Hacia un día tranquilo, apacible, con una temperatura maravillosa de 23° centígrados. El ruido más molesto que se escuchaba era el de los pájaros jugueteando en un parque cercano. El corazón me latía despacio y mi respiración provocaba que el abdomen se dilatara gracias al trabajo que ejercía el diafragma sobre él. Mi cuerpo estaba siendo coherente con aquella tranquilidad, sin peligros inminentes de los que protegerse ni anticipaciones mentales de quehaceres futuros que me perturbaran. Una situación inaudita, vamos.
De repente, sin previo aviso, esa tranquilidad se rompió. A escasos metros de donde yo estaba un sonido similar a una ametralladora abriendo fuego se adueñó de forma violenta del ambiente. El ruido fue ensordecedor.
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Gracias por la información
Buen post, muy útil
Muy interesada en la continuación...
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