En España existen en estos momentos entre 500.000 y 600.000 casos de demencia, con especial prevalencia entre las personas mayores, lo que significa, aproximadamente, que la padecen 11 de cada 1.000 españoles. Y se estima que en 2050 habrá cerca de un millón de casos.
No hay que ser un experto para ser consciente de la magnitud del problema asistencial y humano que ello supone y supondrá. Además, la demencia es la enfermedad crónica que provoca mayor dependencia: un 88,67% del total de personas con demencia se encuentran en situación de ‘gran dependencia’.
Según el INE, la demencia se encuentra entre las cinco primeras causas de muerte en España, constituyendo la enfermedad de Alzheimer la causa de demencia más frecuente, entre el 50% y el 70% del total de casos. A nivel mundial, la Organización Mundial de la Salud estima que más de 55 millones de personas padecen demencia y que cada año se producen casi 10 millones de casos nuevos.
Parece, por tanto, que conviene estudiar medidas tanto preventivas como paliativas del extendido y grave fenómeno, prestando especial atención a las primeras, de mayor incidencia para mantener la calidad de vida.
En este sentido hay que hacer referencia al estudio publicado el pasado diciembre por investigadores de la Universidad del Sur de Australia (UniSA) en colaboración con las universidades de Leicester y de Newcastle, entre los que figuraban la Dra. Maddison Mellow, la Prof. Dot Dumuid, la Dra. Alexandra Wade, el Prof. Tim Olds , el Dr. Ty Stanford , la Prof. Hannah Keage y la Prof. Asociada Ashleigh Smith.
Según datos del Instituto Australiano de Salud y Bienestar en 2023, unos 411.000 australianos padecieron demencia en alguna de sus manifestaciones de los que dos tercios son mujeres. Ello equivale a 15 personas con demencia por cada 1.000. Pero esta cifra se dispara a 84 personas con demencia por cada 1.000 australianos de 65 años o más. ¡Casi seis veces más!
Al evaluar los patrones de actividad de 24 horas de 397 adultos mayores (de 60 años o más), los investigadores descubrieron que el contexto o el tipo de actividad que se realiza es importante para la salud cerebral. Y, en concreto, que algunas conductas sedentarias son mejores para la función cognitiva que otras.
Al analizar diferentes comportamientos sedentarios, se puso de manifiesto que las actividades sociales o mentalmente estimulantes, como leer, escuchar música, hacer manualidades, tocar un instrumento musical o conversar con otras personas, son beneficiosas para la memoria y la capacidad de pensar, mientras que mirar televisión o jugar videojuegos son perjudiciales.
A juicio de los investigadores parece probable que exista una jerarquía de cómo los comportamientos sedentarios se relacionan con la función cognitiva, en el sentido de que algunos tienen efectos positivos mientras que otros tienen efectos negativos.
Se trata de un conocimiento valioso que podría ayudar a reducir los riesgos de deterioro cognitivo, especialmente cuando al menos el 45% de los casos de demencia podrían prevenirse mediante factores de estilo de vida modificables.
La investigadora de la UniSA, la Dra. Maddison Mellow, dice que no todos los comportamientos sedentarios son iguales cuando se trata de la memoria y la capacidad de pensamiento.
“En esta investigación descubrimos que el contexto de una actividad altera su relación con la función cognitiva, y que distintas actividades proporcionan distintos niveles de estimulación cognitiva y compromiso social”, afirma la investigadora.
“Ya sabemos que la actividad física es un potente protector contra el riesgo de demencia, y sin duda debería ser una prioridad si se intenta mejorar la salud cerebral. Pero hasta ahora, no habíamos explorado directamente si podemos beneficiar nuestra salud cerebral cambiando un comportamiento sedentario por otro.”
“Descubrimos que las conductas sedentarias que promueven la estimulación mental o la interacción social, como leer o hablar con amigos, son beneficiosas para la función cognitiva; mientras que otras, como mirar la televisión o jugar, tienen un efecto negativo. Por lo tanto, el tipo de actividad es importante.”
“Y si bien el mensaje de ‘moverse más, sentarse menos’ sin duda es válido para la salud cardiometabólica y cerebral, nuestra investigación muestra que se necesita un enfoque más matizado cuando se trata de pensar en el vínculo entre las conductas sedentarias y la función cognitiva.”
“Para lograr los mejores beneficios para la salud física y cerebral, debes priorizar el movimiento que sea placentero y que aumente la frecuencia cardíaca, ya que esto tiene beneficios para todos los aspectos de la salud. Pero incluso pequeños cambios de cinco minutos en el tiempo pueden tener beneficios. Por lo tanto, si estás decidido a hacer un maratón de películas navideñas, intenta dividir ese tiempo con alguna actividad física o una actividad sentada que te involucre más cognitivamente, como leer, en algún momento. De esa manera, puedes desarrollar lentamente hábitos más saludables”.
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Muy recomendable.
En eso estamos con nuestros mayores, pero cuesta! Hasta dónde llegas con la insistencia?
⭐️⭐️⭐️⭐️⭐️
Pues claro, coño, eso hay que hacerlo desde los seis años, no desde los sesenta. En cambio, a tus padres de setenta años, no les agobies, recondúcelos como puedas a mantener actividades psicofísicas de cierta complejidad, pero sin hacer que se sientan impotentes. No se, me da la impresión de que quienes han estudiado esto son más teóricos que realistas.
Muy bueno.