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LEER LA MENTE Y CAMBIAR EL COMPORTAMIENTO YA NO ES CIENCIA-FICCIÓN




Neuroderechos: un futuro que es presente


Leer la mente y cambiar el comportamiento ya no es ciencia-ficción. Neuroderechos: un futuro que ya es presente

El pasado mes tuvo lugar en el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, organizada por su Sección de Robótica, Inteligencia Artificial y Realidad Aumentada, una jornada para abordar el tema de los Neuroderechos. Moderados por Santiago Mediano, Presidente de la Sección organizadora, participaron en la misma:

Rafael Yuste, neurobiólogo e impulsor del proyecto BRAIN (Brain Research Through Advancing Innovative Neurotechnologies) y de la Iniciativa Internacional del Cerebro (IBI – International Brain Initiative); Pedro Maldonado, Licenciado en Ciencias Biológicas y Magister en Ciencias Fisiológicas de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias de la Universidad de Pennsylvania y post doctorado en el centro de Neurociencia de la Universidad Davis de California; y, finalmente, José Luis Peñaranda Ramos, Letrado de las Cortes Generales y Profesor Asociado de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.

Leer la mente y cambiar el comportamiento ya no es ciencia-ficción. Neuroderechos: un futuro que ya es presente

La imparable evolución de la neurociencia y, en paralelo, de la neurotecnología, ha permeado la esfera de la privacidad mental. La mente, hasta ahora considerada un reducto inexpugnable de la privacidad personal, porque efectivamente lo era, constituye ahora un campo de datos cuya lectura cada vez es más transparente y accesible.


Ha llegado el momento, por tanto, de implantar límites éticos a estas posibles invasiones erigiendo unos neuroderechos que protejan efectivamente la privacidad mental de todas las personas.


Los neuroderechos son el nuevo marco jurídico internacional de derechos humanos destinados específicamente a proteger el cerebro y su actividad a medida que se producen avances en la neurotecnología, tal y como lo desarrolla la plataforma NeuroRights, liderada por la Universidad de Columbia en Nueva York e impulsada por una comunidad internacional de científicos.


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Es por ello por lo que el impulso de la inclusión de los neuroderechos en la Carta de las Naciones Unidas tiene por objetivo “proteger la actividad y los datos del cerebro”. Y las tareas pendientes se han de centrar en el desarrollo de un código deontológico para los científicos implicados en la neurotecnología y en el reconocimiento internacional de los cinco neuroderechos:


La identidad personal, el libre albedrío, la privacidad mental, el acceso equitativo y la protección contra sesgos.


En su ponencia, Rafael Yuste informó que su equipo, en la Universidad de Columbia, ha estado trabajando con la ONU sobre este tema, con el objetivo de revisar la protección de los derechos humanos para ponerlos al día, "que no se han tocado desde el año 48" y según señala el neurobiólogo. Pero "ahora tenemos una tecnología de frontera" que obliga a llevar a cabo esa revisión.


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¿Podrán hackear nuestros cerebros? ¿Invadirá la tecnología nuestra privacidad mental? ¿Será la inteligencia artificial la que guíe nuestra voluntad y nuestras conductas?, fueron algunas de las cuestiones que se abordaron en la jornada.


"Estamos en un momento muy importante. Soy muy optimista sobre las consecuencias positivas de las neurotecnologías. Son fantásticas, pero tenemos que poner el marco apropiado de desarrollo para que no generen problemas éticos, sociales, legales...", planteó el neurobiólogo Rafael Yuste.


Dentro de las neurotecnologías, Yuste diferenció las que permiten leer el cerebro y aquellas que permiten escribir en el cerebro. Las primeras estarían en un punto más avanzado de desarrollo, pero todavía con trazo grueso, mientras que las segundas están lejos de estar accesibles.


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En sus ensayos en el laboratorio apuntó avances en neurotecnologías invasivas aplicadas a la lectura del cerebro en ratones, "en el que se han conseguido cosas fantásticas". Pero con las que se ha entendido que "si cambias la actividad cerebral desde dentro, entonces, cambias a la persona y eso debería estar protegido".



De este modo, concluye con un imperativo: "el cerebro no se toca". "Es el órgano más importante del cuerpo y no debe tocarse", aseguró como resumen de su ponencia.


En relación a la aplicación médica de estas tecnologías recordó que "las ondas magnéticas, que ya se están utilizando, han demostrado cambios en la actividad cerebral", si bien, "estas ondas magnéticas no son finas" en cuanto a poder dirigir su aplicación.


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Recordó el llamado síndrome de la Habana, el daño cerebral que se identificó en personas de las embajadas de Estados Unidos, Canadá y Cuba, cuyo origen ha sido imposible de concretar. Entre las explicaciones que se han dado para ese daño ha sido el uso de estas ondas de alteración cerebral.


Pero esta tecnología también puede ser capaz de lo mejor. "El Alzheimer, la esquizofrenia, la depresión profunda, los ictus cerebrales, los retrasos neurológicos... son enfermedades y situaciones sobre las no se puede hacer nada a pesar de los esfuerzos que hacen neurólogos y psiquiatras, pero la neurotecnología puede dar una oportunidad a este campo, a estas personas", señala Yuste.


El mapa del desarrollo de esta neurotecnología se concentra "en ciertas partes de Estados Unidos, en algunos laboratorios en Europa, Israel y Japón".


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¿Y España?"En España hay muchos institutos de neurociencia, pero desafortunadamente no se ha desarrollado la neurotecnología de una manera fuerte", el experto apuntó a la necesidad de formación en este campo, de crear interés en la iniciativa privada para que desarrollen esta tecnología.



Chile ha sido el primer país del mundo en consagrar la protección de los neuroderechos constitucionalmente, mediante una modificación de su Carta Magna que establece que una futura “ley regulará los requisitos, condiciones y restricciones para la utilización del desarrollo científico y tecnológico en las personas, debiendo resguardar especialmente la actividad cerebral, así como la información proveniente de ella”. (Fuente: Diario Médico vía psiquiatría.com)


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