¿QUÉ HACE EL ESTRÉS EN EL CUERPO? (y II)
CÓMO TE AYUDA EL PSICÓLOGO A VENCERLO Y VIVIR MEJOR
Maribel Gámez, 18-10-2022
- ¿Y si no apruebo el examen, qué?
- Eso digo yo, ¿qué?
- Pues que no pasaría de curso y yo no quiero repetir, joder.
- Ok, entiendo perfectamente que no quieras repetir, Alberto. Por lo que me cuentas estás estudiando mucho y tus notas son buenas. Eso te ha servido en el pasado para ir aprobando cursos, ¿no es así?
- Si, pero, ¿y si no apruebo esta vez?
- Si no apruebas, tendrás que asumir esa realidad y repetir, aunque no te guste. Pero vamos a centrarnos en tu miedo, ¿por qué estás tan preocupado porque ocurra algo que parece que no tiene muchas probabilidades de que suceda?
-Yo qué sé, porque me preocupa.
-Y, ¿estar pensando constantemente que tienes miedo a
suspender te ayuda, de alguna manera, a conseguir sacar el examen con buena nota?
- Supongo que no, pero no puedo dejar de hacerlo.
- Pues escucha. Te voy a explicar cómo podemos hacer para que los pensamientos de miedo te dejen tranquilo. Vamos allá.
Alberto, nombre ficticio, es una persona que, como muchas otras, tiene miedo por algo que no puede controlar del todo. Se enfrenta a un examen importante, uno de tantos que tendrá que superar a lo largo de su vida. Sin embargo, más allá de la preocupación lógica por el resultado de su rendimiento el día de la prueba, una idea molesta se le ha metido en la cabeza y no le deja en paz. Sobre todo por las noches. Le repiquetea en el cerebro, como un disco rayado, interfiriendo en lo que hace.
Nos ha pasado a todos alguna vez. Alberto acabó en mi consulta porque cada vez que se enfrentaba a un examen sufría muchísimo, viviendo en su cabeza un fracaso que nunca había sucedido antes en su historia académica. Es lo que llamamos ansiedad. Ideas anticipatorias negativas constantes sobre el futuro, sin una base real de que eso pueda suceder. A eso se le llama vivir en un lugar temporal que no es el presente, en un futuro aterrador, oscuro, lleno de constantes probabilidades de que cosas malas sucedan, sin que haya motivos reales para pensar que vaya a ser así.
Y es que, como decía en la primera parte de este artículo, lo que pensamos influye en cuerpo. Lo que pensamos puede hacer que vivamos en una realidad que no es la nuestra.
Podemos fantasear con ser alguien famoso y que todo el mundo nos admira, con que aquella persona a la que deseamos también nos quiere o con la posibilidad de que un familiar cercano enferme. Todas esas imágenes, ideas o evocaciones, provocaran sensaciones en el cuerpo.
Y cuando eso ocurre, cuando la "cabeza" y el cuerpo están alineados, sentimos de acuerdo con lo que pensamos, se construye una realidad que nos hace vivir y actuar de acuerdo con ella. Y que puede estar muy alejada de lo que realmente está ocurriendo. Cuando lo que imaginamos da miedo, sin tener verdaderos motivos para que eso sea así, el día a día se hace difícil y duro. Es el momento de, con la ayuda del psicólogo, volver a la realidad, a la de verdad, a la que no es tan terrorífica.
Vivir con ansiedad o temor ante situaciones futuras que no deberían dárnoslo se evidencia en lo que pensamos, sentimos y hacemos. Tenemos pensamientos inquietantes, sensaciones de temor y comportamientos para intentar calmarnos. Y eso se convierte en un problema cuando ya es lo habitual. Vivimos en ese futuro que da miedo un día tras otro; es decir, se ha convertido en un hábito. El cuerpo vive en un estado de alarma y estrés constante. Quemando energía para defendernos de esos miedos futuros, inhabilitando otros sistemas para acumular recursos para vivir en un estado de alerta continuo. Afortunadamente, el psicólogo es un experto en cambiar hábitos de cualquier tipo, en reeducar. Igual que tenemos hábitos en el día a día para comer o dormir, como poner la mesa o leer antes de acostarnos, tenemos rutinas de pensamiento.
Es decir, la tendencia a prestar atención a unos pensamientos y no a otros y darle vueltas a unos temas y no a otros. Esa repetición de pensamientos, imágenes o ideas que tanto nos afectan, son hábitos que pueden ser cambiados. El psicólogo tiene las herramientas para ayudar a las personas que los sufren a que dejen de estar tan presentes en su vida, a cambiar de hábitos mentales. A hacer que esos pensamientos no disparen el miedo en el cuerpo.
Algunas de las técnicas que utilizamos se basan en amaestrar la atención para que esté donde nosotros decidamos que esté al detectar los pensamientos negativos de miedo. Permitir que la vida continúe y capte nuestra atención, dejando de atenderles, prestando atención a otros pensamientos o tareas más útiles.
Todas las actividades relacionadas con el lenguaje, como hablar, cantar o narrar lo que uno hace son siempre eficaces. Otras técnicas van encaminadas a vivir con ellos, a observarlos desde fuera, distanciándonos de su aparición y dejándolos solo pasar.
Pero no solo hay que cambiar hábitos de pensamiento; también hay que hacerlo con cómo suele reaccionar el cuerpo a lo que imaginamos o pensamos. Ayudarle a estar tranquilo con las situaciones que, de manera irracional, nos asustan. Y eso lo conseguimos disminuyendo la actividad muscular y cambiando el patrón respiratorio. Si conseguimos que, voluntariamente, el cuerpo esté muscularmente relajado y la respiración eleve el estómago, esa respiración que se llama abdominal o diagramática, el miedo en el cuerpo cesará.
Podemos conseguir que el cuerpo aprenda a no temer esas situaciones, reeducándole para que reaccione de manera diferente.
Lo que hacemos cuando pensamos y sentimos miedo es la última pata que hay que atender. Una persona como Alberto, con miedo a suspender, se comportará como tal, como alguien que teme. Podrá, por ejemplo, repasar una y otra vez lo que probablemente entre en el examen, aunque lo sepa de memoria ya. O puede hablar durante horas con amigos y familiares sobre su miedo a suspender.
Es decir, su ansiedad le lleva a llenar su tiempo con acciones para calmar ese miedo que no hacen más que aumentarlo.
Aunque se sienta un poco mejor a corto plazo. Acciones que no hacen más que convertir lo cotidiano, por ejemplo un examen, en algo temible.
¿Cómo se comportaría Alberto si no tuviera ansiedad? ¿Si solo estuviera un tanto inquieto porque le salga bien el examen, pero confiado en haber hecho todo lo posible para que así sea? Seguramente no llamaría a todo el mundo para contarle su miedo, ni repasaría compulsivamente lo que cree que puede entrar en el examen una y otra vez.
En esa dirección hay que ir caminando para que el miedo se vaya desvaneciendo, dándole la importancia que tiene en el día a día a aquello que acontece, aunque cueste.
¿Sabías que...
…algunos fármacos son esenciales en el tratamiento psicológico de las personas que sufren un trastorno de ansiedad de mucha intensidad? Los principales son los ansiolíticos y los antidepresivos. Puedes leer sobre ellos aquí:
Ansiolíticos: benzodiazepinas
Antidepresivos
Si gestionamos bien la atención selectiva sobre nuestro pensamiento, si no permitimos que el cuerpo se active innecesariamente y si nuestro comportamiento está de acuerdo con la magnitud del reto al que nos enfrentamos, la ansiedad se irá. Se marchará de nuestro día a día.
Podremos decir adiós a ese compañero de viaje tan molesto que solo nos dice que las cosas no van a salir bien y que nos obstaculiza a la hora de conseguir nuestro mejor desempeño.