La creatividad es como la inteligencia: un concepto escurridizo difícil de definir. Puede concretarse como la capacidad de resolver problemas de una manera diferente a la convencional y cuyo resultado tiene un alto valor práctico; es decir, es útil. No es una capacidad al alcance de unas pocas personas elegidas que nacen bendecidos con ella, como comúnmente se cree, sino que es una habilidad compleja que todos podemos adquirir y perfeccionar. El proceso creativo consta de una serie de pasos, de sub-habilidades entrenables a través de la práctica.

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La experiencia es un factor importante para el desarrollo de la creatividad ya que dota a la persona de más herramientas para materializarla con éxito. A mayor edad, mayores posibilidades creativas. En la evolución de la humanidad ha jugado un papel crucial, ya que ha propiciado que nos relacionemos de manera diferente con nuestro entorno consiguiendo logros importantes.

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Debido a que se relaciona con el progreso humano es esencial detectar y fomentar esta destreza en los niños desde que son pequeños. La atención a la diversidad y la potenciación de las capacidades individuales en el contexto escolar son la base para su desarrollo. La creatividad puede ser fomentada o extinguida hasta eliminarla. La tendencia a la homogeneización actitudinal y aptitudinal que suele darse por parte de la escuela es un gran enemigo para el desarrollo de esta capacidad. De esta realidad se deprenden frases tan impactantes como la de Stanley Czurles que encabeza esta entrada. Stanley Czurles es director de educación artística en el Colegio Estatal de Educación para Maestros de Nueva York. Sabe de lo que habla.

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