En 1987 el científico japonés Susumu Tonegawa recibió el Premio Nobel de Medicina, al demostrar a través de un experimento con ratones que sufrían depresión inducida por estrés, que estos podían curarse estimulando las células del cerebro donde se almacenan los recuerdos positivos. La reactivación de estos recuerdos contrarrestaba el impacto que habían sufrido por las experiencias adversas, hasta el punto de superar la depresión.
Los recuerdos de las experiencias vividas significativas (memoria episódica) se almacenan en el hipocampo; esta información se procesa en la amígdala, integrando las emociones asociadas a dicha información y dando lugar a las respuestas fisiológicas y motoras correspondientes. Ambas estructuras forman parte del sistema límbico, que es el principal responsable de la vida afectiva de las personas.
Me ha gustado mucho y me ha hecho recordar cosas importantes.
Muy interesante Blanca ¡¡¡¡ desconocía que los recuerdos tuviesen ese poder sobre nuestras emociones. Gracias ¡¡¡¡¡¡
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Yo practico deportes extremos y aventurismo. En algunas ocasiones me he visto muy cerca de la muerte y las circunstancias que se han dado en tales momentos constituyen recuerdos imborrables con una precisión en los detalles absolutamente asombrosa. Y con el tiempo que parece que transcurre con una lentitud increíble. Supongo que el cuerpo se atiborra en esos momentos de sustancias químicas segregadas por las hormonas que te disparan hasta extremos insospechados. Y por eso los recuerdos quedan fijados en la mente para siempre. Adictos a la adrenalina, nos llaman...
Los recuerdos son muy poderosos, quizá sean más de la mitad de nuestra pesonalidad, para bien y para mal.