-Vas a suspender.
-Ya estamos. Llevo semanas estudiando, lo voy a hacer bien, siempre apruebo.
-Suspenderás.
-Déjame en paz.
-Lo harás mal.
-Me estoy poniendo nerviosa, ¡qué pesadilla!
-¿Y si suspendes?
-¡Cállate!
-Si suspendes, tu carrera se va a la mierda, adiós futuro. Vivirás debajo de un puente y además tendrás pocos cartones para taparte.
-No es verdad.
-¿Y si suspendes?
...
¿Qué te ha parecido este diálogo? Fíjate bien en cómo el primer interlocutor habla al segundo. ¿Notas algo extraño en su manera de intervenir en la conversación? Está claro que se muestra de forma muy negativa con el resultado de lo que el segundo se dispone a hacer, que es enfrentarse a un examen. Solo se fija en la posibilidad de que fracase, se repite mucho mandando el mismo mensaje cenizo una y otra vez, reiterándose de manera obsesiva en esa posibilidad y no en otras.
No solo le augura un suspenso en el examen sino que además, ese resultado dará, con seguridad, al traste con su futuro. Como consecuencia de ese fracaso académico puntual al segundo le espera una vida ominosa, terminará viviendo en la calle como una indigente de la peor manera posible, teniendo incluso menos recursos en comparación con otras personas sin hogar. Durante la conversación le ignora totalmente a ella y a sus intentos de convencerle de que lo que dice es mentira, de que la deje tranquila y de que se calle.
¿Crees que este diálogo lo han mantenido dos personas? Puede parecerlo pero, lo cierto, es que no es así. El primero es un pensamiento, una respuesta cognitiva que aparece ante un reto. Es muy posible que esta situación te suene familiar. ¿Quién no ha tenido que enfrentarse a múltiples exámenes durante su vida y le ha asaltado el miedo a no conseguir superarlo? Lo que le ocurre al segundo interlocutor es que sufre un momento de ansiedad caracterizado por una preocupación pesada e insistente que no deja de venirle a la cabeza. Cuando la ansiedad aparece, podemos recibir mensajes de miedo repetitivos como una manera de llamar la atención sobre algo que una parte de nosotros interpretamos como amenazante del mundo exterior.
Para protegernos, se supone, aunque muchas veces no acierta y vive como amenazas situaciones que no lo son o las magnifica mucho. Para el segundo interlocutor, a estas alturas del artículo ya podemos ponerle nombre, para Carla, esto que le ocurre no es nuevo. No es la primera vez que piensa en que suspenderá y se siente atenazada por el miedo. Una parte de sí misma se está diciendo que aprobará, como siempre hace. La realidad de una vida pasada llena de aprobados le da la razón. Sin embargo, lleva años con la misma ansiedad, escuchando los mismos mensajes terroríficos.
¿Por qué los pensamientos no le dejan en paz? El misterio reside en que Carla está cometiendo un error cada vez que esos pensamientos vienen: intentar convencerlos de que no dicen la verdad, de que no deberían asustarla y de que se callen, tal y como aparece en esa supuesta conversación. Hablar, debatir o razonar con nosotros mismos es una actividad que hacemos todos. Nos ayuda a pensar, a llegar a conclusiones y a resolver problemas. Pero como toda herramienta, no sirve en todas las situaciones. Cuando el cuerpo ha entrado en un estado de ansiedad, manda mensajes de miedo como una alarma que se enciende, emite sonidos y tiene una luz que parpadea.
¿Intentarías convencer a una alarma de que debe apagarse? ¿O simplemente pulsarías el off para que dejara de emitir sonidos molestos? Pues de manera muy parecida hay que tratar a los pensamientos atemorizantes cuando vienen en algunas circunstancias.
Carla, sin quererlo ella, está actuando de manera que provoca que los pensamientos de este tipo sigan viniendo cada vez que se enfrenta a un examen. A pesar de sus innumerables éxitos del pasado, a pesar de que sabe que va preparada. Esto es así porque la protagonista está actuando como si su pensamiento tuviera las características de una voz racional. Esto es, Carla cree que el pensamiento, en ese momento, puede cambiar de opinión si se le convence con argumentos, que si se esfuerza será capaz de comprender que no tiene razones para decir lo que dice, que no debería asustarla en momentos donde ella requiere tranquilidad. Vamos, que la trata como si fuera una persona.
Así provoca un largo diálogo que no sirve para resolver nada pero que sí hace que al cerebro le llegue un mensaje: este miedo es importante porque se le presta tiempo y energía así que hay que volverlo a traer en situaciones iguales o semejantes.
La situación es similar a cuando no paramos de escuchar una canción una y otra vez. Si te fijas cuando eso ocurre, esa canción aparecerá con mucha más frecuencia en el pensamiento. Como aprendemos relacionando situaciones y estímulos, la canción se puede quedar asociada a personas, lugares, olores y venir cuando estos aparezcan y convertirse en un tema recurrente en nuestro pensamiento. Esta invasión ocurre de una manera más potente con los pensamientos atemorizantes de este tipo. Si invertimos tiempo en darles cháchara y debatir con ellos, si mantenemos la atención fija y razonamos con ellos como manera de que se marchen, volverán otra vez en la misma situación. De hecho pueden también aparecer en otras situaciones similares que los vuelvan a traer y que implican pequeños retos, como ir a una entrevista de trabajo en el caso de Carla. Entonces, nos podemos convertir en alguien que es miedoso porque los pensamientos han ocupado un lugar privilegiado en la vida, sin que nuestros debates con ellos hagan que se convenzan de que no nos hacen falta.
¿Cómo deberíamos tratarlos entonces si queremos que poco a poco los pensamientos no aparezcan?
Método para desanimar a los pensamientos negativos
Antes de que ocurra:
Haz una lista de situaciones que se repiten en tu vida en las que los pensamientos de este tipo suelen venir a tu cabeza, por ejemplo, frente a un examen. A continuación, haz otra con el contenido de los pensamientos que seguramente aparecerán: “Vas a suspender”; “No lo vas a conseguir”; “Esto es el inicio de una serie de fracasos”; “Suspenderás”; “Vas a decepcionar a todo el mundo”, etc. Estas dos listas servirán para que puedas prever el momento en el aparecerán y estés preparado para enfrentarte a ellas de otra manera, tras haber leído este artículo.
Antes del examen Carla podría pensar en la posibilidad de suspender y en las consecuencias para ella de que esto ocurra. Podría crear escenarios en imaginación realistas y tomando líneas de acción para resolver esos resultados. Este tipo de pensamiento eficaz basado en proyecciones hacia el futuro es muy diferente al que viene cuando la situación temida aparece y únicamente tiene lugar un bombardeo de pensamientos atemorizantes, sin desarrollar.
Mientras ocurre:
No discutir con ellos, ni intentar convencerles, darle al botón “off” es la clave. En ese momento lo conseguirás centrando la atención inmediatamente en cualquier otro asunto o actividad, como explicamos en este artículo. No les des tregua.
Recuerda que no es la voz de una persona la que te habla y a la que tienes que convencer, sino que el pensamiento es un fenómeno, en este caso nada útil, que cree que debe protegerte, equivocadamente, de una situación que considera dramática y no lo es, activando tu sistema de estrés.
Después de que ocurra:
Felicítate por haber comenzado el camino de educar tus pensamientos y ayudar a tu cerebro a entender cuáles son útiles y cuáles no. Recuerda que lo que estás haciendo consiste en cambiar un hábito y que requiere cierto tiempo para instaurarlo. Lo más probable es que si perseveras en esta forma de enfrentarte a los pensamientos, estos se hagan mucho menos frecuentes y así puedas enfrentar las situaciones con menos miedo, de manera más realista.
En el camino por educar tu pensamiento pueden ocurrir dificultades y obstáculos. Recuerda que este artículo lanza ideas generales en las que quizá necesites profundizar para sentirte bien.
Ven a vernos si es así, la primera consulta no tiene coste.
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Magníficos consejos, muchas gracias.
❤️❤️❤️
fabiansiroco
hace 3 días
"Yo suelo tener pensamientos que calificaría de críticos, no de negativos. Me sirven para contemplar diferentes puntos de vista sobre algunos temas o hechos y adoptar decisiones creo que mejor informadas."
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+1
¿Y qué ocurre cuando el cenizo que te augura todos los males del universo no eres tú mismo, sino una persona muy próxima, a la que no puedes evitar con facilidad? ¿Cómo se sale de eso?
Muy buenas recomendaciones, gracias.