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Foto del escritorBlanca de la Torre

NUESTRO CRÍTICO INTERIOR


Seguramente en algún momento te has preguntado por qué no te sientes bien contigo mismo e incluso te has mirado al espejo y no te ha gustado lo que has visto, tal vez más veces de las que te gustaría. Quizá tras cometer un error te has sentido tan avergonzado que has tratado de ocultarlo o te has fustigado por ello como si fuera un crimen. Puede que te hayas visto culpando a los demás, tras frustrarte por una limitación personal, porque la carga que soportas al contemplar algunos de tus defectos es demasiado pesada como para afrontarla de otra forma.


La sociedad en la que vivimos cada vez se vuelve más competitiva y más individualista. Nos hace avanzar sin poder detenernos ante las adversidades, sin tener en cuenta las circunstancias y sin dejar de pensar en que debemos lograr unos objetivos que nos sitúen en el nivel de la excelencia. Sin embargo ¿qué sucede cuando no lo logramos? Nos juzgamos tan duramente que resulta difícil levantar cabeza desde ese ideal de perfección que hemos construido.


¿Acaso uno ha de ser condenado por sus circunstancias, por su historia familiar, por su genética, por tener unas u otras capacidades o por lo que le ha tocado vivir?


Nada puede estar más lejos de la realidad, porque el ser humano es frágil y vulnerable, imperfecto y por supuesto sin capacidad para sobrevivir sin la protección de una comunidad. Asumir esta realidad es el primer paso para mantener a raya a ese juez que a veces se vuelve implacable y que puede llegar a someternos a un auténtico maltrato psicológico. Nuestro crítico interior, con la intención de protegernos y alejarnos del rechazo, puede ser devastador y terminar por el contrario generando en nosotros inseguridad, ansiedad e incluso depresión si no aprendemos a controlarlo.


De alguna manera pensamos que la autocrítica destructiva nos puede beneficiar, que funcionamos mejor bajo presión y que cuanto más duros seamos con nosotros mismos, mejores resultados obtendremos, pero un mayor grado de flexibilidad y sobre todo de amabilidad hacia nuestra persona, sin dejar de esforzarnos para lograr nuestras metas, nos hace mucho más eficaces a la hora de adaptarnos a los nuevos retos y a las dificultades que nos vamos encontrando por el camino y por supuesto, disminuye el sufrimiento innecesario que generan esos juicios.


Te dejo algunas claves que pueden ayudarte identificar cual es tu forma de tratarte y ofrecerte pistas para mejorar:

  • Observa tu diálogo interno, identifica lo que te dices a ti mismo cuando cometes un fallo, fíjate si te minusvaloras o incluso si te insultas, o si por el contrario te muestras comprensivo y eres capaz de objetivizar.

  • Examina como juzgas a los demás, si eres extremadamente duro con ellos es muy posible que también lo seas contigo, la empatía es necesaria para comprender y comprenderse.

  • Averigua cuales son tus modelos y tus ideales, fíjate si intentas ser como ellos o simplemente son una referencia hacia la que te gustaría tender, teniendo en cuenta que cada ser humano es único y valioso en sí mismo.

  • Explora cómo te sientes cuando las cosas te van mal, si en esos momentos te sientes inferior a los demás, o eres capaz de ver que todos podemos atravesar momentos difíciles.

  • Analiza como concibes tus errores, como algo imperdonable por lo que te tienes que castigar, o por si el contrario piensas que a pesar de una gran caída te puedes levantar, aprender y construir algo incluso mejor de lo que tenías.

  • Repasa tus metas, han de ser realistas y partir de tu propia motivación. Puede que el resultado de tu esfuerzo no sea el esperado. Recuerda que algunas variables pueden no depender de ti, focaliza en el proceso ¿qué has aprendido? ¿qué has conseguido?

  • Pregúntate, ¿las cosas que no te gustan de ti mismo te llevan a sentimientos de profunda vergüenza, inseguridad, tristeza o angustia? Prueba a imaginar que eres tu mejor amigo, ¿qué te dirías entonces?

  • Revisa tu culpa, ¿realmente lo que ha sucedido depende enteramente de ti?, si es así repáralo y si no, has de atribuirte únicamente la responsabilidad que te corresponde.

Una vez que tomamos conciencia de la forma en que nos enfrentamos a nuestros propios errores y limitaciones, así como de que juzgarse de forma tan extremadamente dura no es el camino para desarrollar el potencial, se abren otros interrogantes que llevan a plantearse de qué otras maneras se pueden llegar a alcanzar los objetivos personales sin hacerse daño.

La cuestión no radica en ser indulgente con uno mismo, sino en canalizar la energía que gastamos en autosabotearnos, hacia procesos más adaptativos como el autoconocimiento y la adquisición y puesta en marcha de los recursos específicos y necesarios para avanzar en lo que nos propongamos.

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