Continuamos hoy con la Zona Debate del Blog, que pretende abrir análisis y debates sobre temas de interés personal e impacto psicosociológico. Participamos en los mismos Eva Vaillo, filóloga, colaboradora del Blog; Maribel Gámez, psicóloga y psicopedagoga, Directora del Centro de Psicología Aplicada; y quien esto suscribe, Alvaro Sánchez, filósofo y crítico de arte, editor del Blog. La periodicidad que tenemos prevista es mensual y distinguimos la zona mediante una variación en el color de los artículos.
Eva presenta y describe el tema. Maribel realiza el análisis psicológico y yo el social. Pero cualquier otra combinación también es posible, no te sorprendas.
Si en los demás artículos siempre agradecemos la participación de los lectores del Blog, en estos lo haremos muy especialmente porque, como he dicho, pretendemos que sea un espacio de análisis y debate. Hoy el tema que tratamos es propuesta de Maribel: el fenómeno Taylor Swift. Y no digas que no has pensado en algún momento sobre el mismo tú también.
TAYLOR SWIFT ¿ICONO CULTURAL?
Eva Vaillo
Cuando Maribel y Alvaro me propusieron escribir este artículo, me hicieron alguna que otra pregunta sobre la cantante para la que desafortunadamente, no tenía ninguna respuesta demasiado concreta. Durante el tiempo que estuve hablando con ellos, sentí que les ofrecía la misma respuesta con diferentes palabras, de alguna manera me sentí sumida en mi propio bucle, dando palos de ciego en torno al mismo tema. Lo único que sabía sobre ella era lo que había leído por casualidad en Internet o lo que había escuchado decir a otras personas que la seguían.
La verdad es que antes de escribir este artículo no sabía qué significaban cada una de las “eras” a las que compañeras de clase hacían referencia; tampoco sabía que escribió dos canciones para la película de Hannah Montana y no recordaba que aparecía en la película cantando una canción y también ignoraba que tuvo que regrabar alguno de sus discos. Como veis, aunque me sitúe entre los veinte años y aún sea joven para estar al día en estos temas, partí prácticamente desde cero.
El recuerdo más vivo que tenía de Taylor Swift era de mi infancia, cuando solía ver las series y películas en Disney Channel. Recuerdo que a veces en los parones de publicidad creo, saltaba el videoclip de Love Story. Y durante un tiempo, intenté seguir sus canciones dado que me había gustado su estilo country-pop, la escenografía casi literaria y los vestidos de época de Love Story. Creo que, en parte, no deje de escucharla debido a que me gustaba esta canción o alguna otra esporádica suya. Las canciones que más me solían gustar y me gustan son las que suenan en la radio, aquellas más conocidas, por así decirlo. Aunque una de las cosas que más me llama la atención cuando intento escuchar un álbum entero es que personalmente me resulta un tanto pesado y no me transmite mucho.
Me intrigaba que cuando alguien compartía conmigo lo que le hacían sentir las letras de Swift no sabía si parecía entenderlo bien. Al igual que cuando me contaban que habían entrado a una web a una hora determinada para intentar conseguir las entradas al concierto o que tenían que ir a una hora determinada a hacer cola a la entrada del estadio para coger sitio.
No sé, pienso que ahora entiendo un poco mejor el fenómeno que rodea a la artista, pero creo que aún me quedan cosas por entender bien, quizá la más importante sea el significado de las “eras”, con sus características y particularidades propias, desde la Debut Era, cuando Taylor Swift tenía 16 años y lanzó su primer álbum, caracterizada por capturar la esencia de experiencias adolescentes como el primer amor, las amistades y las inseguridades, hasta The Tortured Poets Department. Era, la más reciente, que corresponde al álbum lanzado el pasado 24 de abril, en la que la autora cuenta su historia más triste para poder sentirse libre.
Pasando por Lover Era, álbum pop, lleno de colores y purpurina, lanzado en agosto de 2019. En el que Switf proclama que quiere ser recordada por las cosas que ama, no por las cosas que le provocan miedo. O por Folkclore, lanzado en julio de 2020 y en el que Swift transita desde el género pop hacia los géneros indie, folk y sonidos electroacústicos.
De la presencia de Switf en Madrid destacamos que antes de cada actuación todos los periódicos y cadenas de televisión escribieron y hablaron constantemente sobre el concierto o el fenómeno fan. Personalmente, no entendía por qué, como parecían comentar los medios de comunicación, el concierto pareciera que estuviese en boca de cada persona.
Tampoco entendía por qué artistas internacionales como Ed Sheeran, Lana del Rey, Billie Eilish, Olivia Rodrigo, o incluso Bruce Springsteen no habían recibido el mismo enfoque en los medios de comunicación que Taylor Swift cuando habían venido a actuar a España.
Con el propósito de intentar entender algunas de estas cuestiones elaboramos una encuesta que difundimos mediante redes sociales. Constaba de catorce preguntas, desde la edad del encuestado hasta sus preferencias sobre canciones de Swift, si asistió a alguno de los conciertos o cuánto dinero se gastaba en ellos. Respondieron a la misma 131 personas, en su mayoría entre veinte y treinta años, seguidos por quienes están entre los diez y los veinte años.
El 58% de los encuestados se identifican con una o varias eras de la cantante. Siendo Folkclore, Evermore, The Tortured Poets Department y Reputation las más repetidas. Entre las respuestas que más se han repetido para la pregunta qué significa Taylor para ti se encuentran las siguientes: “la banda sonora de mi vida”, “una vía de escape de la realidad”, “un referente para las mujeres”, “una inspiración”, “un símbolo de esfuerzo y dedicación”, “mi adolescencia”, “terapia”, “sanación”, “como si fuese mi mejor amiga” o “comunidad, conocer a personas nuevas”.
Y en cuanto a la pregunta de qué te transmite su música, caracterizamos las siguientes respuestas: “las letras ponen palabras a mis emociones”, “paz”, “cuidado, comprensión, entendimiento, como si fuera un abrazo de un amigo que quiere consolarte y te entiende perfectamente” o “un lugar seguro”.
Después de caracterizar las siguientes respuestas de la encuesta parece que ser parte del fenómeno implica el sentimiento de pertenencia que parece darles pertenecer a una comunidad que les guste la misma música que ellos escuchan, para que, de esta manera, puedan conectar y conocer a personas con intereses afines.
Finalmente, para concluir mi parte, es interesante destacar la idea del Sueño Americano en dos canciones de Swift, The Lucky One y Miss Americana and the heartbreak prince. El concepto del Sueño Americano es una idea cultural que fue introducida por los padres fundadores en Estados Unidos. Su concepto se ha ido redefiniendo con el tiempo, pero solía referirse a los ideales que garantizan la oportunidad de prosperar y tener éxito para cualquier persona de cualquier clase social que trabajasen duro. También abogaba por la libertad, siendo esta idea un pilar fundamental de la cultura americana.
En la canción de Swift, The Lucky One, distinguimos el ideal de éxito que caracteriza al Sueño Americano, sin embargo, en Miss Americana and the heartbreak prince identificamos quizás que los ideales del Sueño Americano de alguna manera han muerto, ya que la protagonista de la historia ha visto a la admiración por América desvanecerse delante de ella, se siente como si fuese una vagabunda y ya no hay cámaras que saquen fotos a su sonrisa. Pero, ¿está de verdad muerto dentro de la cultura americana como caracterizamos en la canción de Taylor?
- The Lucky One: “In the angel’s city, chasing fortune and fame. And the camera flashes, make it look like a dream”.
- Miss Americana and the Heartbreak Prince: “American glory faded before me. Now I’m feeling homeless, ripped up my prom dress. Running through rose thorns, I saw the scoreboard. No camera catches my pageant smile”.
Si deseas leer las respuestas a la encuesta, mándanos un mail pidiéndola. Te la remitiremos inmediatamente.
IMPLICACIONES PSICOLÓGICAS DEL FENÓMENO FAN: DIOSES Y HUMANOS
Maribel Gámez
Se puede describir como un hilo invisible, algo intangible que los une. La relación entre el fan y la estrella mediática es difícil de explicar. Nunca llegarán a conocerse, ni cruzarán siquiera una mirada; jamás hablarán, ni beberan una cerveza juntos; no disfrutarán de unas vacaciones en la playa ni de ninguna actividad que tengan en común. En definitiva, no compartirán nada que les haga sentirse próximos, como sí ocurre en las relaciones de familia o amistad, donde se generan vínculos fuertes gracias a una estrecha interacción entre iguales.
Teniendo en cuenta que la relación entre los fans y su estrella violenta las normas más básicas en la formación de un vínculo entre dos personas, justificar el nivel de intensidad emocional que los fans muestran hacia sus ídolos en cada concierto, en cada conversación que verse sobre ellos, no es fácil.
Este fenómeno no es nuevo y forma parte de la necesidades psicológicas que tenemos los seres humanos de, entre otros, conectar con los demás, de entender lo que ocurre a nuestro alrededor, de comunicarnos. Los pueblos antiguos, como los griegos, dedicaban rituales, ofrendas, oraciones e incluso sacrificios a seres, los dioses, cuya existencia no se podía probar, pero de la que tampoco dudaban.
No es que no se pudieran ir de vacaciones a la playa con ellos, es que su existencia se legitimaba solo como producto de la interpretación que daban sus ciudadanos a fenómenos cotidianos que atribuian a la acción de esos dioses. Aunque no tuvieran presencia física, se hacían peticiones a sus representaciones que tenían como objetivo que el dios, con poderes que los mortales solo podían soñar con tener, se pusiera del lado de los humanos y estos se beneficiarán de sus dones.
Esa relación se sostenía gracias a un tipo de pensamiento llamado pensamiento mágico que consiste en ver causas (Zeus debe estar cabreado), efectos de esas causas (porque acaba de lanzar un rayo) y consecuencias relacionadas (“Vamos a sacrificar un carnero en su honor a ver si se calma y así evitar que en el futuro arroje un rayo sobre la casa.”) donde no los hay. Esta forma de relacionarse con la realidad sació la necesidad de entender el mundo en un momento en que las herramientas racionales aún no estaban disponibles.
¿Hay algo de este tipo de relación entre el fan y su estrella? Sí: es la mente del fan la que conecta con la estrella mediática igual que el creyente con su dios, gestando una relación en muchos aspectos parecida a la descrita antes. En la actualidad, que ya se sabe el motivo por el que existen los rayos, las estrellas mediáticas son personalidades a los que se dan ofrendas (el dinero para la entradas de un concierto), oraciones (repetir las letras de las canciones una y otra vez) y rituales (la experiencia del concierto en sí mismo) pero, eso sí, son personas de carne y hueso.
Aunque ambos ejemplos comparten que la conexión surge del fan, hay diferencias. Los ídolos modernos cubren otras necesidades o lo hacen de otra forma que los dioses antiguos. Vayamos al caso concreto de Taylor Swift para saber qué ofrece a sus fans para que ellos conecten de esa manera con ella. Parece que sus canciones son capaces de ayudar a los que las escuchan, sobre todo jóvenes de 10 a 20 años, según datos de nuestra encuesta, a identificar sus emociones y a ponerles nombre, algo necesario para el buen desarrollo psicológico humano. En su canción “I hate it here” (odio este lugar), una de sus canciones más aclamadas por los fans, expresa el deseo de escapar o evitar situaciones desagradables y propone para gestionarlas usar la imaginación. Buscar un rincón agradable en la mente para conseguir alejarse de un odioso lugar hacia otro donde las emociones desagradables no estén presentes.
Esa función, la de ayudar a identificar las emociones, etiquetarlas y expresarlas, es una habilidad que se consigue dominar en la familia y con el grupo de amigos. ¿Están tan perdidos los jóvenes en su mundo emocional que acuden a este fenómeno musical que es Taylor Swift para poder poner nombre que sienten? ¿Están fallando los apoyos sociales que hacían esa función?
Teniendo en cuenta que las cifras de soledad no deseada se dan sobre todo entre jóvenes ¿El éxito de Taylor Swift indica, por lo menos en parte, que es capaz de ofrecerles tranquilidad ayudándoles a entender su mundo interno y, además proporcionándoles soluciones a su malestar? En soledad conseguirlo es imposible.
Y es que es la forma de sentir o pensar del fan que conecta con la estrella, con sus letras, con su música, con su forma de pensar porque ve similitudes en ella, las identifica como iguales y para el fan, esa similitud, los une aunque nunca compartan nada entre ellos. La conexión se da con algo que ya posee el fan e identifica en aquel a quién sigue. Su sentir tiene eco en alguien que es capaz de amplificar y expandir aquello que el fan siente y convertirlo en el himno de una masa. Parece magia pero solo es Psicología.
No es la única necesidad que Taylor Swift puede cubrir a sus fans. Otro ejemplo: en el vídeo oficial de la canción Blank Space (espacio en blanco) se observa como Taylor Swift da rienda suelta a sus deseos de venganza más salvajes al saber que su pareja parece interesarse por otra chica que amenaza su relación.
Como forma de desahogarse vemos a Taylor quemar la ropa de su pareja, romperle el coche, tirar su móvil en un estanque y muchas conductas agresivas en un ataque de absoluta pérdida de control. Y ahí viene el super poder: sin consecuencias para ella. ¿Quién no ha deseado tomarse la vengaza por su mano y dañar a alguien que le ha hecho daño? Sin embargo, a través de su vídeo se puede vivir aquello que está prohibido, sacar a pasear el odio y el rencor sin medida. Da gustito.
Se puede ampliar la lista: en Shake it off Taylor Swift consigue ser exitosa en cualquier cosa que se propone. En el video clip se ve a una chica como cualquier otra, rapeando, prácticando danza moderna, ballet, cantando en una banda pop, de animadora. Ninguna posibilidad le es arrebatada y, además, lo consigue con éxito. El deseo de ser muchos en uno, sin límites y sin esfuerzo, aparece.
Hemos elegido hablar en el Blog de Taylor Swift y no de otro artista, movidos por el bombardeo intenso de noticias sobre ella en todos los medios de comunicación alrededor de sus conciertos en Madrid. Fue tan llamativo la cantidad de información, no solo sobre su persona sino también, señalando a aquellos que no la conocíamos para provocar que nos interesáramos por ella que es fácil preguntarse qué motivación les mueve a los medios de comunicación para tratar de manera tan masiva ese tema.
Si querían expandir el fenómeno, lo consiguieron. Los que no la conocían ya la conocen. ¿Tenían interés en volver fan a los que no lo eran?
No olvidemos que ser fan te suma a una masa que piensa y siente de manera parecida. En una época en la que el control ciudadano está siendo cada vez más fácil gracias a la tecnología, urge pensar si quieren que nos sumemos al fenómeno fan y, si es así, por qué. ¿Hace más vulnerables a las personas? ¿Sumarse al fenómeno hace más sencillo direccionar las opiniones, los gustos en relación a los que no lo son? ¿Nos vuelve más predecibles y manejables?
Los resultados del informe Pisa describen una juventud con menos herramientas cognitivas para analizar el mundo y menos capacidad para saber si están siendo engañados. Los datos sobre inteligencia mundial, en Europa, disminuyen por primera vez desde que existen esos datos. No son buenos tiempo para el pensamiento crítico y libre. Lo que sí está claro es que Taylor Swift no es un fenómeno aislado y que la sociedad desea ídolos a los que seguir. Toca a cada uno de nosotros investigar si este fenómeno nos coloca en un lugar de mayor vulnerabilidad.
BUSQUE, COMPARE Y SI ENCUENTRA ALGO MEJOR, CÓMPRELO
Alvaro Sánchez
Si a un político o a un empresario les va mal, dirán que les va bien.
Y si les va bien, dirán que les va regular. Porque quieren más.
TS es empresaria. No pasa nada; simplemente no la creas.
Sus letras las escriben publicistas y psicólogos.
Los mismos que controlan sus entrevistas.
Es mucho dinero el que está en juego.
Y algunas decisiones políticas.
Es decir, más dinero.
Siempre dinero.
Y poder.
Singapur experimentó un crecimiento en su producto interior bruto (PIB) en el primer trimestre de este año de un 3% gracias a Taylor Swift. Al menos, eso es lo que dice el grupo de empresas de Taylor Swift y repiten numerosos medios de comunicación. Que gracias a los seis conciertos que ofreció en la ciudad-estado del sudeste asiático del 3 al 9 de marzo del presente año, la riqueza de la sociedad singapurense se incrementó en ese porcentaje.
Y mucho cuidado, que Singapur, con una población de 5,637 millones de habitantes en 2022, menos que la Comunidad de Madrid, tuvo un PIB ese mismo año de 442.925 millones de euros. Mientras que el de Madrid ascendió a “sólo” 261.713 millones. No hablamos de calderilla, evidentemente.
Pero como sabe un estudiante de Estadística, los datos, convenientemente torturados, acaban confesando casi cualquier cosa. Si consigues convencer a Singapur, a Madrid o a Minneápolis de que contratando un concierto de Taylor Swift la ciudad se embolsará quinientos millones de dólares (hoteles, restaurantes, transportes, entradas, merchandising, tasas, impuestos…, menos la parte del león que se lleva la cantante, claro) a la sociedad TS le lloverán contratos.
Y si además consigues convencer a sesenta mil personas de que no van a asistir a un concierto, sino que van a vivir una experiencia vital única desde las colas del día anterior hasta las confidencias del posterior, tan inmersiva que conviene usar pañales para no tener que ir al baño durante la misma, el éxito está garantizado. El éxito mundial, naturalmente.
Y si además la expectativa es que Taylor Switf… sí, ella misma, anuncie antes de noviembre que votará a Biden o, al menos, que no votará a Trump, entonces Wall Street y Hollywood romperán las Bolsas y las superfáns de Taylor encontrarán justificados los más de mil euros que gastan por concierto. Ya se encargarán los medios de recordárselo y agradecérselo.
¿Y en qué basa Taylor Swift su rotundo y mundial éxito? ¿Cómo es capaz de acaparar tan enorme cuota de mercado en un entorno mundial, el de la oferta de éxitos inmediatos musicales, que por definición es efímero y cambiante? Bueno, es posible que la respuesta nos la ofrezca el marxismo. El de Groucho, nauralmente:
“Este es mi estilo, amigas. Pero si no os gusta, tengo otros.”
Y vaya si tiene: country, pop, soft rock, pop punk, indie… lo que haga falta para ganar cuota de mercado. Y en cuanto a las letras de sus canciones, exactamente lo mismo: amor, desamor, engaño, perdón, felicidad, infelicidad, necesidad, autosatisfacción…Todo simplificado al efecto. Lo que haga falta para que millones de generación x, milenials y centenials se identifiquen con sus planteamientos hasta el extremo de considerarla una amiga. Para algunas, incluso, su mejor amiga. Nunca la verán a menos de cincuenta metros y menos hablarán con ella, pero sus experiencias inmersivas en los conciertos marcarán un antes y un después en sus vidas. Y escucharán ávidas sus entrevistas. Son y serán swifties y llevarán orgullosas sus pañales tuneados en los conciertos de su ídolo y fetiche.
Esto nos lo han vendido hasta la saciedad todos los medios de comunicación, generalistas y especializados, y lo hemos podido comprobar todos los lectores de prensa con motivo de los conciertos de Switf en Madrid. Nos han informado de las largas colas que han soportado las swifties para comprar las entradas más económicas en el estadio Bernabéu, del merchandising que trabajosamente han adquirido, de las pulseras que laboriosamente han manipulado e intercambiado con otras swifties y, sobre todo, del estado de ánimo anticipatorio del concierto en el que se encontraban, próximo al éxtasis teresiano. Del concierto en sí ya no digamos. Que levitaran, o mejor dicho, que sintieran levitar es lo mínimo que acaeció…
Por cierto, que mientras que Taylor Swift ofrecía sus conciertos en Madrid, los australianos AC/DC lo hacían en Sevilla. En Madrid, Swift juntó 65.000 personas cada uno de los dos días que actuó en el Bernabéu. En Sevilla, AC/CD juntó 60.000 personas también cada uno de sus dos días de conciertos en La Cartuja. La diferencia, que Sevilla tiene casi tres veces menos población que Madrid, así que calcula tú mismo el grado de seguimiento de unos y otros. Y, teniendo en cuenta la diferente cobertura mediática de Swift y de los australianos, di la verdad, ¿a que no te habías enterado de que AC/DC actuaba en España? Y si lo has hecho, ni se te había ocurrido desplazarte a Sevilla para oírles. ¿A que no? De lo de Swift se ha enterado todo el mundo. Incluso tú, que la odias o te resulta indiferente.
Soy filósofo y mi función es realizar la analítica de la realidad. Lo hago lo mejor que puedo con las herramientas de que dispongo, que son esencialmente la Lógica y la Teoría del Conocimiento. Pero además tengo mis gustos y casi con la misma intensidad deseo larga vida al rock`n roll, que también realiza su particular descripción de la realidad, la comparta o no. Ahí está. Como está lo del grupo de empresas de Taylor Swift. Y esto sí que no lo comparto.
En noviembre nos leeremos. ¿Biden o Trump? A Biden, si no se acaba retirando por sus problemas cognitivos, le apoyan Wall Street, Hollywood y el intervencionismo en el mundo. ¿Y Taylor Swift, le apoyará? ¿Y las swifties, la seguirán? A Trump le seguirán las pequeñas empresas, los trabajadores, el cinturón de la Biblia y el aislacionismo respecto al resto del mundo. Elige el mal menor… porque bueno no es ninguno. Lo que ocurra en noviembre marcará época. En EEUU, en Europa y en buena parte del mundo.
De ahí el fenómeno Taylor Swift.
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El fenómeno Taylor Swift es quizá el más fascinante que en materia mediática me he encontrado en los últimos años, si se exceptúa la guerra de Ucrania, que eso sí que es demencial.
Muy bien tratado por los analistas del Centro. Es un privilegio conoceros y seguiros.
¡Magnífico artículo, analiza muchos aspectos muy interesantes!
Los estilismos de Taylor Swift son horrorosos, he visto imágenes de bañadores de los años cincuenta del siglo pasado más elegantes que los que utiliza habitualmente, por muchas lentejuelas que les cosa. Y las botas de yeti que se pone o la ponen... Bueno, creo que en Estados Unidos a los yetis les llaman bigfoot. En fin...
Bisnes es bisnes...
Yo, como Martita, también he asistido a conciertos de TS y ni me va a condicionar en ningún sentido ni me he gastado esa barbaridad de dinero que se dice. Pero es verdad que he conocido swifties que lo han hecho y lo volverán a hacer. Y desde luego que la hacen caso en lo que dice.