La convivencia con una persona que padece depresión es una experiencia muy dura que vive un porcentaje importante de la población, dado que es una de las enfermedades mentales con mayor incidencia en nuestra sociedad.
El propio desconocimiento sobre la verdadera naturaleza de este trastorno, genera en sí una mayor dificultad para afrontarlo. No entender lo que le pasa a la persona con depresión puede llevar a los convivientes a cometer errores durante este grave proceso, que no solamente incidan negativamente en la evolución del mismo, sino también en su propia salud mental llegando a padecer mucho sufrimiento.
La depresión es una enfermedad cuya sintomatología se caracteriza principalmente por la pérdida o interés por las cosas o actividades con las que antes la persona disfrutaba, trastornos en el sueño (insomnio o hipersomnia), aumento a disminución del apetito, cansancio e incluso sensación de entumecimiento, sentimientos persistentes de tristeza, desesperanza, culpabilidad, irritabilidad, indefensión, incomprensión, frustración, rabia…
La persona deprimida tiende a aislarse, disminuye su capacidad de concentración, puede mostrase irritable e incluso sufrir un grave deterioro en el funcionamiento de la vida diaria. No obstante cabe destacar que hay personas que padecen depresión y continúan cumpliendo con sus rutinas. Esto puede depender del grado de gravedad de la misma, y de la particular forma de manifestarse en cada individuo.
La persona o personas que conviven con ello, también pueden verse seriamente afectadas debido a la carga que implica el tratar de sacar a la persona deprimida de ese oscuro y profundo pozo, motivados por el amor que se siente por ella y el anhelo de que se ponga bien. Pesa además en gran medida el miedo a que no se recupere y vuelva a ser la persona de antes, a cometer errores que le puedan perjudicar e incluso a que se haga daño.
Las responsabilidades y tareas que la persona deprimida ha tenido que aparcar durante su proceso de recuperación, caen sobre las espaldas de los convivientes generando en ellos un gran malestar por el que pueden verse sobrepasados.
Puede llegar a ser altamente frustrante la incomprensión que implica el no entender por qué han caído en depresión, incluso cuando se encuentran en un buen momento de sus vidas. Es difícil entender por qué no pueden salir de ahí pese al esfuerzo que hagan sus seres queridos e incluso pueden llegar a plantearse si son ellos el problema, sumándose a todo esto la culpabilidad y por supuesto, también la desesperanza.
Algunas claves que pueden ayudar al familiar, a la pareja o al amigo que convive con esta enfermedad son:
· Informarse sobre la naturaleza de la depresión, saber cómo se desarrolla, cuáles son los principales síntomas y sobre todo entender, que no se trata de algo que el enfermo pueda controlar por el mero hecho de querer mejorar.
· Identificar la red de apoyo de la persona y repartirse las ayudas que necesita, una sola persona ante este problema puede llegar a verse desbordada por la situación. La responsabilidad de la recuperación del enfermo no es del familiar aunque indudablemente juegue un importante papel durante el proceso.
· Asesorarse con un profesional de la salud mental, no sólo para ayudar al paciente, que en muchas ocasiones se niega a recibir terapia, sino también para explorar si uno, como familiar, también necesita ayuda especializada.
· Legitimar los propios sentimientos y buscar apoyo para expresarlos y manejarlos. El conviviente tiene derecho a sentirse agotado, frustrado y triste. Aunque el paciente sea quien más sufre, las personas más allegadas no deben invalidar su propio malestar.
· Conviene tener en cuenta que la persona deprimida puede llegar a sentirse muy culpable por el hecho de no tener un motivo de peso para sentirse así, y es que no es necesario tenerlo para caer en esta enfermedad. Ayuda enormemente decirle que no es culpable de lo que le sucede ni que ha de tener una razón para estar así.
· El paciente deprimido no elige padecer este trastorno, por lo que se deben evitar comentarios como “es que parece que no te quieres poner bien”. Esto puede llevarle a sentirse aún más incomprendido o peor aún, a sentirse juzgado y aumentar su tendencia a aislarse.
· El conviviente debe llevar a cabo rutinas de autocuidado, el hecho de que el enfermo no tenga capacidad para disfrutar no implica que el resto tengan que dejar de hacerlo, de hecho, esto puede generar un gran alivio al deprimido, al ver que su enfermedad no genera tanta limitación a su alrededor. Por ello es tan importante repartirse los apoyos, otra persona puede acompañar al enfermo mientras el que más tiempo pasa con él se toma esos respiros que tan necesarios son para salir adelante y sobrellevar la situación.
· Es muy importante celebrar cada logro que lleve a cabo la persona deprimida, por pequeño que sea. Esto le ayudará a motivarse y a sentir que ese esfuerzo ha valido la pena, al igual que es importante transmitirle que aunque vaya despacio llegará un momento en que mejorará y volverá a ser feliz. Hay que hacerlo llegar desde la sinceridad y el convencimiento por lo que si un día se está totalmente desesperanzado, es mejor esperar a tener más energía.
· La persona con depresión puede tener un gran bloqueo a la hora de expresar sus sentimientos, por ello no conviene forzarle, porque quizá tenga miedo a preocupar a los demás, puede que esté muy asustado o que no sepa explicar cómo se siente. También puede creer que no le van a entender o sentirse avergonzado por no ser capaz de manejarse con su trastorno, por lo que es mejor dejarle la puerta abierta sin obligarle y lanzarle claro el siguiente mensaje “respeto tu silencio, pero si necesitas hablar puedes contar conmigo”.
· Al deprimido no se le puede “obligar” a sentirse bien. Es necesario respetar sus sentimientos y tratar de no agobiarse si no desea asistir a un evento social o pasar una hora en el gimnasio. La clave es motivarle y reforzarle si ha conseguido por ejemplo pasar un rato con sus amigos, aunque su participación haya sido mínima.
· Lo retos que se le planteen a la persona deprimida deben ser valorados por el terapeuta que esté llevando el caso, no es adecuado sobreproteger paciente pero, el nivel de exigencia debe estar adaptado a la capacidad real que tenga en ese momento. No hay que olvidar que es un trastorno afectivo muy invalidante, por lo que ser capaz de salir a comprar el pan o sonreír al escuchar una canción, por ejemplo, puede ser una gran victoria por poco que nos parezca.
· Por último, aunque no se logre comprender en su totalidad el malestar de la persona con depresión, la escucha activa y la empatía le ayudarán a sentir que no está solo frente a su problema. No es necesario tener una respuesta para todo lo que plantea, a veces simplemente basta con mirarle a los ojos, cogerle de la mano y decirle que encontraremos el camino para mejorar y salir adelante.
Muy didáctico el artículo y me ha ayudado a entender un poco más, esa enfermedad “incomprendida”. Gracias.
Buen artículo
❤️
Me ha gustado mucho
❤️