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SI LO PIENSO MUCHO, ¿LO ACABARÉ HACIENDO?

  • Foto del escritor: Maribel Gámez
    Maribel Gámez
  • 3 oct
  • 5 Min. de lectura
Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Pensar repetidamente en algo, invirtiendo horas, días, meses e incluso años de tiempo. Darle vueltas a una idea, de manera casi obsesiva, repetida, con dificultades para gestionar ese pensamiento que aparece y se impone sobre otros, de manera intrusiva. Esta es la definición de un tipo de forma de pensar llamado “rumia”. Sí, justo el proceso que llevan a cabo las vacas para digerir la comida. No es exactamente lo mismo, claro, pero…


Esta forma de discurrir es característica de muchos de los trastornos llamados de “ansiedad” que se definen precisamente por pensamientos intrusivos, difíciles de gestionar, que causan mucho malestar. Dependiendo de su gravedad incluso consiguen limitar la vida de la persona que lo sufre. No le dejan dormir, trabajar o relacionarse con los demás. Biológicamente se concretan en redes neuronales interconectadas, donde reside el contenido del pensamiento.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Hoy voy a dar respuesta a una pregunta frecuente que las personas que rumian formulan en consulta con el fin de que el psicólogo les dé su opinión profesional: quieren saber si por poseer esa idea constante que no les deja en paz, por vivir esa insistencia mental, es más probable que acaben haciendo realidad eso que aparece en su mente.


Para contestar a esta cuestión es imprescindible, lo primero, dividir los tipos de pensamiento en dos categorías. La primera es aquella en la que los pensamientos de rumia anticipan la llegada de placer. Esto es, que si se hacen realidad, el resultado será satisfactorio, agradable o divertido. A pesar de que el placer está detrás de hacer realidad sus pensamientos, también las personas que los tienen saben que les traerá problemas a medio o largo plazo e intentan evitar que se materialicen. Ejemplos hay muchos: darse un atracón de dulces o consumir drogas podrían ser dos de ellos. Ambas conductas ofrecen placer inmediato.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Sin embargo, la segunda categoría de los pensamientos en forma de rumia es diferente: en ella la persona teme el contenido de los pensamientos que le vienen a la cabeza y, por lo tanto, lo que se adelanta que ocurrirá si se acaban haciendo realidad es sinónimo de experimentar la peor de las pesadillas. ¿Ejemplos de esto? Uno muy común: hacerse daño a uno mismo o hacérselo a la gente que se tiene alrededor. Convertirse en una persona dañina; ser, en definitiva, una mala persona y que la gente te señale por ello.


Rumia por placer vs. rumia de miedo


Dividiendo los tipos de rumia en dos categorías se entiende bien cuáles son las consecuencias de lo que se cree que se obtendrá al pasarlo a la acción, la clave para contestar a la pregunta inicial: ¿si pienso mucho en algo es más probable que lo llegue a hacer? Pues bien, la respuesta es que si la expectativa es obtener  placer, la probabilidad de llevar a cabo el pensamiento aumenta, ya que se activan las vías dopaminérgicas que adelantan una experiencia positiva generando la motivación para llevarlas a cabo. Aunque luego pueda acarrear problemas a largo plazo, como decía, en el consumo de drogas.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Sin embargo, la segunda opción es diferente. Aquí no hay expectativa de placer, al contrario, hay temor por hacer realidad aquellos pensamientos o escenarios que generan un miedo intenso. ¿Por qué el miedo es tan profundo si solo hablamos de pensamiento? La explicación se encuentra en un fenómeno llamado “fusión pensamiento-acción”. Consiste en que las personas llegan a establecer equivalencias morales cuando piensan en algo que les da miedo hacer. Por ejemplo, pensar en hacer daño a un familiar equivale moralmente a ser mala persona aunque simplemente se haya pensado. Para estas personas pensar y hacer son prácticamente sinónimos y como lo que piensan les aterroriza, la posibilidad de terminar llevándolo a cabo y confirmar que, realmente, son malas personas, es algo que les atormenta. 

Vivir así genera que la persona haga lo posible para evitar por todos los medios que ocurra lo que imagina. Y lo consiguen de diferentes maneras: intentando no hacer caso a los pensamientos o evitando situaciones que aumenten la probabilidad de que lo que temen se convierta en realidad.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Como, por ejemplo, alejarse de sus seres queridos para no herirlos. No hay expectativa de placer en este caso, sino temor a la confirmación de sus peores pesadillas, que les convertirían justo en lo que más temen: en malas personas, provocando así rechazo u odio en quienes más quieren.


Una zona del cerebro llamada precúneo, situada en el lóbulo parietal, está específicamente involucrada en el procesamiento de intenciones relacionadas con uno mismo. En concreto, con relaciones causa-efecto que no se basan en experiencias previas, sino solo en ideas y que se atribuyen irracionalmente a la persona que lo piensa.


Juega un papel importante en la creación de la propia historia, en la responsabilidad de los actos que se cometen. Está más activado en las personas que sufren este tipo de rumia así que, con facilidad, creen que lo que piensan puede tener repercusión en el mundo real.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

En conclusión: si el pensamiento constante sobre hacer algo prevé consecuencias positivas, aunque sea a corto plazo, la probabilidad de llevarlo a cabo aumenta. Al revés, en el caso de que los pensamientos tengan que ver con temer materializar aquello que se imagina, las probabilidades disminuyen mucho.



Cómo se trata la rumia basada en el miedo


¿Cómo se trabaja en Psicología el segundo tipo de pensamientos, los que causan tanto miedo y malestar? Lo primero haciendo consciente al paciente del problema que supone pensar así y en qué momentos suelen estos aparecer, si existe un patrón. De esta forma se puede diseñar un diario en el que se haga predecible su presencia. Después, el psicólogo empezará a cuestionar la relación entre pensamiento y acción.


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Ambos, pensamiento y acción, son fenómenos independientes y el paciente debe entender que pensar no tiene que llevar al acto si no lo deseamos. Solo hay que echar un vistazo a los cientos de propuestas que la mente nos hace en el día y que desechamos porque no nos benefician o no queremos hacerlas, simplemente. Pensar  y hacer no tienen por qué ir juntas; sino que para que ocurra la persona debe desearlo mediante control consciente de sus actos.


Más adelante en la terapia, habrá que aprender a relacionarse con esos pensamientos de rumia de manera diferente: si pensarlos no significa llevarlos a cabo, como tantos otros que no se materializan, entonces no deben ser tan importantes, ¿cierto? Si temer hacer daño a tus seres queridos es solo una idea de las miles que pasan por la mente al día, ¿eso convierte en mala persona a quien lo piensa?  De hecho, ¿quién termina en las cárceles? ¿Gente que ha pensado cosas desagradables o las que las ha cometido?


Si lo pienso mucho, ¿lo acabaré haciendo? Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Una vez que ese tipo de reflexión pierde valor, se ponen en marcha estrategias de gestión del pensamiento que puedan conseguir que la frecuencia de ese pensamiento disminuya o bien disminuir su importancia cuando se haga presente. Con estas estrategias en terapia se consigue que las redes neuronales que subyacen a estos contenidos se vayan debilitando al dejarles menos espacio de expresión porque se les da menos importancia. Es decir, se habla y se piensa menos sobre ellos. Pensar no nos convierte en lo que somos. Lo que importa no es lo que la mente imagina, sino lo que decidimos hacer.


No tengas miedo a conectar con lo que piensas ni a lo que sientes. Pero si no sabes cómo manejar este tipo de pensamientos, ven a vernos, tenemos soluciones para ti.


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29 comentarios


mareafran
08 oct

⭐⭐⭐⭐⭐

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Maribel Gámez
Maribel Gámez
09 oct
Contestando a

❤️

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Javier Contreras
Javier Contreras
08 oct

¡Que manera tan eficaz de plantear las cosas tiene Maribel, Si lo que piensas es malo, tranquilidad, que podemos reconducirlo y se solucionará. Si lo que piensas es bueno, adelante, seguimos por esa línea. A la vista, parece simple sentido común, pero es que hoy es tan raro encontrar sentido común en la vida profesional y personal...

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martitagiraldez
08 oct

Siempre hay algo que aprender en estos artículos, algo útil y positivo. Gracias.

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barbaraenelcole
07 oct

A mi me ha pasado por rachas. Durante mucho tiempo, igual dos años, no me obsesiono, pero sin saber por qué, de repente, me entra una obsesión por algo que magnifico mucho, me siento muy culpable de pensarlo y lo mismo me tiro dos o tres semanas así, insoportable. Y luego, de la misma manera que me ha venido, se me va. Menos mal que me pasa cada mucho tiempo.

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Maribel Gámez
Maribel Gámez
09 oct
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Sí, como dice Andrea, no minimices la importancia del impacto de este tipo de pensamientos en tu vida. Estamos para ayudarte. Un abrazo.

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mayabohorquez
06 oct

Me da mucha confianza este blog. Sobre toco, claro, los artículos, pero también ayudan los comentarios de los lectores.

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Maribel Gámez
Maribel Gámez
09 oct
Contestando a

Qué ilusión leer esto. Gracias.

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