En ocasiones los menores manifiestan preocupaciones o miedos que son coherentes con su etapa evolutiva y forman parte de un desarrollo normal; es habitual que esto preocupe a los padres y aparezcan dudas acerca de cómo enfrentarse a ello.
El manejo de las preocupaciones de los niños por parte de sus cuidadores principales es esencial de cara a que no se intensifiquen o se mantengan en el tiempo, pudiendo llegar a convertirse en un trastorno. Por ello conviene conocer algunas estrategias que nos serán de gran ayuda en esos momentos difíciles.
Algunas claves que hay que tener en cuenta:
Validar/comprender
Debemos entender que las preocupaciones y los miedos realmente generan mucho malestar en el niño. Incluso sabiendo que lo que le preocupa no es real, la emoción puede invadirles de la misma forma que si lo fuera. Ponerse en su lugar será el primer paso para que el niño se sienta más seguro.
Identificar
Poner un nombre y dar una explicación a lo que les ocurre cuando experimentan miedo, incluyendo las sensaciones físicas que lo acompañan, hará que el problema sea más manejable que si lo tienen en la cabeza como si fuera un fantasma. Es importante además que entiendan que el miedo es una emoción universal que experimenta todo el mundo. Incluso podemos hablarles de nuestros propios miedos cuando teníamos su edad y de cómo al final conseguimos vencerlos.
Estrategias ineficaces
Algunos niños ponen en marcha estrategias para librarse de lo que les preocupa que, en lugar de ayudarles a tomar distancia del problema, intensifican el temor a medio o largo plazo. Por ello es importante explicarles y tener en cuenta que hablar mucho sobre lo que nos preocupa o pensar mucho en lo que nos preocupa lo hace crecer en lugar de alejarlo.
Si prestamos mucha atención a los pensamientos que dan miedo se harán más grandes. Si evitamos situaciones que no son peligrosas pero que cuesta enfrentar porque no nos gustan o nos hacen sentir cosas desagradables, se harán más grandes e inmanejables. E incluso si dejamos de hacer cosas que nos gustan o nos apetecen y nos quedamos en un rinconcito sin movernos, también se harán más grandes. En definitiva, todo lo que no se enfrenta se hace más grande y menos manejable.
Estrategias eficaces
Ayudar al niño a expresar y compartir lo que está sintiendo sin juzgarle; enseñarle a diferenciar entre lo que es un peligro real y lo que simplemente se encuentra en la imaginación; aportarle seguridad a través de un abrazo y otras manifestaciones de afecto por contacto físico, establecer espacios y tiempos para hablar sobre las preocupaciones, practicar con ellos técnicas de relajación y aprender a redirigir el foco atencional hacia otra actividad, son estrategias muy útiles que les servirán para regularse y les aportarán una mayor sensación de control sobre esta emoción tan desagradable.
Paso a paso
A veces el miedo y la resistencia a enfrentarse es tan grande que hay que hacerlo de forma gradual. Por lo que procuraremos reforzar cada paso que dé hacia la meta o el objetivo que nos hayamos planteado con él, por muy pequeño que sea. Podemos visualizar el proceso de vencer el miedo como una escalera en la que cada peldaño que se sube acerca al objetivo final y en el que todos los pasos son necesarios e importantes.
Por ejemplo si una tarde ha preguntado o ha hablado menos sobre un tema que le preocupa y se ha puesto a hacer otras cosas, le premiaremos con una alabanza; si ha conseguido estar a oscuras más tiempo o ha logrado participar en una actividad que hasta ahora ha estado evitando, aunque sea durante un rato, le felicitaremos por ello. Cada logro, por pequeño que sea, ha de ser una oportunidad para reforzarle, darle ánimos y hacerle sentir que es capaz.
Contando historias
La lectura de cuentos infantiles en los que los personajes pasan por situaciones parecidas a las de nuestros hijos, puede ser de gran utilidad para para ayudarles a identificar y procesar lo que les sucede.
También podemos encontrar guías muy interesantes con ejercicios y pautas como, por ejemplo, Qué puedo hacer… cuando me da miedo ir a la cama o Qué puedo hacer… cuando me preocupo demasiado, de TEA Ediciones.
No obstante, no debemos dejar de consultar con un profesional si los miedos persisten en el tiempo o son demasiado intensos o desproporcionados. Si apreciamos un malestar muy significativo, o si están provocando limitaciones en la vida del menor que no se logran reconducir. Contacta con nosotros, podemos ayudarte. Recuerda que la primera sesión no tiene coste.
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