Un mismo cerebro, 5 etapas: transformaciones a los 9, a los 32, a los 66 y a los 83 aƱos
- Centro de PsicologĆa Maribel GĆ”mez
- hace 21 horas
- 4 Min. de lectura

Durante dĆ©cadas, la neurociencia ha descrito la vida del cerebro humano como un desarrollo con una evolución relativamente simple: crece vertiginosamente en la infancia, alcanza su madurez en la juventud y luego inicia, poco a poco, un proceso de deterioro. Sin embargo, un estudio reciente publicado el pasado 25 de noviembre en Nature Communications por los investigadores Alexa Mousley, Richard A. I. Bethlehem, Fang-Cheng Yeh y Duncan E. Astle propone un retrato mucho mĆ”s complejo y sorprendente: nuestro cerebro no envejece de forma lineal, sino que atraviesa cinco grandes fases a lo largo de la vida, delimitadas por cuatro āpuntos de inflexiónā en los que su organización interna experimenta una profunda transformación.
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El estudio Topological turning points across the human lifespan [Puntos de inflexión topológicos a lo largo de la vida humana], basado en mÔs de 4.000 imÔgenes de conectividad cerebral de personas de entre 0 y 90 años, revela una historia inesperada: a medida que crecemos, maduramos y envejecemos, las redes neuronales cambian su forma de comunicarse, reorganizan sus rutas internas y redistribuyen su eficiencia de una manera que recuerda mÔs a un organismo que se adapta que a una mÔquina que simplemente se desgasta.

Primera fase (0ā9 aƱos): el cerebro constructor
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La vida mental comienza en un torbellino de conexiones. Al nacer, el cerebro es un hervidero de enlaces neuronales: millones y millones de caminos que se crean sin descanso. Es la etapa en la que el entorno moldea con mayor fuerza. Cada estĆmulo, cada experiencia y cada aprendizaje deja una huella duradera.
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A partir de los primeros años, llega una poda masiva: el cerebro elimina conexiones redundantes y consolida las mÔs útiles. Se construyen los cimientos de habilidades como el lenguaje, la atención o el control emocional. Es un periodo de enorme plasticidad, pero también de fragilidad.
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Segunda fase (9ā32 aƱos): el cerebro optimizador

A partir de la preadolescencia y hasta bien entrada la treintena, comienza una transformación silenciosa pero decisiva. El cerebro afina su arquitectura interna para hacerse mÔs rÔpido, integrado y eficiente. Las rutas de comunicación se vuelven mÔs cortas y directas; las regiones cerebrales cooperan con mayor fluidez.
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SegĆŗn el estudio, es precisamente en esta etapa cuando la eficiencia global del cerebro alcanza su punto mĆ”ximo, alrededor de los 30 aƱos. Esto explicarĆa por quĆ© la juventud y la adultez temprana son Ć©pocas especialmente fĆ©rtiles para el aprendizaje complejo, el pensamiento flexible y la creatividad.
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Tercera fase (32ā66 aƱos): el cerebro estable
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Tras esa optimización llega una larga meseta, la mĆ”s extensa de todas. Durante mĆ”s de tres dĆ©cadas, la topologĆa cerebral āla forma en que sus regiones se conectan entre sĆā se estabiliza notablemente. No hay grandes revoluciones, sino ajustes finos: las redes se vuelven mĆ”s especializadas y cada zona del cerebro afina su papel.

Esta etapa coincide con un periodo vital igualmente estable: madurez profesional, consolidación personal, habilidades basadas en la experiencia. El cerebro se apoya menos en la velocidad y mĆ”s en la pericia acumulada. PodrĆa decirse que la mente entra en su āedad de la maestrĆaā.
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Cuarta fase (66ā83 aƱos): el cerebro reorganizador
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A partir de los 66 aƱos, el equilibrio comienza a cambiar. No se trata aĆŗn de un deterioro brusco, sino de una reorganización progresiva. La materia blanca ālas autopistas por las que viajan los impulsos nerviososā empieza a mostrar seƱales de desgaste. El cerebro, sin embargo, compensa esta pĆ©rdida adaptando sus rutas: recurre a circuitos alternativos y fortalece conexiones locales.
Estos cambios pueden traducirse en una ligera disminución en la velocidad de procesamiento o en la necesidad de mayor esfuerzo para tareas antes realizadas automÔticamente. Pero también revelan un aspecto fascinante: incluso en el envejecimiento temprano, el cerebro sigue siendo un órgano dinÔmico.

Quinta fase (83 aƱos en adelante): el cerebro local
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En los Ćŗltimos aƱos de la vida, los cambios se vuelven mĆ”s pronunciados. El estudio muestra que las conexiones globales ālas que comunican regiones distantesā se debilitan de forma notable. Para seguir funcionando, el cerebro se apoya cada vez mĆ”s en circuitos locales, muy especializados.
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Esta reconfiguración ayuda a explicar por quĆ© algunas capacidades, como la memoria reciente o la multitarea, se vuelven especialmente vulnerables. Pero tambiĆ©n por quĆ© otras ācomo el vocabulario, el juicio emocional o la sabidurĆa prĆ”cticaā pueden mantenerse sorprendentemente estables: dependen de redes locales que resisten mejor el paso del tiempo.
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Una hoja de ruta reorganizativa

MÔs que describir un declive, los investigadores hablan de una reorganización continua. La arquitectura cerebral es mucho mÔs dinÔmica de lo que se pensaba. Se adapta en la infancia, se optimiza en la juventud, se estabiliza en la madurez y se reconfigura al envejecer.
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Este nuevo modelo plantea preguntas fascinantes: ¿En qué etapa somos mÔs vulnerables a ciertos trastornos? ¿Podemos intervenir en momentos clave para fortalecer la salud mental? ¿El envejecimiento es una pérdida inevitable o una transición hacia otra forma de organización cerebral?
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Lo que estĆ” claro es que el cerebro no es un motor que se apaga lentamente, sino un sistema vivo que cambia de estrategia a lo largo del camino.
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Y, segĆŗn este estudio, ese camino estĆ” marcado por cinco grandes edades que, juntas, cuentan la historia completa de lo que somos.

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