EL PERFECCIONISMO PATOLÓGICO: CUANDO LO PERFECTO ES TU PEOR ENEMIGO
Laura Navarro, 19-11-2022
No es posible esperar a ser perfectos, hay que salir a la vida, caerse y levantarse.
Ray Bradbury
Hoy en día, ¿quién de nosotros no ha sentido en alguna ocasión (casi desde el día que nacemos, podríamos decir) la presión para rendir a un mejor nivel o para llegar a alcanzar ciertas metas? A todos nos gusta proyectar una imagen positiva de nosotros mismos, pero esto puede llegar a complicarse.
A priori, cierto grado de superación personal puede resultar positivo. Querer incrementar nuestro rendimiento o tratar de lograr ciertos objetivos no es lo mismo que ser perfeccionista; esto último en extremo puede llegar a tornarse patológico y muy invalidante en nuestro día a día.
El médico y psiquiatra estadounidense David Burns define a las personas perfeccionistas como aquellas cuyos estándares se encuentran mucho más allá del alcance o la razón, las cuales se
fuerzan de manera compulsiva y crónica en conseguir metas imposibles y que miden sus propios méritos en relación con su productividad y sus logros.
Como podemos apreciar, la línea con respecto a un perfeccionismo, digamos saludable, es muy fina, pero a grandes rasgos podemos encontrar las siguientes características cuando el perfeccionismo se convierte en patológico y susceptible de intervención:
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Obsesión por alcanzar y mantener los estándares más altos en todo lo que se desempeña de manera indefinida, en diferentes ámbitos de la vida.
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Sentimientos de valía personal basados en función sólo de la habilidad para conseguir la excelencia deseada.
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Experimentar consecuencias negativas por la búsqueda de la perfección, pero al mismo tiempo seguir insistiendo en tratar de conseguirla, generándose una insatisfacción importante al no llegar a estar nunca satisfechos.
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Manifestaciones de trastornos del estado de ánimo.
El problema principal de una persona perfeccionista sucede cuando su única motivación y su principal anhelo es el logro, esto es: querer hacerlo cada vez mejor y mejor, intentando alcanzar un diez. Algo que en el fondo nunca llega, no pudiendo permitirse ni el más mínimo error, llegando en caso de tenerlo a causar una sensación de fracaso insoportable. Todo ello no sólo afecta a la propia persona, sino también a su entorno, pareja, relaciones sociales, etc. Pero… ¿por qué entonces somos perfeccionistas?
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Falta de seguridad y confianza en uno mismo de manera generalizada, relacionada con una creencia de falta de valía personal.
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Niños que en su infancia han tenido unos padres con estilos de crianza excesivamente rígidos o maestros de los que sólo obtenían su reconocimiento a través de los logros obtenidos. También puede darse imitación de características perfeccionistas observadas en los padres.
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Sensibilidad extrema ante la crítica; no ven el error como oportunidad de aprendizaje o como una posibilidad de crecimiento, sino como el fracaso más absoluto.
Obviamente el error y el fracaso son una parte ineludible de la vida, necesarios de hecho para el desarrollo de cualquier persona.
El no llegar a contemplarlos como una opción más ocasiona que el umbral de la frustración sea mínimo y que la más pequeña equivocación que puedan tener sea la tragedia más terrible. Esto genera un enorme y continuo sentimiento de infelicidad a quienes lo sufren.
¿Cuáles son los principales pensamientos y emociones asociadas a un perfeccionismo patológico?
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Pensamiento dicotómico: los perfeccionistas patológicos tienden a valorar las situaciones en un extremo o en el otro, todo es blanco o negro, sin tener en cuenta toda la escala intermedia de grises, con lo cual consideran un fracaso el hecho de no realizar algo de manera perfecta. Ejemplo, un estudiante que saca un 9,5 en un examen en lugar de un 10.
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“Deberías” autoimpuestos excesivamente rígidos: poseen numerosas reglas estrictas que les indican internamente cómo deberían vivir sus vidas, como deberían comportarse con su entorno, etc. Ese marcado énfasis en lo que deberían o no hacer, les aparta realmente de la vida que quieren vivir en función de sus necesidades o gustos. Por ejemplo, debería de quedarme a terminar este trabajo en lugar de salir al cine o descansar.
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Miedo a la desaprobación de los demás: los errores que puedan cometer, los asocian con la probabilidad de rechazo por parte de los demás, por lo que este intento de perfección es un modo de evitar las críticas o la desaprobación de las personas que les rodean.
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Miedo a cometer errores: piensan que las equivocaciones significan un fracaso total, y los relacionan con
pensamientos del tipo “si me equivoco en esta tarea no tendría que estar en este puesto de trabajo” o “si tengo un error haciendo esto, no valgo nada como persona”. Están tan centrados en no cometer errores que les llevan a perderse el disfrute por el proceso y el valor del “aquí y el ahora”.
¿Cómo podemos llegar a disminuir el perfeccionismo patológico?
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Identifica el problema. Ser consciente de que el perfeccionismo nos impide disfrutar de la vida, llevándonos a padecer una constante insatisfacción.
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Céntrate en el progreso y no tanto en el resultado, de esta forma podemos valorar una acción disfrutando del proceso, no sólo quedándonos con el resultado.
Como conclusión podemos señalar que el perfeccionismo puede afectar a la persona en un amplio abanico de situaciones y actividades, llegando a ser un obstáculo para desempeñar las tareas cotidianas, además de ser un interruptor de la propia felicidad.
¿Sabías que...
... cuando se habla de perfeccionismo patológico se refiere a un rasgo de personalidad que provoca serias limitaciones en una o varias áreas vitales de la persona afectada?
Con riesgo, si no se ataja, de convertirse en un trastorno obsesivo compulsivo.
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Ajusta tus niveles de autoexigencia. Los perfeccionistas buscan la excelencia en todo, y esto les lleva con frecuencia a perder nuestras verdaderas prioridades en la vida.
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Prioriza. No todo tiene el mismo nivel de importancia, ni es totalmente necesario proporcionar el mismo tiempo y esfuerzo. Establece límites.
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Plantéate objetivos pequeños y alcanzables. Sé realista, los pequeños logros sí cuentan y pueden ayudar a plantearnos otro tipo de metas. Trata de ser eficaz, pero no perfecto.
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Permítete equivocarte. Los errores son algo natural. Cada vez que te equivocas estás teniendo una oportunidad única con la que poder aprender.
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Delega las tareas si es necesario. No es posible llegar a abarcar todo, es prácticamente imposible; puedes ceder tareas a personas cercanas de tu entorno.