El suicidio, en los últimos meses, ha sido un tema candente en los medios de comunicación y en la sociedad, bien por ser una realidad compleja, por el tabú social o por desconocimiento de este tipo de actos. En este tiempo de pandemia los intentos de suicidio han aumentado (ver ‘El suicidio, un problema silente‘, de Maribel Gámez, Blog del Centro, 7-5-2021) . La incertidumbre, el miedo al contagio y el aislamiento son factores que han favorecido, sin duda, a que se dé este incremento.
Existe la creencia de considerar al acto o tentativa de suicidio como una acción individual, pero nada más lejos de la realidad: “Son fenómenos complejos que surgen […] de la acción recíproca entre factores biológicos, psicológicos, psiquiátricos y sociales”, según la Organización Panamericana de la Salud.
Para entender este tipo de problemática, es preciso tener claro de lo que estamos hablando. El suicidio puede definirse como la conducta o conductas realizadas por la persona, o dirigidas por ella, con la intención de acabar con su vida, incluyendo situaciones de gravedad mortal que no llegan a conseguir el fin. Se incluyen conductas activas y pasivas.
Se puede considerar una forma fallida de intentar contar y comunicarse con el entorno para sentirse mejor y como salida a una situación extremadamente dolorosa para la persona que lo sufre, sin herramienta para salir de ella.
La persona que quiere suicidarse, no sabe gestionar lo que la vida le trae, que puede verse agravado por problemas que esa persona experimente de carácter psicológico y psiquiátrico. A eso se le puede sumar que su entorno sea muy reducido o que no le puede aportar soluciones, siendo, como posibilidad también el foco de problemas.
Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran un aumento del 7,4% (3.941 fallecidos) en el año 2020, año del inicio de la pandemia. Es la primera causa de muerte externa en 2020, seguida de los accidentes viales. La Comunidad de Madrid se encuentra entre las cinco comunidades autónomas con mayores registros de suicidios (Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana, Madrid y Galicia).
Pero lo alarmante de estas cifras, según la Organización Mundial de la Salud, son las personas que lo intentan. Por cada suicidio que llega a ser consumado, hay 20 personas que realizan el intento de hacerlo.
Existe una clasificación de conductas relacionadas con el suicidio que ayudan a entender en qué momento se encuentra la persona que intenta llevar a cabo este tipo de actos dañinos hacia sí mismo:
Suicidio frustrado: Cuando circunstancias imprevistas lo impiden
Suicidio consumado: Intento con éxito.
Conductas suicidas: Conductas para conseguirlo de forma consciente o inconscientemente.
Simulación suicida: Cuando no hay una auténtica intención de llegar a él.
Riesgo suicida: Posibilidad de atentar deliberadamente contra la propia vida.
Aunque los datos reflejan que son los hombres los que muestran una mayor tasa de suicidio (74%, 2.938) frente las mujeres (26%, 1.011), es importante ir más allá de estos datos, considerando tanto los actos consumados, como los intentos y sus formas, por género.
Los hombres consuman más el acto, pero las mujeres llevan a cabo más intentos según la Asociación de Profesionales en Prevención y Postvención del Suicidio.
Hombres y mujeres somos diferentes en los métodos que utilizamos para los intentos de suicidio siendo más agresivos los hombres (ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación y salto desde un lugar elevado), frente a las mujeres, que utilizan métodos menos agresivos, como la intoxicación medicamentosa.
Para saber más:
Observatorio del Suicidio en España 2020:
