DANDO VUELTAS A LA CABEZA HASTA EL AGOTAMIENTO
- Maribel Gámez

- 1 jul
- 7 Min. de lectura
UNA RESPUESTA BIOLÓGICA (Y UNA SOLUCIÓN PSICOLÓGICA) A LA FATIGA MENTAL

¿Qué es la fatiga mental?
Darle vueltas a un tema, rumiarlo, sobrepensar. Todas estas palabras hacen alusión a un solo fenómeno que puede llamarse de diferentes formas, pero que alude a lo mismo: a una manera repetitiva, constante y, casi siempre negativa, de pensar sobre un tema específico.
Es decir, discurrir sobre los problemas sin alcanzar soluciones, sin ser capaz de resolver preocupaciones que de manera constante aparecen en el pensamiento y se convierten en una verdadera pesadez. La experiencia es similar a la de escuchar la banda sonora de una película de suspense en bucle.
Una canción que podría tener, como ejemplo, esta letra:

¿Y si mi novio me deja?
No quiero estar sin él.
Quiero que estemos juntos
hasta que me haga vieja.
Como resultado de la repetición de pensamientos de este tipo a lo largo del tiempo aparece la fatiga mental, produciendo una sensación de intenso agotamiento. Una experiencia desagradable que obliga a dejar de hacer cualquier esfuerzo y, si es posible, ir a la cama a descansar.
Seguro que lo has comprobado más de una vez. No hace falta moverse del sillón para estar hecho polvo, no es necesario mover ni un músculo para experimentar una fatiga extrema.
Afortunadamente, en muchas ocasiones, el momento de disco rayado es algo puntual, pasa y a otra cosa. Sin embargo, cuando sobrepensar se convierte en una actividad reiterativa durante días, semanas o meses y la fatiga mental se convierte en rutina, hay que sospechar que pueda ser el síntoma central de algo más importante.

En dos de los problemas psicológicos más frecuentes, la ansiedad y la depresión, rumiar o sobrepensar es un comportamiento común. En el caso de la ansiedad, el pensamiento se llena de preocupaciones repetitivas sobre el futuro: ¿seré capaz de sacar todo el trabajo adelante? No sé si podré llegar a todo. Si hablamos de depresión el sobrepensar se centra en ideas recurrentes negativas sobre uno mismo: no valgo para nada, nada me sale bien.
Tanto si se sufre en un momento puntual como si forma parte de un problema psicológico, la cuestión es que tras períodos largos de dar vueltas de forma repetitiva al pensamiento, el cerebro emite una señal que indica al organismo que se ha fatigado, producto de mantener un esfuerzo mental sostenido en el tiempo. En consecuencia, después de ese esfuerzo mental, es difícil concentrarse, pensar con claridad o tomar decisiones racionales.

¿Cómo es posible que se experimente una sensación de cansancio tan intenso sin haber movido un músculo, solo pensando? Vamos a ver quiénes son los culpables de esta fatiga mental y cómo evitar que aparezca.
En la Biología está la explicación
Si tenemos que hablar de cuál es el órgano que más consume energía, ese es el cerebro. Este constituye solo entre el 2% y el 3% del peso total del cuerpo, pero consume mucha energía, aproximadamente el 20% del oxígeno del cuerpo y el 50% de la glucosa. Y eso cuando no está sobrecargado. Cuando rumiamos o le damos vueltas de manera reiterativa a un tema hacemos que el cerebro trabaje más. Y esto significa que aumenta el flujo sanguíneo que llega al cerebro, ya que un mayor esfuerzo mental requiere más oxígeno y más glucosa para conseguir mantener un ritmo alto de conexiones neuronales.

Sé que algunos (sobre todo algunas) estaréis pensando en que si pensar mucho adelgaza, este descubrimiento os puede servir para perfilar la figura ahora que el verano está cerca. Tengo que daros una mala noticia: el consumo de calorías de un cerebro sometido al esfuerzo mental que implica rumiar o a cualquier otro tipo de esfuerzo intenso es poca cosa a nivel de gasto de calorías total. No funciona como quemagrasa. Lo siento. Volviendo a la fatiga, al aumentar la actividad cerebral, dos moléculas responden a esa exigencia e, interactuando entre ellas para manejarla, son las responsables de la sensación de fatiga mental: la adenosina y el glutamato.
Es imposible rumiar sin que el cerebro este neuronalmente activo. Esto significa que las células nerviosas se están comunicando entre ellas, se excitan a nivel químico y eléctrico con el fin de compartir información y lo consiguen gracias al primer responsable de la fatiga: el glutamato.

El glutamato, un aminoácido y neurotrasmisor, es el encargado principal de que las neuronas se conecten entre ellas en el momento de realizar un esfuerzo mental sostenido como cuando sobrepensamos. Mediante un electroencefalograma veríamos mientras se rumia un cerebro bien iluminado en la zona prefrontal, ubicada en la frente; en concreto en la corteza cingulada anterior.
Esta parte del cerebro es una zona encargada del control emocional, la autorregulación, la atención y la planificación. Y su iluminación indica el número de conexiones neuronales que el glutamato está haciendo posible. A más luz, mas conexiones. Si está actividad dura mucho en el tiempo, la cantidad de glutamato que entra en las neuronas puede ser excesivo y provocar frecuentes problemas de sueño y de concentración. Incluso puede disminuir la neuroplasticidad o formación de conexiones nuevas en el hipocampo, la zona encargada de la memoria. Afortunadamente el cerebro tiene mecanismos para evitar el exceso de glutamato.

¿Quién le dice al glutamato que frene y deje de excitar el cerebro? Aquí entra en juego la otra responsable de la fatiga mental: la adenosina.
La adenosina es un nucleósido, una molécula que actúa modulando la actividad cerebral; en concreto, frenando, entre otras funciones, el exceso de glutamato. Obliga, mediante inhibición, al glutamato a dejar de excitar a las células cerebrales para evitar que se sigan comunicando de manera tan intensa. Que el glutamato se mantenga en unos niveles adecuados es esencial para la vida de las células porque su exceso, como decía, puede provocar problemas. En consecuencia, producto de la actividad de la adenosina, el glutamato entra en las células en menor cantidad, es decir, las excita menos, evitando que las neuronas sigan conectadas y, como resultado, el esfuerzo mental disminuye. Así que cuando llevamos un tiempo sobrepensando y sentimos cansancio la adenosina ya ha entrado en acción.

Al disminuir la actividad de la corteza prefontral el cerebro emite una señal que interpretamos como fatiga mental: ya no podemos concentrarnos como antes, ni prestar atención de calidad a lo que estábamos pensando. Ya no podemos pensar con claridad porque la zona del cerebro que se encarga de esas funciones está disminuyendo su actividad ante la ausencia de glutamato.
Pero la adenosina no solo frena al glutamato sino también a la dopamina, un neurotransmisor que genera placer y motivación. Inhibiéndola genera una sensación de desmotivación intensa por la tarea que se realiza. El resultado es una sensación de fatiga extrema, dificultades para pensar con claridad y tomar decisiones, así que abandonamos lo que estamos pensando por actividades más sencillas que no requieran un gasto energético cerebral intenso. Al cambiar de actividad a otra que sobrecargue menos el cerebro, este se protege de los efectos nocivos de la fatiga mental.

Pero aún hay un asunto que explicar: ¿por qué suele ir acompañada la fatiga mental de la física?
Como decía antes, cuando sobrepensamos, esta actividad suele aparecer con contenidos preocupantes de carácter negativo. Si has seguido los contenidos del Blog con regularidad sabrás lo que voy a decir a continuación: que pensamientos preocupantes repetitivos mantenidos en el tiempo generan estrés.
Y el estrés provoca aumento de la frecuencia cardíaca, tensión muscular y aumento de la vigilancia sobre el entorno. A la fatiga mental también se le suma la física de tener que mantener un cuerpo tenso y un corazón acelerado.
Soluciones desde la Psicología

Si se siente fatiga mental con frecuencia lo primero es descartar problemas médicos como, por ejemplo, uno muy habitual: la anemia. La falta de hierro influye en la cantidad de oxígeno que llega al cerebro y puede generar fatiga como síntoma.
Descartado lo médico, queda lo psicológico como explicación a la fatiga mental. Independientemente de si el sobrepensar es algo puntual, o se sufre un problema psicológico, como en el caso de la depresión o la ansiedad antes citados, en la gestión del pensamiento está la clave para evitar la fatiga mental que provoca el sobrepensamiento.
El objetivo es gestionarlo y para ello, lo primero es aprender la capacidad para detectar, entre otros tipos de pensamiento, el rumiante. Una vez detectado se debe saber qué hacer con él, cómo manejarlo para convertirlo, o bien en un pensamiento productivo encaminado a resolver aquello que preocupa, o a ignorarlo como otros miles de pensamiento que cruzan la mente todos los días.

La cuestión es crear una rutina de manejo de forma que no sobrecargue el cerebro evitando la fatiga y una pérdida de tiempo valiosa, malgastado en prestar atención a pensamientos que solo agotan y no ayudan a resolver problemas.
Conclusión
En conclusión: la fatiga mental es el resultado de un esfuerzo dedicado a pensar de manera repetitiva en contenidos negativos. La persona que lo sufre experimenta un cansancio mental extremo que no le permite pensar con claridad, prestar atención o tomar buenas decisiones. A la fatiga mental se le suele sumar también la fatiga física que acompaña al estado de estrés que genera el sobrepensamiento o rumia.
Las bases biológicas dan la respuesta al fenómeno en el que un neuromodulador y un neurotransmisor, la adenosina y el glutamato respectivamente, actúan generando la sensación de fatiga en el cuerpo.

Como consecuencia, la persona siente cansancio extremo, abandona el sobrepensamiento y, de esta manera, el cerebro puede descansar. Para evitar la fatiga hay que saber detectar que se está sobrepensando y tener estrategias eficaces de manejo del pensamiento.
Si te cuesta detectar cuándo estás sobrepensando o cómo gestionarlo, no dudes en llamarnos. Te podemos ayudar.
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Como siempre, marcando un hito reseñable un nuestras preocupaciones, que gracias a artículos como este se convierten en ocupaciones. Enhorabuena una vez más.
Muy útil, gracias.
A mi lo que me preocupa es la línea difusa entre el malestar por runrún y el producido por el sobrepensamiento. No parece fácil distinguirlos.
Pensamientos de contenidos negativos como resultado de una vida con centenidos negativos. Conozco a un montón de gente que escapa de los pensamientos negativos negando radicalmente que su vida sea triste y penosa. Convierten ver cuatro horas de serries y cenar una pizza en la más maravillosa aventura de una vida plena. Y, por cierto, de follar ni hablamos. A dormir que mañana hay que madrugar.
Me pasa mi pensamiento mi cabeza da vueltas a todos mis problemas. No te deja dormir te sientes mal.y porsupuesto el estrés es lo peor
Como siempre gracias maribel.