ENFRENTARSE A LO INESPERADO
Conociendo a DANA
Son tan impactantes que cuesta creer que sean reales. Coches amontonados uno encima del otro, inutilizados y llenos de barro; personas indefensas con el agua por la rodilla, paralizadas, sin poder hacer nada para conseguir sentirse a salvo; historias desgarradoras de desapariciones de familiares delante de sus seres queridos. Hemos sido testigos de una de las mayores catástrofes en la historia de España. En ocasiones como esta, la naturaleza impone su voluntad y sigue su curso llevándose por delante todo lo que el ser humano ha construido para mantener su capacidad destructora lejos de él. Sin embargo, esta vez no ha sido posible contenerla y hemos contemplado con horror un escenario de extrema violencia que nos ha vapuleado a diferentes niveles como hojas movidas al capricho del viento.
Las catástrofes naturales son, sin duda, una de las situaciones más difíciles de enfrentar por un ser humano por su intensidad devastadora y su impredecibilidad.
Y es que así es la DANA, nombre del fenómeno que estamos viviendo en buena parte de España y que se caracteriza por una masa de aire con una temperatura que es inferior a la del aire que lo rodea. Cuando este aire frío choca con zonas de aire más calientes se genera un problema, ya que le sigue una fuerte inestabilidad en la atmósfera que da lugar a tormentas tan violentas como las que hemos presenciado estos días y a las que siguen fuertes inundaciones que arrasan todo a su paso.
Cuando la DANA aparece
Ahora que sabemos de qué estamos hablando, ¿cómo son las estrategias de afrontamiento mental a nivel individual ante una situación como la DANA y sus consecuencias físicas, sociales y económicas? Afortunadamente tenemos un sistema de alerta biológico frente a las amenazas que consiste en una respuesta de miedo que nos moviliza para protegernos en este tipo de situaciones. Nos hace luchar por nuestra supervivencia. El archiconocido miedo que tantos problemas causa cuando se siente de manera desproporcionada o sin un estímulo que justifique su aparición, ha tenido un papel benéfico en este caso en el que muchas personas han conseguido sobrevivir gracias a movilizarse en el sentido que el miedo pedía: corriendo, escondiéndose, luchando contra los elementos.
El miedo agudiza los sentidos, pone el cuerpo en una tensión máxima preparado para huir del peligro con el único objetivo de sobrevivir.
Somos más ágiles cuando lo sentimos, percibimos menos el dolor, estamos más alerta. Menos mal que podemos contar con él. Después del miedo inicial, aparece la ansiedad, que podemos definirla como el miedo en forma de pensamiento. A nivel físico las sensaciones son las mismas pero ahora, tras la impresión inicial, la mente comienza a pensar rápidamente para intentar predecir aquello que va a ocurrir a continuación con el fin de trazar un plan para salir airoso. Ni el miedo ni la ansiedad son un problema en este caso, sino algo que debemos agradecer a la evolución porque están diseñadas para mantenernos vivos durante la situación de peligro.
Cuando la DANA parece que se ha ido
Pero ¿qué ocurre tras una catástrofe así? Las experiencias en las que uno teme por su vida o por la de sus seres queridos pueden traer importantes consecuencias psicológicas cuando se está a salvo. ¿Tenéis noticia de la situación desgarradora de un padre con dos niños de 3 y 5 años que fueron arrancados de sus brazos por la tromba de agua?
Al parecer la riada derribó con su fuerza los muros de la casa en la que vivían. Ningún padre debería ver morir a sus hijos y menos de esta manera, impredecible, de gran violencia, donde la tormenta ha quitado al padre todo el poder que tiene para proteger a lo que más quiere.
Estamos hablando en estos casos del nivel de estrés más elevado que una persona puede experimentar, de un estrés agudo, aquel que se vive en la condición más amenazante posible: cuando la vida de uno mismo o de los seres queridos está en juego. Es justo esto lo que han sufrido decenas de miles de personas en España estos días. Esta situación es diferente, a nivel biológico, a lo que pueden experimentar aquellas personas que no han visto su vida amenazada pero que también han experimentado estrés. En condiciones estresantes pero cotidianas como, por ejemplo enfrentarse a un despido laboral, el cuerpo deja de almacenar glucosa y permite que esta corra por el torrente sanguíneo para mantener los niveles de energía necesarios para resolver el reto que tiene por delante; y aumenta la frecuencia cardíaca y con este aumento la cantidad de oxigeno disponible.
En conjunto, las estructuras cerebrales del llamado eje del estrés, que comprende las zonas del hipotálamo, la hipófisis y, fuera del cerebro, la zona adrenal, generan cortisol, la hormona del estrés que cesa en cuanto el elemento físico o mental estresor desaparece.
Qué es el estrés agudo
En los casos de estrés agudo el cerebro reacciona de manera diferente al estrés cotidiano. Como en el caso del padre que pierde a sus hijos, las situaciones que hacen que se tema por la vida pueden provocar cambios bioeléctricos o bioquímicos en el sistema nervioso central, dentro del sistema límbico, que coordina los estados emocionales como el miedo.
Esto da como resultado que después de la amenaza, cuando la DANA se haya marchado definitivamente, la persona presente una sensibilización neuronal anormal y un incremento de la susceptibilidad al entorno. Es decir, que el cerebro se active con mucha más facilidad que antes de la catástrofe ante estímulos psíquicos y fisiológicos y esto pueda producir como resultado trastornos psiquiátricos.
Al parecer, la exposición masiva a glucocorticoides como el anteriormente mencionado cortisol y a una neurotoxina llamada glutamato, provocan cambios en el cerebro como el adelgazamiento de la corteza prefrontal, sede de las funciones mentales superiores como el pensamiento y la capacidad de planificación, así como problemas de conectividad funcional en la zona frontoparietal del cerebro, que se relacionan con problemas de atención.
El estrés agudo del que estamos hablando también atrofia el hipocampo, estructura cerebral relacionada con la memoria, el aprendizaje y la emoción. En definitiva, la visión de la muerte inminente como en el caso de esta catástrofe cambia la estructura y la función de áreas cerebrales clave para el buen funcionamiento del ser humano.
Cuando todo esto termine, ese hombre y otras muchas personas (en el momento de escribir este artículo las personas fallecidas por la DANA suman más de doscientos) tendrán que adaptarse a una nueva situación: sin sus seres queridos, sin casa, sin recursos económicos y entraran en un proceso de adaptación a la nueva realidad.
Algunos de ellos, al mes, seguirán teniendo pesadillas llenas de imágenes sobe lo sucedido, dificultad para recordar aspectos importantes del suceso que les cambio la vida, sensación de tener que estar hipervigilantes a lo que ocurre alrededor, por miedo a que algo similar pueda volver a pasar. Su cerebro ha cambiado, producto de la situación vivida, como decía antes, y su organismo sigue actuando semanas después, de manera que sigue pidiendo ser protegido de una amenaza inminente a pesar de que el peligro ya ha pasado. La riada sigue presente para estas personas.
Estas personas necesitarán de un tratamiento psicológico que les ayude a disminuir el intenso malestar que experimentan al estar en contacto con personas, lugares o recuerdos del desastre. Un proceso rehabilitador que les permita asumir las consecuencias de lo vivido sin que estas les asalten en cualquier momento.
Todos esos síntomas y algunos otros conforman un cuadro psicológico llamado estrés postraumático, donde el cerebro aún no ha podido asumir el impacto emocional de semejante tragedia y llena de miedo la vida dela persona, paralizándola.
¿Cómo te sientes tú?
Afortunadamente, los que hemos visto por la televisión o por las noticias en prensa escrita información sobre el desastre que ha provocado la DANA, estamos protegidos de las consecuencias del estrés agudo que puede derivar en estrés postraumático, pero no estamos libres del primero, del estrés cotidiano. No nos perseguirán las pesadillas cuando nos vayamos a la cama pero nuestro estado de ánimo se resentirá al ver otra vez las imágenes. La capacidad de empatía del ser humano nos conecta a través de una red de significados, de emociones compartidas que nos hacen sentir como parte de algo más grande, de ahí la afectación. En todos los rincones de España hay alguien que sufre por lo que la DANA ha provocado. ¿Eres tú uno de ellos?
Si estás afectado por lo que está pasando y quieres hacernos una consulta, estaremos encantados de escucharte.
BIBLIOGRAFÍA
Zegarra- Valdivia. J., Chino-Vilca. B. Neurobiología del trastorno de estrés postraumático. Revista Mexicana de Neurociencia. 2019; 20 (1) 21-28.
Duval. F., González.F., y Rabia. H. Neurobiología del estrés. Revista chilena de Neuropsiquiatria 2010; 48 (4): 307-318.
Seijas. R. Trastorno por estrés postraumático y cerebro. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2013; 33 (119), 511-523.
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Aunque vi el post desde el primer día, no he tenido fuerzas para decir nada. Estoy en una zona poco afectada por la DANA, pero las consecuencias económicas van a ser terribles, ya lo están siendo. No sé si mi negocio sobrevivirá, como ocurrirá con otros muchos, quizá la mayoría. No os podéis imaginar lo que es esto. Y la administración no ayuda, sólo perjudica.
La ayuda psicológica ya está aportada con artículos como este y con la terapia que competentes psicólogos como los del Centro dispensarán a los afectados. Ahora falta la ayuda legal para reclamar responsabilidades y procesar a los culpables. Por lo que he leído, la Unión Europea ya está pidiendo explicaciones a la ministra Ribera, responsable de las emergencias nacionales de este tipo y calibre. ¡Doscientos cincuenta muertos que apuntan reclaman al menos eso! Algunos políticos tendrán que acabar en la cárcel.
Madremía, qué horror!
A lo mejor lo mismo que están formando equipos de personas para eliminar el barro y los restos, cuando terminen hay que formar equipos de psicólogos para dar apoyo a los cientos de miles de afectados.
Enhorabuena, gran artículo.