Un equipo ganador para la salud mental: psicólogo e integrador social
- Maribel Gámez

- 21 oct
- 5 Min. de lectura
Artículo escrito en colaboración con Cristina Lara, integradora social

Personas que sufren autismo, discapacidad, jóvenes en riesgo de exclusión social, mayores dependientes... La lista que se puede confeccionar es interminable si pensamos qué colectivos son especialmente vulnerables a desarrollar problemas de salud mental. Esto es así por dos motivos principales: el primero y más obvio es que el problema que padecen les deja en desventaja en comparación con quienes no lo sufren; esto es, más indefensos por falta de recursos a la hora de enfrentar los obstáculos de la vida.
El segundo, e igual de importante, es que los contextos en los que viven deben comprender y atender adecuadamente las necesidades especiales que estas personas presentan. Las personas vulnerables son dependientes temporal o permanentemente de quienes les rodean y en última instancia de la sociedad en su conjunto. Sin esta comprensión y ayuda no podrían tener una vida plena.

Una persona autista necesitará apoyo para que la comunicación que establece con los demás sea lo más efectiva posible; un discapacitado motor, con más probabilidad desarrollará problemas de ansiedad ante todo lo que le gustaría hacer y no puede conseguir; por último, el joven en riesgo de exclusión social vive en situaciones altamente estresantes sin recursos para salir de ella.
A esto hay que sumar que en la actualidad se están dando cifras que indican que los jóvenes, en general, sobre todo los chicos, toman la decisión de suicidarse cada vez con más frecuencia, convirtiendo este hecho en un problema de salud pública. Los suicidios han aumentado desde el año 2018 al 2022. En 2023 hubo un descenso en el número de suicidios, pero en el grupo de los 15 a los 29, aumentó. Aunque se estima, por datos provisionales, que en 2024 hay un descenso en el número de suicidios en este grupo de edad, aún se esperan datos definitivos.

Sin duda, estos datos son una llamada de atención a las condiciones sociales, económicas, psicológicas y laborales en que los jóvenes viven, convirtiéndolos en un grupo vulnerable en sí mismo.
Los profesionales que trabajamos directamente ayudando, de una u otra forma, a las personas que lo requieren sabemos que las necesidades de la sociedad son cada vez mayores y más complejas.
Por eso, en diferentes situaciones, debe darse una colaboración entre varios profesionales que cumplan funciones distintas pero todas destinadas a que la persona con problemas pueda hacer una vida lo más funcional posible. Esta colaboración se da, sobre todo, en instituciones públicas y concertadas, pero también en las privadas ocurre.
Dentro de ese trabajo de colaboración no puede faltar la figura del psicólogo como profesional que ejerce dentro de las ciencias de la salud.

Este se dedica a analizar qué comportamientos muestra la persona que le dificultan llevar una vida plena en todos los ámbitos y que le dañan a él mismo o a los demás. El objetivo primordial de su trabajo es dar estrategias al paciente para que pueda superar sus dificultades. O en su defecto, como decía antes, a las personas que le rodean y que tienen que velar por ellos.
Para conseguirlo tiene que diseñar planes de intervención partiendo de las necesidades particulares de cada individuo. Por ejemplo, trazar un programa de habilidades sociales para niños autistas o un plan de aumento de la autonomía para personas con movilidad reducida.
Más tarde, ese plan debe ponerse en marcha, materializarse. Y, en ese momento, se necesita la colaboración de otros profesionales que, en esta ocasión, estén en contacto directo y constante con el paciente. Son ellos también los que tienen la función de proporcionar retroalimentación al psicólogo con el fin de modificar dichos planes, cuando sea necesario.

Ese trabajo pueden ponerlo en marcha otros profesionales de amplio reconocimiento social como los educadores sociales; pero, también, otras figuras menos conocidas como el Técnico superior de Integración Social.
Su origen oficial data del año 1995. Este técnico proviene de la Formación Profesional y ha pasado por un aprendizaje eminentemente práctico durante dos años, en los que se les capacita para programar, implementar y evaluar intervenciones aplicando estrategias adecuadas para la inclusión de personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
El integrador social colabora activamente en equipos interdisciplinares o multidisciplinares, es decir, trabaja con profesionales de otras disciplinas, como los psicólogos, para garantizar una intervención más eficaz.

La colaboración entre diferentes profesionales es la manera más efectiva de ayudar a las personas vulnerables, pero esta colaboración no es nada fácil por la falta de recursos. Por ejemplo, en el ámbito educativo, donde tanto la figura del psicólogo como la del integrador social es deficiente en cuanto al número de profesionales. Sobre todo en colegios especiales, instituciones dirigidas a alumnado con necesidades educativas especiales. Estos centros, precisan un aumento de técnicos, ya que su situación laboral está en constante sobrecarga tanto física como psicológica. Debido a que, en primer lugar, el número de alumnos es muy alto en comparación con la escasez de técnicos integradores sociales.
Como resultado se dan recurrentes lesiones físicas como golpes o mordiscos que reciben por parte del alumnado. En segundo lugar la sobrecarga se debe a la falta de apoyo y medidas correctivas por parte de los equipos directivos al respecto.

Igualmente, en este contexto educativo se da poca presencia de psicólogos. Un profesional que asesora en su labor educativa a las familias y profesorado y, además, es el responsable de identificar las necesidades educativas especiales. El integrador social, como decía, también es fundamental, aunque difiere en sus competencias respecto al psicólogo, en el que el enfoque de este último es la intervención clínica, analizando la salud mental y el comportamiento. Por eso ambas figuras se complementan.
La falta de profesionales en el contexto educativo español da como resultado una escasa atención hacia la salud mental a los colectivos que lo necesitan. Existe una demanda urgente de aumento de estos profesionales para una atención integral del alumnado en diversos aspectos de su vida.

Pero esta falta de recursos humanos no solo se da en el ámbito educativo. Si algo hemos aprendido del período de la pandemia es la importancia de la salud mental en todos los ámbitos. La Inteligencia Artificial puede ayudarnos en nuestro trabajo disminuyendo la carga burocrática, pero es un arma de doble filo. La misma IA, mal usada, como los algoritmos que están en la base de las redes sociales, o el uso indiscriminado de los chatbot como ChatGPT o Copilot, es culpable de la disminución de las capacidades cognitivas y salud mental en los jóvenes.
¿Cuál será el futuro de las nuevas generaciones si no detenemos esta tendencia en el uso de las nuevas tecnologías y, a la vez, continúa la falta de recursos? Un futuro muy negro, esto está claro.
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