Hay realidades que provocan dolor al pensar o hablar de ellas y, por ese motivo, tienen muchas papeletas para que las rechacemos o apartemos de nuestro foco de atención. Para que les dediquemos tan solo unos segundos. Con el suicidio esta tendencia a la evitación cobra dimensiones sociales elevando el silencio a la categoría de tabú. Un tabú que tapa una realidad impresionante. En España, el suicido es la primera causa de muerte no natural entre los hombres y la tercera causa en mujeres.
¿Cómo una persona llega a decidir que no quiere vivir más? No es un fenómeno sencillo de explicar ya que no suele haber una única causa. Es cierto que se sabe que la falta de una red de apoyo fuerte, que dé soporte y ayuda a la persona que piensa seriamente en quitarse la vida, aumenta las posibilidades de que se lleve a cabo con éxito. Y es que guardarse los problemas para uno mismo no suele ser una buena idea en ningún caso. Por eso, las personas que viven en situaciones de marginalidad o rechazadas socialmente, como los enfermos mentales, presentan tasas más altas de suicidio. Porque están solas.
Una vez que la persona que piensa en el suicidio recibe ayuda psicológica, es el profesional el que tiene que medir esa intención y tratar este asunto como algo prioritario, buscando la formula más adecuada para frenar esa idea y prevenir que vuelva a darse en el futuro como una opción posible.
Varios artículos sobre el tema se han publicado a raíz de la pandemia, donde la intención de suicidio entre la población ha aumentado. Os dejamos un enlace a uno de esos artículos publicado, en este caso, en el diario ABC.