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CONVIVIENDO CON UN TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO (TOC)


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Comprobar si la llave del gas está bien cerrada antes de salir de casa. Unas diez veces. Llegar tarde al trabajo, otra vez. Estando ya allí luchar contra imágenes que vienen sin parar a la mente. Un edificio en llamas y los vecinos atrapados en ellas. Comprobar con alivio al volver a casa que nada malo ha ocurrido. Al día siguiente serán once las veces.


Esta secuencia de acontecimientos corresponde a una persona que sufre un trastorno obsesivo compulsivo. Pensamientos e imágenes perturbadoras e irracionales aparecen en la cabeza de quién lo sufre y que intenta ahuyentar a base de realizar comportamientos repetitivos que le generen tranquilidad. Un círculo vicioso que solo es útil para mantener el miedo.


Pero del miedo es posible librarse. Hoy traemos el testimonio de una persona que lo ha conseguido y con la que Maribel Gámez, la directora del Centro, dialoga sobre este problema psicológico y sus consecuencias en la entrevista que os dejamos a continuación.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Maribel Gámez: ¿Cuándo te diste cuenta de que sufrías este problema? ¿Fuiste tú o fueron personas allegadas a ti las que detectaron lo que te pasaba?


Pedro Pérez: Creo que siempre he sido así. Desde pequeño, aunque en principio no le ponía importancia, notaba algo raro en mí. Por ejemplo, colocaba objetos en una determinada posición; me ponía y me quitaba una camiseta varias veces; encendía y apagaba aparatos (TV, ordenador) tantas veces como fuera necesario, y un largo etcétera.


El objetivo de todo esto siempre era el mismo: no atraer la mala suerte, y sobre todo, no hacer daños a otros. Sentía que si no llevaba a cabo esas ‘manías’ ocurrirían graves consecuencias. Me llamaba la atención que yo no viera a otras personas hacer esos mismos actos. Pero mi TOC enseguida lo justificaba: “Tú tienes el poder de cambiar las cosas, cuidado”. Eso me generaba mucha responsabilidad.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

La superstición fue un aliciente importante en mi TOC: el mal de ojo, la mala suerte, la brujería… Elementos que no hacían más que alimentar mi problema. Por poner un simple ejemplo, me marcó una vivencia de cuando era pequeño: una vecina dio a luz a una niña. La madre nos decía a todos que cada vez que la viéramos, debíamos mirarla bien porque si no podía enfermar. Si a la niña le dolía algo, enseguida se hacía una criba de quiénes la habían visto y quién podría ser el ‘culpable’. “Tal persona la miró mal y por su culpa la niña está así”, escuchaba yo pasmado.


Hoy en día lo veo como algo irracional y fantasioso, pero en aquel momento le daba toda la credibilidad del mundo. No sólo me daba miedo la posibilidad de que con una simple mirada pudiera hacer daño, sino que también temía que otros por lo mismo me lo hicieran a mí.

Al margen de lo anterior, no me explicaba el por qué ritualizaba tanto. Sé que algo fallaba, pero ni se me pasaba por la cabeza contárselo a alguien, pues ni yo mismo lo entendía… Debí disimularlo muy bien, porque entre tantos rituales, nadie se percató de mi problema, o al menos no me lo hicieron saber. Y es que siempre ritualizaba a solas. Sólo yo podía presenciar y sufrir aquéllas ‘manías’.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

A día de hoy, me da coraje pensar que si, por ejemplo, me dolía el estómago o la garganta, lo podía manifestar sin problemas. Enseguida trataban de ayudarme. En cambio, si me daba un ‘pico’ de TOC, no podía contárselo a ninguna persona y, por ende, tenía que seguir con mi rutina como si nada me estuviera pasando.


Cuando cumplí los 18 empecé a intensificar mi ansiedad. Debía enfrentarme a segundo de bachillerato, presión por la selectividad, entrada en la universidad lejos de mi casa, carnet de conducir, separación de mis amigos (por estudios), cursos extracurriculares, crisis económica… Lo pasé fatal. Me exigía muchísimo.


Pese a superar todos esas presiones, mi TOC no se marchaba. Seguí ahí, iba in crescendo constantemente. La carrera fue muy difícil. El nivel era muy alto porque la mayoría de mis compañeros venían de la formación profesional (FP), con lo que llevaban ventaja respecto a los que veníamos de bachiller. Aquí no insinúo rivalidad sino, simplemente, nivel en el aula.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Encima, mi carrera era una nueva titulación. No había precedentes. No contábamos con experiencia de compañeros que estuvieran en cursos superiores, y digamos que los profesores venían de otras carreras y ‘probaban’ con nosotros. En segundo de carrera, me dio mi primera crisis de ansiedad: presión por exámenes y también presión de mis compañeros, por ejemplo para la obtención de la beca. Además, estudiábamos mucho, oyendo de fondo la alta tasa de paro, lo que desmotivaba un montón. Ahí mi TOC empezaba seriamente a descontrolarse.


Al terminar la carrera me empezaron los complejos y los miedos en general. Fui a una psicóloga cerca de donde vivo, pero tras varias sesiones y pese a que salía motivado, sentía que no me ayudaba lo suficiente. Mi TOC seguía igual o peor. Dejé de ir a terapia cuando empecé a trabajar. Se me hizo muy duro mi comienzo laboral, pues aquello no era el entorno más adecuado para mi problema. Y no por mi falta de experiencia, sino por problemas en el entorno laboral ajenos a mí. El TOC se empoderaba cada vez más, ya no eran sólo rituales, sino que además irrumpían con fuerza los pensamientos intrusivos/obsesivos.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

En 2020 ya no me reconocía: muchísimas cosas me daban miedo, no quería ni salir de mi casa. Y no era precisamente por la pandemia. Me daba pavor trabajar. Yo mismo trataba de recuperarme, pero reconocía que necesitaba ayuda. Es que hasta me daba miedo hablar. Lo que me echaba para atrás en la búsqueda de un especialista era precisamente eso, hablar. Hasta que un día se me encendió la ‘lucecita’ y me pregunté: ”¿Habrá psicólogos que trabajen sólo de manera online, que como mucho sólo fuera por teléfono?” Busqué en internet. Entre los primeros resultados vi una página de un centro que trataba sesiones online, así que me llené de valor, mandé un whatsApp preguntando detalles, y tras la asignación de mi terapeuta, empecé con entusiasmo la recuperación.  

 

M.G.: ¿Podrías decir que era lo que más te limitaba de sufrir TOC?


P.P.: Me limitaba muchísimo: durante años sólo quería estar en mi casa. Me daba miedo salir. Dejé de quedar con mis amigos, dejé de ver series, de escuchar música, de leer según qué cosas, de viajar… Hasta dejé de usar reloj porque me daba reparo ver la hora.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

Pero gracias a Blanca, mi psicóloga del Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez, fui retomando poco a poco todos esos hábitos. Cuando comencé a disfrutar de Netflix o de Spotify, por poner un ejemplo, parecía un niño pequeño el día de Reyes. Y así con muchos más hábitos: volví a usar reloj, usar más el teléfono para llamar, hablar con más gente, ir a una tienda de ropa, y en definitiva, a hacer vida normal.

 

M.G.: Si tuvieras que definir el problema en una frase, ¿cuál sería?


P.P.: Miedos estúpidos e irracionales, que hay que superar porque no sirven para nada.

 

M.G.: Al convivir con este problema, ¿dirías que has sacado algo positivo?


P.P.: Por supuesto. Gracias a este problema he aprendido a ser más empático y sensato. También a ser más fuerte y a que, pese a los pensamientos intrusivos, puedo ser muy feliz.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

M.G.: ¿Cómo reaccionó tu entorno al saber lo que te pasaba?


P.P.: Cuando he tenido una ‘trabada’ (un pensamiento compulsivo) por algo en concreto, y dudo sobre ella, lo que he hecho es preguntarles si esa ‘trabada’ era racional o no. Si merecería la pena seguir dándole vueltas al tema. Ellos, por unanimidad, me han ayudado a ver que la ‘trabada’ era simplemente una fantasía y que no debía prestarle atención.

 

M.G.: ¿En qué te ha ayudado la terapia psicológica? ¿Qué aspectos de tu vida ha cambiado?


P.P.: Me ha ayudado muchísimo. A grandes rasgos, me ha aportado libertad para hacer lo que quiera. Es decir, me ha hecho ver que puedo disfrutar de las cosas sin depender de mis miedos. Y me ha enseñado a aceptar mi problema, a no sentirme identificado con todos y cada uno de mis pensamientos y a emplear numerosos recursos para no tener que hacer caso al TOC.


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

M.G.: ¿Cuál es tu opinión sobre cómo trata la sociedad a las personas con TOC?


P.P.: Bajo mi humilde experiencia, no veo que el TOC sea objeto de burla, ni mucho menos. Con el TOC, la gente suele ser empática, y a pesar que no comprendan bien el problema porque no lo padecen, entienden que es precisamente eso, un problema.


Afortunadamente, en estos tiempos se ha visibilizado mucho la salud mental. Eso es importantísimo. Pero se debe seguir dando pasos para que la salud mental sea igual de vista que otras patologías. A fin de cuentas, si solemos ir a un dentista, oftalmólogo o un cardiólogo, ¿por qué no podríamos ir a un psicólogo o psiquiatra? Son profesionales igual, solo que en vez de trabajar con lo físico, lo hacen con la mente. ¿Y quién dirige lo físico? Pues precisamente la mente. Luego entonces, resulta importante cuidárnosla.

 

M.G.: ¿Qué le dirías a alguien al que le ocurre lo mismo que a ti? ¿Cuál sería tu consejo?


Conviviendo con un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez

P.P.: Le diría que acudiese a un profesional, ya sea en la sanidad pública o privada. Que sea lo más sincero posible con éste para que le haga un buen diagnóstico y unas pautas de actuación. Acto seguido, que cumpla escrupulosamente con lo que le diga el profesional.


Le diría también que piense en positivo, que haga cosas que le hagan disfrutar: hacer deporte, ver una película, escuchar una canción, charlar con gente cercana, leer un buen libro… Al miedo hay que enfrentarlo no evitándolo. Es decir, si alguien tiene miedo a la oscuridad, lo mejor es estar en un cuarto encerrado durante unos minutos, para darse cuenta que no pasa nada. Insisto, no pasa nada. Lo digo yo que he sido esclavo de muchísimos miedos. ¿Que es difícil? Sí, pero es posible. Una vez se supera el miedo, la alegría es grandiosa.


Añadiría que si por algún casual, no se pudiera ir a un psicólogo, ir al menos a un médico de cabecera, leer libros del tema, ver casos de superación, contárselo a gente… En definitiva, tener el propósito de superarlo, porque… ¡SÍ SE PUEDE! Doy fe de ello.




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