EL CÁNCER, UN DESAFÍO PARA EL CUERPO Y LA MENTE
II – CÓMO SE ENFRENTA LA MENTE AL CÁNCER
Maribel Gámez, 23-9-2023
En 1800 sufrir cáncer era, en cualquier caso, sinónimo de tener que ir pensando en despedirse de la vida. No se conocía una cura y el estigma social que acompañaba a la enfermedad era enorme, ya que no se tenía claro si se podía contagiar por contacto. La gente temía la enfermedad y el desconocimiento sobre su naturaleza provocaba que las personas se cuidaran de no contagiarse procurando evitar al enfermo. No se sabía, como bien explicaba nuestra amiga Patricia en la primera parte de este artículo, que el cáncer se produce por un crecimiento descontrolado de las células. Y que ese proceso generaba también daño a las sanas.
Además, los problemas psicológicos, que aparecían de manera frecuente en los enfermos, problemas que aunque ahora son bien conocidos y entendidos, en aquella época incrementaban
sí parecían hacer los demás cuando estaban en su presencia.
Al mentirle, aún con buena voluntad, el aislamiento y una soledad llena de incomprensión se convertían entonces en los principales compañeros del que tenía la mala suerte de padecer cáncer. No era una buena época para caer enfermo. A mitad del siglo pasado se empiezan a dar casos de curas parciales de la leucemia infantil aguda y comienza a tratarse el cáncer con una combinación, diferente en cada caso, de cirugía, radioterapia y quimioterapia cada vez más exitosa.
Así, progresivamente, los tiempos de ignorancia sobre la naturaleza de la enfermedad y de estigma asociado sobre quien la sufre, van quedando cada vez más atrás. Desde el siglo pasado hasta el presente la investigación científica constante sobre
protección biológica ante estos, que es el estrés, se pone en marcha para intentar salvarnos. La cuestión es que, a veces, ese mecanismo protector se desborda y puede generar una parálisis en la toma de decisiones, disminuyendo la capacidad de afrontamiento y creando así nuevos problemas.
Tras la noticia del diagnóstico hay que saber diferenciar cuándo el sistema de protección está ayudando a la adaptación y cuando, por el contrario, se está convirtiendo en otro problema más. ¿No es acaso lógico sentir miedo ante la noticia de padecer un cáncer? ¿No es entendible querer pensar en todas las posibilidades sobre cómo se puede desarrollar la enfermedad? Y en ese imaginar todas las opciones caben, desde las más optimistas a las menos. Todos esos escenarios pensados hacen sentir emociones intensas de miedo, esperanza, dolor.
aunque no sea agradable sentirlo. Es la respuesta de estrés que viene en nuestra ayuda lo que percibimos. Nos dice que hay que estar alerta, que nos enfrentamos a un peligro y que hay que buscar soluciones. La psicología no se encarga de tratar los miedos que son razonables sentir, sino que ayuda a las personas a las que los mecanismos de protección se han desbordado y, por consiguiente, sienten miedo con una intensidad desproporcionada, lo que les provoca problemas para llevar una vida lo más plena posible.
Igual que con el miedo puede ocurrir con la tristeza. Muchas personas pasan por un duelo, por un proceso de aceptar la pérdida de la salud cuando reciben el diagnóstico. Si no se maneja bien la tristeza, esta puede empezar a ocupar gran parte de las emociones y pensamientos del enfermo y este terminar
setenta del siglo pasado se crea en EEUU una rama de la psicología específica para tratar estas situaciones, la psicooncología. Su objetivo es proporcionar a las personas y sus familias herramientas para afrontar el diagnóstico y tratamiento de cualquier tipo de cáncer. El cuerpo y la mente son una unidad y hay que cuidar ambas cuando se está enfermo si uno se quiere recuperar lo antes posible.
En este sentido ahora se empieza a atisbar cierta relación entre el estrés crónico y el empeoramiento o las recaídas en algunas personas que padecen la enfermedad. Aún queda mucho por saber de estas intrincadas conexiones, lo que sí muestran es que cuerpo y mente son una unidad indivisible.
La psicología, basada en principios científicos, es la disciplina
De esta forma se rebaja el estrés y se crean espacios mentales para otros asuntos. Que el pensamiento no sea un enemigo problemático se consigue a través del aprendizaje de formas de utilizar el pensamiento de manera que sea la principal herramienta en la búsqueda de soluciones.
Tampoco es raro que ideas de tipo trascendental, espiritual o religioso puedan empezar a ser importantes en algún momento del proceso. Muchas veces es necesario revisitarlas para cambiar la forma de ver el mundo tras el diagnóstico y vivir tranquilos con ellas. El espacio que genera la psicología es ideal para debatir sobre esas ideas y su importancia en la vida de la persona que sufre cáncer.
La psicología también trata el impacto de las emociones durante
La posible pérdida de un ser querido es una fuente de estrés muy potente, un miedo que tenemos todos y que también puede, si no se le maneja bien, dificultar mucho o deteriorar la vida de los que cuidan. La salud mental es un bien preciado en el que no hay que escatimar recursos para protegerlo o recuperarlo.
Sin duda, cada vez más personas sobreviven a la enfermedad y, como en otras situaciones, existe la oportunidad de salir fortalecidas en el proceso, aprendiendo a manejar la adversidad futura mejor.
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el ostracismo sufrido por el afectado.
Debido al estigma social y al sufrimiento psicológico intenso de quien desarrollaba cáncer, se instauró la costumbre de que los médicos informaran solo a la familia sobre lo que le ocurría pensando que el enfermo perdería toda esperanza y eso le dañaría aún más.
Los allegados seguían la farsa y mentían al afectado, pensando que así paliaban su sufrimiento y mantenían el problema socialmente encapsulado al evitar que lo conocieran personas ajenas al círculo interno del enfermo. Pero la realidad es tozuda y las personas que experimentaban los síntomas propios del cáncer intuían que, detrás de ellos, había algo serio, algo de naturaleza diferente que no había que tomarse a la ligera, como
esta enfermedad, que es la segunda causa de muerte en España tras las enfermedades del aparato circulatorio, ha conseguido cambiar que la palabra cáncer sea sinónimo de muerte. Esto va acompañado también de un impacto psicológico diferente, menos sombrío.
Aunque el presente y el futuro de este grupo de enfermedades que es el cáncer, es mucho más esperanzador que el pasado, el conjunto de capacidades cognitivas que una persona posee, es decir, la mente, se pone en alerta y a prueba, cuando aparece el diagnóstico. Lo detecta como un desafío, uno de los mayores retos con los que uno se puede encontrar.
Estamos preparados para enfrentar los peligros que la vida traiga con los recursos que tenemos, así que la maquinaria de
El cáncer es una de esas situaciones complejas que la vida trae impregnadas de incertidumbre.
Y es que hay que ser capaz de gestionar el miedo durante todo el proceso y sus continuas esperas: esperar a la realización de las pruebas necesarias para entender la situación; esperar un diagnóstico preciso; esperar para saber cuál será el mejor tratamiento; esperar los resultados de los controles rutinarios. Todo el proceso de aguardar lo que ocurrirá genera miedo al futuro.
Pero el miedo, cuando hay razones para sentirlo, no es un problema psicológico a tratar sino una poderosa llamada de atención a la que hacer caso. El miedo prepara al organismo para buscar soluciones con el fin de salir airoso del problema,
comportándose, día tras día, como una persona esencialmente triste que ya no lucha por recuperarse de la enfermedad sino por evitar sentir miedo o tristeza.
Así que cuando la presencia de estas emociones es constante y no deja espacio para casi ninguna experiencia más, es el momento en que entra en acción el psicólogo.
Es común que los problemas psicológicos acompañen la enfermedad. Se calcula que aproximadamente el 35% de los pacientes que desarrollan cáncer, experimentan sentir malestar emocional y pueden desarrollar trastornos psicológicos, incluyendo ansiedad, depresión y trastornos adaptativos.
Con el fin de ayudar con estos problemas a finales de los años
adecuada para ayudar a las personas con el fin de que puedan seguir adelante con sus vidas, por muy difícil que sea, dotándoles de rutinas que les ayuden a superar los retos psicológicos que puedan presentarse en el proceso de la enfermedad con éxito.
La psicología es la ciencia de la salud que conoce herramientas que pueden aprender los que sufren para gestionar el miedo. Por ejemplo, enseñando técnicas para evitar que los pensamientos catastrofistas sobre el futuro, tan recurrentes cuando se está enfermo y no se conoce cuándo se dejara de estarlo, inunden las ideas de la persona que reflexiona sobre lo que le ocurre. El fin de saber gestionar lo que uno piensa es evitar sentir el miedo que el pensamiento es capaz de crear, a veces de manera prolongada.
todo el proceso para que sean menos intensas y más manejables. Y, por supuesto, se encarga de ayudar a la persona a tener un comportamiento, mediante hábitos, que le genere bienestar y le ayude a superar este período crítico con éxito psicológico.
Nada de lo que les ocurre a las personas que sufren cáncer les es ajeno a los familiares y amigos que apoyan y animan al enfermo. De media, cuatro personas se encargan de cuidar a quien sufre un proceso canceroso, entre familiares y amigos.
Eso significa que existen muchas personas involucradas emocionalmente en el conjunto de la sociedad dada la elevada incidencia de la enfermedad que, además, previsiblemente irá aumentando.
BIBLIOGRAFÍA
Las cifras del cáncer en España 2023. Sociedad Española de Oncología Médica
Holland JC. History of psycho-oncology: overcoming attitudinal and conceptual barriers. Psychosom Med. 2002 Mar-Apr;64(2):206-21