Hoy traigo un artículo que te ayudara a reflexionar sobre la forma en cómo te relacionas con las personas de tu entorno y como estas se relacionan contigo.
La inteligencia emocional tiene varios componentes, como ya hemos hablado en alguna que otra ocasión, entre los que está la regulación emocional. Hasta ahora nos habíamos centrado en las regulaciones en uno mismo, el autoconocimiento; hoy me gustaría dedicar este artículo a otro aspecto igual de importante: la regulación de las emociones en otras personas.
Hogan en 1969 definió la empatía como “un intento de comprender lo que pasa por la mente de los demás” es decir, la capacidad de percibir lo que la otra persona puede sentir o incluso pensar. Para a partir de ahí, poder actuar, siendo conscientes de ello.
Para ser una persona empática partimos de la idea de que la comunicación no la componen solo las palabras, sino también cada una de las decenas de micro gestos que hacemos, incluso cuando no tenemos intención de comunicar. La empatía es la capacidad de detectar e interpretar el significado de ese conjunto de señales comunicativas más sutiles, otorgándoles un significado y actuando en función del mismo.
La empatía también implica, fruto de la experiencia, saber que si llevas a cabo un comportamiento, o si dices determinadas frases, o si usas un estilo comunicativo determinado (por ejemplo, levantando la voz), vas a generar a continuación un resultado determinado en las emociones de la otra persona.
Mucho de lo que hacemos o decimos, es el gatillo que dispara emociones en otras personas, según como lo hagamos o lo digamos, esas emociones del receptor pueden ser agradables y placenteras, o por el contrario pueden generar una irritación inmediata y muy desagradable.
Te lanzo una pregunta: ¿En alguna ocasión han realizado algún comentario sobre tu cuerpo o sobre tu forma de vestir? ¿Cómo te has sentido?
A veces, hablamos de un físico y damos consejos, “¡Qué flaco estás!”, “Deberías comer más”, “Deberías perder unos kilitos”, “Esta camiseta no es tu estilo”, “De donde has sacado ese color de uñas, no te pega nada”, este tipo de frases trae para el receptor una sensación de machaque, como intentando que cambie su comportamiento, incluso hablando en el marco de las relaciones padres-hijos.
Estos comentarios son una carencia de inteligencia emocional. ¿Por qué? Porque haces pupa emocionalmente, porque dañas, porque puede llegar a molestar, sobre todo porque la persona ya lo sabe, se mira al espejo todos los días. ¿Qué necesidad hay de que tú pongas eso encima de la mesa?
Para mejorar esta carencia, ¿qué podemos hacer?
Cuando nos reconozcamos teniendo este tipo de pensamiento hacía otras personas, plantearnos “la regla del minuto”: solo puedes decirle algo de su físico a la otra persona si eso lo puede cambiar en un minuto.
Si yo estoy con una persona que entiende lo que me pasa, que no me juzga, que da lugar a lo que siento, eso genera proximidad. Y estas habilidades fomentan y facilitan el manejo de las emociones de otras personas desde el desarrollo de la propia empatía.
Por tanto, como hemos visto en este artículo y en modo resumen, podemos decir que la empatía supone una mejora del proceso comunicativo y, como sucede con cualquier idioma, es susceptible de aprenderse, practicarse y perfeccionarse hasta alcanzar un dominio muy alto de esta habilidad.
Pasos básicos para ser más empático:
Paso 1.
Prestar más atención a la otra persona. Algo que parece tan sencillo, pero es realmente difícil teniendo en cuenta todos los estímulos que llaman tu atención en una conversación normal (otros clientes, compañeros de trabajo, sonidos de teléfonos, objetos fuera de su lugar, recuerdos de lo que tienes que hacer luego, pensamientos que juzgan lo que el otro dice, etc.)
Paso 2.
Sacar posibles hipótesis o conclusiones partiendo del comportamiento, de lo que dice y de los micro gestos de tu interlocutor, valorando cuáles de ellos aportan más información y descartando aquellas conclusiones que no se muestren estables en el tiempo o congruentes con otras conclusiones que tengan más peso.
Paso 3.
Adelántate por tu propia experiencia a las emociones que va a tener una persona si dices algo, o si llevas a cabo un comportamiento determinado. Adecúa además tu comportamiento con la otra persona de acuerdo con las observaciones de ella que vas sacando durante la conversación.
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Una pregunta: ¿la empatía puede verse afectada por las diferencias culturales? Parece obvio, por ejemplo, que si me relaciono con un chino del norte, de cuyo idioma apenas chapurreo una docena de palabras, por muy buena voluntad que tengamos ambos difícilmente nos entenderemos aparte de lo más básico. Es más, no veo manera de captar si hay buena voluntad por su parte. Y esto sí que es esencial. Los gestos no ayudan porque son distintos en las dos culturas.
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Me reitero en mi comentario al artículo anterior. Otra vez más: gracias. Y van...