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  • Foto del escritorMaribel Gámez

Arte bruto. Carlo Zinelli y la conexión con el espectador


"Hay pequeñas obras que parecen poca cosa, sumariamente hechas, casi informes, pero que arrebatan muy intensamente y por eso frecuentemente se les prefiere a algunas monumentales obras de ilustres profesionales” (Jean Dubuffet, ‘El arte bruto preferido a las artes culturales’, 1949)



Arte bruto, Art Brut, fue el concepto lanzado en 1945 por Jean Dubuffet para designar al arte creado por personas ajenas al mundo artístico, sin formación académica, y haciendo especial referencia a las manifestaciones artísticas llevadas a cabo por pacientes de instituciones psiquiátricas. El artículo ‘Arte bruto. Carlo Zinelli y la conexión con el espectador’ fue originariamente publicado por Maribel Gámez en arterritory.net en septiembre de 2018. (Nota del editor)


El italiano Carlo Zinelli (1916-1974) fue uno de los creadores más conocidos dentro del mundo del Arte Bruto, debido en parte a su ingente obra, que llegó a tener en su haber mas de 3.000 piezas, la mayoría pictóricas. Su trabajo como pastor le proporcionó muchas horas de soledad apartado de otros seres humanos; y la guerra, la violencia psíquica suficiente y necesaria para que el germen de la enfermedad mental creciera hasta apoderarse por completo de él. La esquizofrenia se manifestó al volver de España, tras su intervención en la Guerra Civil Española, cuando Mussolini mandó tropas de ayuda al dictador Francisco Franco. La repetición de la vivencia en primera persona del sinsentido de otra guerra, esta vez la Segunda Guerra Mundial, terminó de trastocar su cerebro. Su vida transcurrió, a partir de ese momento, apartado de la sociedad, condenado a vivir una existencia sin perspectivas de futuro en un hospital psiquiátrico de Verona, en concreto en el pabellón de delirantes y agresivos. Y allí se quedó prácticamente hasta su muerte en 1974. Y digo prácticamente porque en 1971 el hospital de Verona cerró y pasó a estar internado en otro centro psiquiátrico en el que se negó a dibujar. Es probable que la desubicación de su entorno habitual tuviera un profundo impacto negativo en él lo que aumentó su inestabilidad mental y la consiguiente incapacitación psicológica para seguir produciendo su obra.


Cualquiera que mire con atención las principales muestras que representan a este arte marginal se dará cuenta de qué es lo que tienen en común. La mayoría de los enfermos mentales que, en la época del florecimiento del arte marginal, expresaron su mundo interno a través del arte, saturan al espectador con un mensaje, transmitiendo una obsesiva fijación por ciertos elementos que repiten en sus obras. El tiempo parece haberse detenido para ellos, dentro de una proyección donde se visualiza la misma película una y otra vez. Sus creaciones parecen un intento de reproducirla porque es lo único que su mente ve, lo único que existe. La diferencia es que cada autor tiene sus propios símbolos íntimos que repite nutriéndose de su historia personal.


En el caso de Zinelli esos símbolos son, sobre todo, siluetas humanas, anónimas, vacías y sin expresión que se repiten en series de números en toda su producción. Carcasas que nunca logran llenarse satisfactoriamente, expresando una idea que choca al instante por lo contradictoria que es. El italiano representa humanos deshumanizados, tan carentes de expresión que se convierten en meros objetos de usar y tirar creados por su mente para su tormento y en su obra con el objetivo de que le sean útiles para calmar momentáneamente la ansiedad que ellos mismos le provocan, en un intento de crear orden en un mundo caótico.


Sin éxito. Los animales, fruto de su vida en el campo, también se repiten creando un imaginario que junto a las palabras, las notas musicales y las escenas de guerra representaban toda su realidad, un escenario congelado, monótono y angustiante. A pesar de haber pasado su existencia encerrado en su propio mundo, algo de suerte tuvo Zinelli y es que, viviendo recluido en el hospital psiquiátrico de Verona, el escultor escocés Michael Noble, ingresado allí voluntariamente por sus problemas de alcoholismo, presionó en favor de Zinelli para que le proporcionaran herramientas y un pequeño estudio para continuar con sus obras. Y es que a ese escocés le impresionó lo que Zinelli mostraba al mundo ya que subyace inherente algo primitivo, de representación cruda y ancestral, con la capacidad de provocar preguntas básicas y difíciles: ¿qué identidad está detrás de esas siluetas? ¿Qué expresarían si pudieran hacerlo? ¿Qué es lo que desean? Todo lo que está vacío y no debería estarlo se convierte en un interrogante y el espectador, en este caso, lo llena con elementos personales. Así consigue Zinelli la conexión entre el que mira y su obra.


Aquellos que la ven puede apartar la mirada y descansar de las emociones que le provoca, sin embargo, Zinelli no podía desprenderse de ellas, ya que las mismas imágenes se habían convertido en una especie de venda que no se podía quitar de los ojos. Así que decidió que, por lo menos, inundaran la realidad de fuera hasta agotarla, para coger fuerzas y volver a empezar otra vez.



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