EL ENVEJECIMIENTO
II - ENVEJECER CON CALIDAD
Blanca de la Torre, 14-1-2023
Desde un punto de vista biológico, como hemos visto en el artículo anterior, el envejecimiento es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte. Estos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa.
La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de azar. Más allá de los cambios biológicos, el envejecimiento suele estar asociado a otras transiciones vitales, como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas y el fallecimiento de amigos y parejas (OMS).
El proceso de envejecimiento aumenta la vulnerabilidad a padecer enfermedad mental, siendo la depresión el trastorno que se da con mayor prevalencia. Algunas de las causas están relacionadas con factores sociales, ya que existe un mayor riesgo de soledad y aislamiento, aumentando dicha situación la probabilidad de padecer demencia. Por otro lado, si los contextos no son propicios, hay una menor participación de los mayores en la sociedad, menos oportunidades para sentirse útiles y la percepción de que su entorno les pueda considerar una carga a causa de las necesidades de apoyo que precisan.
Por todo ello se hace necesario construir estilos de vida que favorezcan una vida plena independientemente de la edad o la etapa vital en la que se encuentre la persona.
La resistencia a aceptar el envejecimiento con las pérdidas que este conlleva, dificulta el proceso de adaptación a los cambios. Hacer que este proceso se lleve a cabo con éxito es más sencillo si se tienen en cuenta las siguientes claves:
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Sabemos que el ejercicio físico, una buena alimentación, acudir a revisiones médicas de forma regular y llevar a cabo los tratamientos prescritos forman parte de los cuidados necesarios para preservar la salud en esta etapa.
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Hacerse mayor no implica que la vida se vuelva plana. Mantener los intereses, disfrutar de la compañía de los seres queridos y continuar haciendo planes sigue siendo posible a cualquier edad. Gran parte de lo que somos es lo que nos gusta hacer, por lo que abandonarse en este sentido supondría un riesgo para la estabilidad emocional.
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La presencia en la comunidad y la aportación a la vida común forman parte de los requisitos que hacen que se preserve una buena autoestima. La adaptación de algunos servicios cumple un papel fundamental en este aspecto para que la participación de la persona mayor en su comunidad sea posible.
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La pérdida de algunas capacidades no implica que exista un declive generalizado, algunas habilidades se mantienen intactas y por ello, no sólo es recomendable seguir aprendiendo sino además explorar las potencialidades que no se han descubierto hasta ahora por estar ocupados en otras tareas como el trabajo o la crianza.
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Ajustar el ritmo y las expectativas es fundamental a la hora de manejar el estrés que suponen los cambios.
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Es imprescindible seguir llevando a cabo actividades placenteras que conecten a la persona con emociones positivas.
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La consecución de metas y objetivos en la vida de la persona mayor resulta fundamental de cara a mantener la ilusión y el estado de ánimo. Tener una actitud proactiva en lugar de dejarse llevar como si el futuro estuviera prescrito, refuerza la idea de que se puede seguir escogiendo y trazando el camino hacia donde se quiere ir.
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A veces el entorno por diversas circunstancias comienza a tomar decisiones sobre la vida de la persona mayor, generalmente con la intención de proteger. Sin embargo ella debe seguir siendo protagonista de su propia vida y ser quien toma las decisiones siempre que le sea posible.
Hacer las cosas más despacio, gestionar menos tareas a la vez o necesitar más descansos forma parte de lo que se supone que es normal en esta etapa.
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Tener una vida social activa impacta de forma muy positiva en el estado físico y emocional de la persona. Generar nuevos lazos, tener amistades (con una o dos es suficiente), mezclarse con gente de otras generaciones y poder mantener conversaciones a diario es uno de los mayores factores de protección ante la enfermedad mental.
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Saber que a uno le queda menos tiempo se puede vivir con angustia o por el contrario puede ayudar a tener mayor conciencia sobre el momento presente, disfrutando cada instante con mayor intensidad.
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Saber lo que va a pasar, es decir, estar informado sobre lo que implica el proceso natural del envejecimiento previene el estrés que supone encontrarse con cambios inesperados, evita los sustos y las dudas, pero sobre todo le da control a la persona sobre lo que debe hacer para cuidarse, siendo reconfortante saber que siempre se pueden llevar a cabo acciones para estar mejor.
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Recordar aspectos que han sido importantes en la biografía de la persona, y sobre todo, rescatar recuerdos positivos relacionados con logros e hitos superados refuerza el impulso vital y preserva la identidad.
Está comprobado que envejecer de forma activa se encuentra directamente relacionado con una buena calidad de vida e incluso con un menor riesgo de demencia.
A través de un estudio de la Universidad de Harvard se ha comprobado que la tasa de incidencia de la demencia en Europa y América del norte ha disminuido en un 13% por década en los últimos 25 años, es muy probable que esto tenga que ver con el control de los factores de riesgo.
Para conocer más...
¿Sabías que...
…Según datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística, a fecha 1 de enero de 2022, la población mayor de 64 años en España ascendía a 9,5 millones de personas.
La memoria autobiográfica y el entrenamiento en revisión de vida se utiliza en terapia psicológica como herramienta para la mejora del estado de ánimo.
