.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

En este caso ya no hablamos del amor por el típico “broncas” que podría probablemente ser alguien que es capaz de vivir en sociedad con problemas ocasionales, sino de verdaderos peligros para la sociedad. Y no solo para la sociedad sino también para las mujeres que se enamoran de ellos, ya que algunos muestran una personalidad psicopática que nunca será rehabilitada y que puede dañar a estas mujeres si se da la ocasión.


Atracción por los malotes, por los asesinos, por los secuestradores. Nadie puede negar que la mente humana es absolutamente fascinante. También que la complejidad emocional es de una vasta riqueza que se refleja y se ha reflejado en todos los aspectos artísticos que los seres humanos somos capaces de mostrar.


Sin embargo, existe una tendencia en todos los ámbitos audiovisuales de enseñarnos personajes cada vez más planos y esquemáticos, en proclamar que solo una manera simple y predecible de ser parece adecuada, como la película Tres metros sobre el cielo presenta a sus protagonistas en muchas ocasiones.



‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

MAMUTS, MOTOS Y ANTICONCEPTIVOS


Alvaro Sánchez

 

Las mujeres confían en cambiar a su hombre con el tiempo.

Los hombres, en que su mujer no cambie pese al tiempo.


Todas las generalizaciones (excepto las referidas a las leyes lógicas y físicas) suelen ser erróneas y además bastante injustas, así que no es cierto que todas las mujeres confíen en cambiar a su hombre con el tiempo ni tampoco lo es que todos los hombres esperen que su mujer no cambie pese al tiempo. Pero sí que pueden ser ciertas si se plantean en términos de “la mayoría de”.


Así que si sustituimos “Las mujeres confían en cambiar a su hombre con el tiempo” y “Los hombres, que su mujer no cambie pese al tiempo” por “La mayoría de las mujeres confían en cambiar a su hombre con el tiempo” y “La mayoría de los hombres, que su mujer no cambie pese al tiempo”, podemos suponer que describimos con bastante acierto la realidad, en este caso una realidad de relaciones entre personas de distinto sexo.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Pensando de tal manera me permití hacer una encuesta acientífica entre personas de mi entorno, a las que pregunté su opinión sobre la formulación generalizadora, es decir, la primera. Las respuestas resultaron, en mi opinión, de lo más significativas.

 

La mayoría de las mujeres esbozaron una sonrisa antes de responder afirmativamente. Efectivamente, se sentían identificadas con el planteamiento, y lo pensaban tanto de sí mismas como del resto del colectivo femenino, si bien con matices: “Es posible que sí”, “Más o menos, puede ser“, “Bueeenooo, parece que sí”… Un par de conocidas que no sonrieron al planteárselo se mostraron disconformes, e incluso una de ellas se quejó de ser agredida por un planteamiento tan machista, si bien no quiso explicar el porqué de su sensación: le parecía evidente.

 

En el caso masculino, el porcentaje de sonrisas se invirtió. Sólo un par de ellos sonrieron, llegando incluso casi hasta la carcajada, y mostraron un acuerdo entusiasta. El resto osciló entre “No lo había pensado nunca” y “No sé, no creo”, pasando por algún solitario “Bueno, podría ser”.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Me inclino a creer que, en general, ambos grupos son sinceros, lo que me lleva a inferir que la mayoría de las mujeres piensan en su relación con los hombres más tiempo y más intensamente que la mayoría de los hombres sobre su relación con las mujeres. Y que en última instancia ello posiblemente tenga que ver con la superior capacidad de orientación masculina sobre la femenina, frente a la mayor capacidad femenina de atención a los detalles, como resultado de que nuestros ancestros prehistóricos tenían una división radical geodistinta del trabajo es más que una especulación.

 

Efectivamente, mientras que la mayoría de los hombres adultos en el Paleolítico salían de caza en expediciones de varios días, las mujeres se quedaban en la zona próxima a la morada con los niños y ancianos, saliendo en cortas excursiones de recolección de frutos, hierbas y bayas por las proximidades, pero pernoctando siempre en la morada. Por supuesto, hubo excepciones a esta norma, tanto en un sentido como en el otro, pero fueron siempre eso, excepciones.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Así, mientras que los cazadores exacerbaban sentidos como la vista y el oído lejano, la memoria visual de paso, el olfato, la orientación respecto al viento y la ubicación en relación al entorno físico, con especial atención a las vías de entrada y salida de la zona,  las mujeres cuidadoras recolectoras se fijaban en la atención cercana, los detalles de los objetos y la memoria de los ciclos: de los frutos, de los niños, de la menstruación… Y todo ello con un niño al que atender perentoriamente en el brazo y al menos un par más a pocos pasos, también grandes demandantes de atención.

 

Moverse en el entorno de la morada o en el de los grandes espacios lejos de la misma da lugar a actitudes y estrategias muy diferentes. Por ejemplo, en el entorno seguro de la morada o en el relativamente seguro de la recolección en sus proximidades, se facilita la comunicación verbal con las compañeras y se valora la sutileza de las expresiones faciales. En cambio, acechar a distancia, acercándose, a una gran presa peligrosa, con los cazadores dispersos y escondidos tras la vegetación o tras las irregularidades del terreno, a resguardo del viento, obliga a comunicarse con gestos y, sobre todo, a llevar aprendida una estrategia compleja desarrollada con anterioridad y que hay que procurar cumplir a despecho de las vicisitudes que se presenten.


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Todo ello es cultural, se dice a veces. Y es verdad, pero no toda la verdad. Porque lo cultural genera supervivencia, y la supervivencia determina la herencia genética. Si los genes de un cazador le impulsaban a ser demasiado valiente y a enfrentarse con la bestia sin los apoyos necesarios, no tenía muchas probabilidades de legarlos a un sucesor: la bestia acababa con él antes de poder trasmitirlos. Desde luego, tenía muchas menos probabilidades de hacerlo que otros cazadores más prudentes, que procuraban diseñar estrategias que permitieran el éxito en la caza con menos riesgo para los cazadores. Estos últimos fueron los genes que más se trasmitieron, los prudentes y reflexivos. Evolución de los más aptos, se llama. Menos mal, porque la mayoría de la población somos sus descendientes.

 

Vemos con estos ejemplos que estamos descubriendo un panorama genético de mujeres detallistas multitarea con gran capacidad de supervivencia y de hombres diseñadores de estrategias enfocados en objetivos arriesgados. De aquí se pueden deducir muchas cosas del mundo actual.

‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Sobre todo, si algunos genes supervalientes sobrevivieron y han llegado a nuestros días, que parece ser que sí. Y no lo digo sólo por lo que se expondrá en las próximas líneas…


¡Cámara, acción! Película Tres metros sobre el cielo. Hache y Babi son los protagonistas de la misma. Una mujer muy joven, que cursa brillantemente su último año de bachillerato con un futuro bien orientado y predecible, y un hombre también muy joven, aunque no tanto como ella, que se sale de toda norma de relación social ordinaria y que vive para un presente de fiestas, peleas de bandas y competiciones urbanas de motos ilegales. Dos jóvenes totalmente diferentes, sin nada en común, que se encuentran en la noche barcelonesa.


Bueno, ¿realmente sin nada en común? ¿Nada de nada? Oh, quizá sí, una cosilla… Los dos son de buena familia, de muy buena familia; y si bien él aparentemente no ejerce como tal hijo, ella sí. Ambos pueden permitírselo. Precisamente se conocen en una fiesta que da otra hija de buena familia barcelonesa en su chalet, donde caen vestidos a la piscina peleados la pija y el motero.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Por cierto, que Hache no es el único malote, ni mucho menos. Su íntimo amigo “Pollo”, siempre escaso de efectivo como castigo paterno, aprovecha la fiesta para desvalijar los bolsos de las pijas. Tarea en la que es descubierto por Katina, la mejor amiga de Babi, que sorprendentemente, o quizá no tanto, queda subyugada por él justo cuando le acaba de sacar cincuenta euros de su bolso.

 

Y a partir de ahí se desarrolla una historia de atracción, odio, amor, repulsión y seducción en la que Babi termina acudiendo como polilla a la luz del malote y su entorno, con momentos de alta tensión social, sexual y estética, entre los que destacan las nocturnas carreras de motos ilegales, las más veces exitosas, aunque algunas interrumpidas por la policía y otras por la ocurrencia de alguna tragedia.

 

Precisamente es en estas carreras donde la película ofrece llamativas escenas que podrían entroncar directamente con el remoto pasado citado anteriormente, con los moteros más peligrosos compitiendo llevando como paquetes a las chicas más osadas sentadas al revés y sujetas con un cinturón al piloto.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Volvemos entonces la vista atrás, muy atrás, muchos miles y decenas de miles de años atrás, cuando la expedición de caza volvía victoriosa con los despieces de un gran animal, por ejemplo un mamut, que permitiría a toda la tribu alimentarse satisfactoriamente durante varios soles.


Y visualicemos también como, tras la satisfactoria cena, los integrantes de la tribu contemplaban la recreación de la caza realizada por sus protagonistas y se enteraban de que el éxito cinegético había tenido fundamentalmente lugar gracias a la prácticamente suicida intervención de uno de los cazadores que, cuando la presa conseguía escapar de la trampa, se había interpuesto en su camino y al precio de algunas heridas, había conseguido retener al animal hasta que el resto de los cazadores lo alcanzaran y pudieran clavar sus lanzas en él.

 

Esa noche, y al menos el resto de noches que duró el mamut, sin duda ese cazador estuvo muy solicitado. Lo mismo mucho tiempo después lo estaría el motero que ganó esa noche la carrera ilegal en el circuito urbano del Puerto de Barcelona. Los genes juegan duro.


‘Anda, sé sincera, ¿a  ti también te van los malotes?’ Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Pero más duro aun que los genes juega ya la tecnología: hay una diferencia absolutamente esencial, determinante, entre las consecuencias sobre todo para las participantes en esas noches según se trate de una u otra época: los anticonceptivos.


Los malotes de hoy no transmitirán sus genes supervalientes. Y no, no se acabará la especie. Serán otros los genes que se transmitan. Como siempre, los de los más aptos para la época. Pero eso será objeto de otra Zona debate.

 

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28 Comments


melocarantes
Nov 14

🌈🌈🌈

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tinalosmozos
tinalosmozos
Nov 11

Debo ser un poco rarita, porque a mí no me van nada, pero que nada.

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africalavandeira
africalavandeira
Nov 10

¿Y a quien no? Sobre todo los incombustibles, jajajajaja

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xarlamontoya
xarlamontoya
Nov 15
Replying to

Lo suscribo, jajajaja

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marinamonroig
Nov 09

❤️❤️❤️

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mareafran
Nov 09

Gran tema, mucho ingenio y mucho sentido común. He aprendido cosas mportantes y me he reído mucho.

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Maribel Gámez
Maribel Gámez
Nov 18
Replying to

Qué buena noticia, Fran. Un abrazo.

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