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  • Foto del escritorEva Vaillo

TUVE MIEDO

Actualizado: 18 abr 2023



): ¡Hola a todos! Me llamo Eva. Supongo que algunos ya me conoceréis por los comentarios que voy dejando por el blog, esas reflexiones e incesantes preguntas que a veces, después de leer comparto. Imagino que te habrás dado cuenta de que soy una persona un tanto activa en el blog, disfruto leyendo los comentarios de otras personas y conocer su punto de vista, por eso me gusta compartir mis reflexiones por aquí. La verdad es que me empecé a interesar por la psicología durante los primeros años de carrera, tenía y tengo asignaturas que tratan de aunar a la lingüística con este campo y lo cierto es que me ha parecido muy interesante estudiar conceptos como el bilingüismo o la adquisición del lenguaje desde el punto de vista psicolingüístico, que es como mis profesores llaman a esta relación. Y bueno, si eres nuevo por aquí y nunca te has topado conmigo, bienvenido, estamos en el mismo barco porque yo también soy nueva en esto de escribir, esta es mi primera entrada y comienza en 3, 2, 1….



Encabezo mi artículo con un poema que pienso que ilustra bastante bien por qué decidí pedir ayuda. Lo escribí una mañana de verano de 2020, sentada sobre una silla de hierro blanca y con vistas a las montañas y lo titulé Esa sombra. El día no tenía ninguna nube de por medio, y los rayos del sol se colaban por entre las ventanas de las casas. Hacía un día precioso, pero el color negro se colaba entre mis pensamientos, robando un poco de energía a mi cuerpo, presagiando tormenta.



Tuve miedo. Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez


Esa sombra


Detrás y a mi espalda

hay una sombra que me sigue y acecha durante el día.

Corre y camina a mi vera cuando yo lo hago:

en solitario, en compañía, detrás mía.

Sé que está ahí, siempre está ahí.

Lo sé. Me deja saberlo.

Es silenciosa. Como el viento y las nubes.

Pero está ahí, lo sé.

Se comunica entre susurros con sus otras amigas,

lo sé, las escucho trajinar. Y no sé cuántas habrá.

A veces hago como que me importa, otras me importa y otras paso de ello.

Sé que la última opción es la mejor, me lo repito miles de veces.

Pero otras no puedo evitar pensar qué dirán,

qué planearán o estarán planeando.

Susurran tan despacio, con tanto cuidado y para sí mismas

que resulta complicado adivinar de qué estarán hablando o qué ideas estarán cruzando sus mentes.

Son pequeñas pero matonas.

El miedo personificado.

Mi propio reflejo en forma de susurros y palabras mal pronunciadas al otro lado del balcón en

forma de sal.

Soy yo misma.



Tuve miedo. Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez


Si tuviese que escribir una palabra que recogiese generalmente cómo me sentía antes de pedir ayuda sería sobrepasada. Sentía que había traspasado ciertos límites conmigo misma, pero también descubrí que era muy sensible a lo que ocurría en el exterior y eso con frecuencia, influía en mi estado de ánimo y en la capacidad de gestionar mis emociones y lo que pasaba fuera de una manera adecuada. El día que observé de manera clara que me afectaban los detalles que acontecían a mi alrededor fue un día mientras comía. Mi madre tenía de fondo puesto el telediario, hablaban del periodo de confinamiento y el COVID. Yo no tenía muchas ganas de comer, me dolía un poco la tripa. Y escuchar el telediario estaba revolviendo aún más mi estómago. En esos momentos, no sé si fui muy consciente de que me estaba afectando, pero tras vomitar lo que había comido, llorar y que el dolor de tripa aumentase un poco más, empecé a plantearme que algo no estaba yendo bien. Después del confinamiento y durante la época de verano reflexioné un poco sobre mis rutinas de aquel año y reparé en que académicamente, había sido bastante sobrecargado en trabajo. No había habido clase para la mayoría de las asignaturas que cursaba en el segundo cuatrimestre. Sé que la universidad intentó adaptarse en muy poco tiempo lo mejor que pudo a la situación, pero mi realidad en ese momento era la siguiente: de las ocho asignaturas que realizaba durante el segundo cuatrimestre, solamente siguieron el horario de clases normal online dos de ellas y dos profesores de otras dos asignaturas decidieron grabar vídeos con algunas de las explicaciones que consideraban claves. Creo que ese año fue el año que más trabajo hice de los cuatro que llevo en la universidad, parecía que las lecturas que tenía que leer o los ensayos y ejercicios que me quedaban por hacer, no se iban a terminar nunca. Ahora, tras revisar la agenda en la que apuntaba las tareas que me quedaban por hacer, me sorprendo a mí misma al pensar en la cantidad de tareas que era capaz de realizar. Apenas dejaba algo de tiempo para mí, para descansar y evadirme haciendo cosas que me gustan. Había días que cuando me permitía tener un poco de tiempo para mí, mi cabeza me traía algún pensamiento difícil de procesar, relacionado con la acumulación de tareas en los estudios, por ejemplo. Ahora mismo, se me viene a la mente un día en el que me apetecía escribir después de estudiar, me gusta mucho, pienso que me ayuda a conocerme un poco más a mí misma. Las palabras pueden llegar a ser mágicas, hacerte soñar con tan solo cerrar los ojos, pero a veces también pueden llegar a dañar y hasta ser tus propias enemigas. Así que cogí un cuaderno y un bolígrafo, me senté sobre mi cama y empecé a escribir en forma de poema lo que estaba sintiendo en ese momento, cuando los pensamientos estaban presentes. No es tu culpa es el resultado de ello.



Tuve miedo. Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez


No es tu culpa


Hoy siento que no debería estar aquí sentada,

y menos escribiendo sandeces sobre mi libreta.

Pero lo necesito. Necesito despejarme y respirar.

Mi cabeza no para de dar vueltas,

y tampoco ha parado cuando vio aquella pila de papeles sobre mi escritorio.

Aunque ni siquiera parece que vaya a remitir ahora, mientras estoy escribiendo.

Me siento mareada y lo odio.

Lo odio porque lo más probable es que fuera evitable,

y para más inri, mi culpa.

Mi culpa por dejarme influenciar, tomarme el tiempo necesario y dejar que todo se acumulase.

Sí, probablemente fuera así, que sea así.

Pero yo realmente ya no lo siento así,

porque ya no siento nada.

Ya no siento nada excepto un gran vacío que me llama,

me clama entre sus garras,

y me susurra al compás de los latidos de mi corazón que no tengo nada.

No tengo nada más que palabras y tinta entre mis manos;

la mejor y peor de las armas,

la única que siempre me permite soñar y sentir cuando necesito a su vera.

Aunque, ante todo, evadirme y calma.

Justo como ahora, mientras escribo estos versos;

siento como ellas me abrazan, reconfortan y repiten:

‘no es culpa tuya’.


Algunas situaciones con los estudios me hicieron tomar distancia. Me sentía muy cansada. A veces me costaba hasta hacer deporte. Sentía que necesitaba descansar. Necesitaba parar por un tiempo. No hacer nada, el cuerpo me lo pedía. Y yo lo necesitaba. Necesitaba recargar mi energía de nuevo para intentar comprenderme mejor y poder volver a estar bien conmigo misma. Y fue un camino incómodo en el que había piedras, baches y curvas pero que merece la pena arriesgarse y transitar porque mientras vas caminando por él quizás encuentres alguna flor que crece en pendiente y que te recuerde por qué vale la pena atravesarlo.

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