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Blanca de la Torre

El cuento: un gran recurso terapéutico

El cuento: un gran recurso terapéutico

Los cuentos constituyen unos de los principales recursos que se utilizan en terapia psicológica, en pedagogía y en educación con niños.

Una de las claves de su éxito es que permiten identificar emociones y sentimientos en los personajes que componen las historias, que en principio forman parte de una situación ajena pero que pueden coincidir con los del niño.

Les facilita la comprensión del mundo que les rodea, porque las historias les dan respuestas y sentido a lo que les ocurre.  Les ayuda a empatizar, realizar representaciones mentales, aumentar su vocabulario emocional e ir construyendo sus propios valores.

De los tres a los seis años,  los niños se encuentran  en una etapa del desarrollo llamada “la edad mágica” y no distinguen la fantasía de la realidad, por lo tanto lo que sucede en los cuentos es tan fantástico como real. No obstante los cuentos son sumamente valiosos en cualquier etapa de la niñez e incluso en la edad adulta.

Para los niños es mucho más fácil identificar en tercera persona una situación que les resulta desagradable, aversiva e incluso traumática que si lo hacen en primera persona. Desde la fantasía y la distancia que proporcionan las historias se conectan con sus propios conflictos, sentimientos y vivencias.

Por otro lado les guían hacia la solución, y en muchos casos les permiten desbloquear emociones intensas como el dolor o el miedo, pudiendo ser tratadas desde un escenario más lúdico, creándose un entorno en el que se sienten más seguros para expresar, opinar y debatir.

El cuento: un gran recurso terapéutico

Un cuento también puede servir como recurso para detectar dificultades e inseguridades, contribuyendo a la evaluación de una determinada proble-mática.

Al leer, escuchar o ver las ilustraciones de una historia se activan las neuronas espejo, estas neuronas son uno de los últimos  grandes descubri-mientos de la neurociencia. A través de la observación de las experiencias de los demás sentimos una especie de sincronía y decidimos atribuirles una explicación, e incluso nos sentimos impulsados a hacer lo mismo que ellos, por ello lloramos ante una película en la que sucede algo triste o nos apetece bailar si estamos en un musical.

El cuento terapéutico siempre termina con un final feliz, en el que los personajes encuentran la manera de superar los obstáculos, siendo apoya-

dos por sus seres queridos y sobre todo habiendo aprendido estrategias que les empoderan.

Los cuentos que se utilizan con un fin terapéutico no se leen como mero entretenimiento, se trabajan en profundidad los aspectos que pueden ayudar a avanzar al niño en su proceso.

Es muy recomendable que los padres lean cuentos a sus hijos o con sus hijos cuando éstos ya saben leer. Genera vínculo y proximidad, mejora la comunicación y les ayuda a estimular su desarrollo socioemocional. Aprenden valores y mensajes que les servirán de guía en sus relaciones y en su forma de ver el mundo, les enseñan a gestionar sus propios conflictos y a respetar y comprender los sentimientos de los demás.

A todo el mundo le ha marcado un cuento o una novela juvenil de pequeño, se generan aprendizajes difíciles de olvidar, incluso se crean vínculos con los personajes que algunos ponen de nombre a sus hijos o a sus mascotas para seguir teniéndolos presentes, tal es el poder de los mismos.

El cuento: un gran recurso terapéutico

Existe una enorme diversidad de literatura infantil excelente que se puede utilizar en función de lo que se quiera trabajar. El mismo cuento no tiene por qué servir para todos los niños, y es de vital importancia  que estén adaptados a cada edad.

Algunos de mis favoritos son “Por cuatro esquinitas de nada” de Jerome Ruillier enfocado hacia la diversidad, la colección de libros de “Cuando estoy …” de Tracey Moroney son una potente herramienta de educación y manejo emocional para niños a partir de 3 años, “Vacío” de Ana Llenas, para elaborar el proceso de la pérdida o “el elefante encadenado” de Jorge Bucay, que trata sobre la indefensión aprendida.

También hay cuentos que ayudan a detectar y superar el bulling como “Tú no juegas” de Pilar Serrano o incluso para concienciar a los niños sobre la importancia de preservar la ecología como “Rana de tres ojos”, de Olga de Dios. Tal como he comentado, la literatura es muy extensa y existen obras verdaderamente interesantes.

A modo de ejemplo, uno de los cuentos que creé para una niña de tres años y medio con el fin de ayudarle a superar su miedo a hacer caca en el orinal, tras haber pasado por un complicado proceso debido a sus problemas estreñimiento, es “La Caca Paca”, cuyo personaje principal es la propia caca que se encuentra muy cómoda en la tripa y no quiere salir, pese a saber, que ese no es lugar. Entre sus amigas, que son otras deposiciones y la niña, finalmente consiguen animarla para que salga de su zona de confort y termina muy feliz por haberse decidido.

En pocas semanas junto con unas pautas básicas de apoyo a los padres, se consiguió que la niña comenzara a hacer caca regularmente en el orinal. No dábamos crédito, pero ella solita decía -¡Mamá, creo que Paca se está asomando!- o -¡mamá, vamos a tirar a Paca por el tobogán- que en el cuento representa de una manera mucho más atractiva  el váter.

El hecho de externalizar el problema y atribuir la responsabilidad a la caca,  pudo liberar a la niña,  que asumió con alegría el papel de facilitadora en la historia.

Se puede personalizar un cuento, si se saben utilizar y combinar los recursos adecuados para generar la distancia necesaria, recrear una situación que reconozcan y fundirlo con la fantasía.

¿Quién no recuerda su cuento favorito?

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