LOS TIEMPOS ESTÁN CAMBIANDO
- Alvaro Sánchez
- 8 oct
- 7 Min. de lectura

Come mothers and fathers
Throughout the land
And don’t criticize
What you can’t understand
Your sons and your daughters
Are beyond your command
Your old road is rapidly agin’
Please get out of the new one if you can’t lend your hand
For the times they are a-changin’
The Times They Are A-Changin'
Bob Dylan, 1964
Venid, madres y padres,
de todas partes del país.
Y no critiquéis
lo que no podéis entender.

Vuestros hijos e hijas
están más allá de vuestro control.
Vuestro viejo camino se está quedando atrás rápidamente.
Por favor, apartaos si no podéis echar una mano.
Porque los tiempos están cambiando.
Los tiempos están cambiando
Bob Dylan, 1964
Corrían los años sesenta y primeros setenta del siglo pasado. La guerra de Vietnam dividía profundamente a un país buena parte de cuya población no acaba de comprender que las mismas personas que lo habían aclamado en todo el mundo por derrotar a los nazis alemanes y a los imperialistas japoneses lo acusaban ahora de imperialista y genocida por la agresión al país del Sudeste asiático.
Pero lo más increíble es que la mitad de la propia población estadounidense participaba de ese sentimiento y se manifestaba airadamente contra la política exterior de la Casa Blanca.

¡Incluso numerosos jóvenes en edad militar quemaban públicamente sus cartillas de alistamiento, arrostrando la consiguiente pena de cárcel!
En ese contexto, sorprendentemente, las calificaciones de las estudiantes universitarias se desplomaron en todos los centros académicos superiores. Aprobaban, sí; pero por la mínima. Ocurrió durante varios años. Quizá no tan sorprendentemente, sus compañeros varones pudieron esgrimir durante esos años ante las Juntas de Reclutamiento locales unas calificaciones académicas excelentes que les permitían obtener nuevas prórrogas para evitar el reclutamiento que les llevaría inexorablemente a combatir en las junglas del Sudeste asiático.
En realidad, la explicación era muy sencilla. Las universidades estadounidenses calificaban a los alumnos no sólo con valores absolutos, sino que también influía en la nota final la posición relativa de cada uno respecto de los demás. Vamos, que se corregían los exámenes con el método conocido como campana de Gauss: el 10 lo obtiene el mejor, el 9,9 el siguiente y así sucesivamente.

Conocedoras de este hecho y de que las Juntas de Reclutamiento enviaban a sus compañeros malos estudiantes a Vietnam, las universitarias deliberadamente renunciaron a hacer buenos exámenes para que sus compañeros obtuvieran las mejores notas y consiguieran la ansiada prórroga de incorporación a filas que salvaría un buen número de vidas: en 1968, por ejemplo, nada menos que unos seis mil féretros estadounidenses se repatriaron desde Vietnam.
Cierto es que si bien se libraban así del reclutamiento los buenos (o no tan buenos) estudiantes universitarios, otros grupos sociales más desfavorecidos socialmente no tenían tanta suerte. Pero lo cierto es que las universitarias hicieron lo que estaba a su alcance para ayudar a sus compañeros ante un riesgo vital, y lo hicieron en un contexto de división social que hace aún más meritoria su actitud.

Hoy día, seis décadas más tarde, una actitud colectiva semejante sería sencillamente inimaginable: no se dan en los colectivos juveniles, universitarios o no, femeninos o masculinos, comportamientos solidarios masivos con elevado coste para quienes los ejercen. Aceptar tener un expediente académico mediocre para que tus compañeros no corran el riesgo de perder la vida o ir a la cárcel no entraría en la mente de la mayoría de nuestros jóvenes contemporáneos. Ni en Estados Unidos ni en España.
Manifestarse en las redes sociales, dar likes, incluso exhibir una bufanda por la calle y hacerse un selfie, sí; hacer huelga si eres estudiante, también. Pero nada que cueste verdadero esfuerzo o dinero, como por ejemplo hacer huelga si eres trabajador. Hoy día la solidaridad pública es más bien postureo en busca de likes, pero la mayoría de los jóvenes son esencialmente individualistas.

La nota esencial que caracteriza a una buena parte, quizá la mayor, de los integrantes de las generaciones milenial y zeta es la sensación inequívoca de que van a vivir peor que las generaciones anteriores. Más acusadamente entre los zetas. Y además sienten también que se trata de una profunda injusticia, porque se consideran cada una de ellas la generación más preparada de la Historia. Consideran que los boomers han tenido la vida demasiado fácil, que les ha tocado vivir cuando todo era más sencillo y más barato, desde encontrar buenos trabajos hasta comprar viviendas dignas a precios asequibles.
Ciertamente, la aparición de nuevas formas de acceder a la propiedad de un espacio habitacional como la desarrollada por la web https://habitacion.com/, donde literalmente se puede comprar una habitación con derecho a acceso a las zonas comunes de la vivienda (cocina, cuarto de baño y salón) por un módico precio que puede oscilar entre los 60.000 € y los 90.000 €, ha puesto de manifiesto blanco sobre negro las consecuencias de la demencial política de vivienda existente: ninguna, sálvese quien pueda.

Amparándose en una figura legal, el proindiviso, de larga tradición jurídica pero de aplicación normalmente limitada a situaciones especiales o efímeras, como por ejemplo en el caso de herencias, se ofrece a los jóvenes una aparente solución a su problema inmediato de alojamiento que sirve al mismo tiempo de base para solucionar en el futuro la compra de la totalidad de una vivienda.
Inesperadamente, al parecer esta fórmula recientemente desarrollada está teniendo bastante éxito y se está realizando un número de operaciones de compraventa significativo, lo que pone de manifiesto tanto el grado de desesperación de los jóvenes por emanciparse como la carencia de capacidad de análisis económico: que algo sea legal no implica que sea rentable, y estas operaciones lo son sólo para el que vende inicialmente, ya que las compraventas sucesivas serán cada vez más problemáticas al implicar colusiones de derechos adquiridos.

Pero lo reseñable de esta situación de casi desesperación de una buena parte de la juventud tiene otra manifestación también muy problemática y desde luego absolutamente imprevisible hace pocos años en el ámbito de la salud. Si se le pregunta a cualquier persona, sobre la incidencia de enfermedades por franjas de edad, no vacilará en responder que a mayor edad menor salud. Pues bien, esto ya no es así. Actualmente la salud más frágil, o aparentemente más frágil, pero materializada en bajas laborales por ILT, la tienen los jóvenes. Y tanto más cuanto más jóvenes. ¡Increíble pero cierto!
Así lo pone de manifiesto un estudio realizado por El Confidencial realizado con datos facilitados por el INSS relativos a 2024:

Especialmente significativo resulta analizar y comparar las causas de las baja entre los diferentes grupos de edad. Las referidas a la salud mental son desproporcionadamente mayores entre los jóvenes, fundamentalmente ansiedad, depresión y estrés. ¿Qué es lo que está pasando?
La situación la describe con particular agudeza un español que no vive en España, aunque tenga siempre un pie aquí: Jesús Fernández-Villaverde, catedrático de Economía de la Universidad de Pennsylvania, en Philadelphia.
“Hace dos años tuve una reunión con una parte significativa de la élite política y económica de Madrid. Y les dije que si uno tiene 30 años en Madrid, en Barcelona, en León, en Valladolid... la vida es muy dura: los salarios en España son horrorosos, la vivienda está carísima, la educación está peor que nunca."

"Y me decían que no, que aquí se vive como en ningún sitio del mundo. Nos ha fastidiado. Si vives en un chaletazo en El Viso, y te lleva el chofer a tomar un café y unas pastitas en Mallorca, ahí reconozco que en Madrid se vive fenomenal. Creo que en España hay un problema donde a una parte importante de las élites se les ha olvidado cómo viven las personas comunes. Me cuentan los sueldos de la gente en España, y digo: ‘¿Pero cómo se puede vivir con esos salarios? ¿Cómo puede ser posible que los chavales de 29 años no estén en las calles con antorchas y guadañas prendiendo fuego al país? Me parece que estamos en una olla a presión que un día nos va a estallar, va a haber llantos y no vamos a explicarnos por qué esto ha ocurrido. De las cosas de España que más me sorprenden es la ceguera de los que están arriba de lo mal que están los chavales.” (Entrevista en El Mundo, 12-9-2025).
¿Tan mal están los salarios en España? Sí, pero casi nadie lo dice, probablemente por una mezcla de desconocimiento (la inmensa mayoría) y desvergüenza (la ínfima minoría bien retribuida, en circulante y/o en especie). Y esto lo afirma Fernández-Villaverde con profundo conocimiento de causa:

“El economista advierte de que España es, en términos económicos, mucho más pobre de lo que sus ciudadanos creen. Destaca que, en Estados Unidos, él mismo paga 85.000 dólares a sus estudiantes postdoctorales de 28 años (más que el sueldo de un ministro español [79.415,16 € en 2024]), quienes además disfrutan de una menor carga impositiva y de un seguro de salud que, a su juicio, es mejor que el sistema sanitario madrileño.” (ABC, 13-2-2025)
Se trata de buscar salidas a esta situación, absolutamente insostenible. Ninguna sociedad puede tener futuro si sus miembros más jóvenes son más frágiles que los más veteranos. Y para ello lo primero es analizar las posibles causas. A ver si no va a ser verdad que milenials y zetas son las generaciones mejor preparadas de la Historia. A ver si va a ser verdad que la capacidad, el esfuerzo y la responsabilidad pueden y deben ser trabajados y aplicados desde el inicio del proceso educativo para formar personas instruidas y resistentes, lo que no se hace desde bastantes años atrás, esa es la verdad, como dice Fernández-Villaverde.

Y, desde el punto de vista psicosocial, la mejor terapia es averiguar lo que conviene a la inmensa mayoría de la que se forma parte y ponerse en marcha para conseguirlo. Sólo o, mejor, en compañía de otros. Existen, por supuesto, salidas individuales; pero no hay para todos. Entonces, sólo quedan las colectivas. Menos likes y selfies y más mirar a los ojos y preguntar “¿Qué necesitas, amigo? ¿Te puedo ayudar?”
Hoy, ahora, los tiempos tienen que cambiar. Nuevamente. Por la salud de la inmensa mayoría, física y mental. Y eso lo tienen que hacer los jóvenes.
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Un lúcido artículo que suscita muy interesantes reflexiones.
Bob Dylan. As elegido el mejor con sus canciones de protesta llegó a movilizar. Una de las canciones si no recuerdo mal. Dura lluvia va a caer.el mundo debe escuchar la historia no debe olvidarse. Te felicito el artículo nos hará pensar a todos.
Como estamos hablando, entre otras cosas, de educación de las distintas generaciones, voy a copipegar (porque es de pago) una noticia de El Mundo de ayer firmada por la periodista Olga R. Sanmartín que manifiesta con absoluta claridad la situación educativa de España en las últimas décadas. Imprescindible leer inmediatamente la continuación de mi mensaje en mi propia respuesta.
Los españoles, cada vez más retrasados en Matemáticas y Lengua respecto a la OCDE: la distancia se ha triplicado desde la generación de la EGB
No hace falta pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor e idealizar la educación que recibimos durante nuestra infancia, pensando que supera a la que vino después. La realidad es que el nivel educativo ha aumentado…
Este artículo me ha hecho reflexionar mucho y probablemente cambie algunos puntos de vista que tenía. Lo que está claro es, precisamente, que no todo está tan claro como parece y que hay que sospechar de lo dado por supuesto.
El ejemplo de las chicas bajando su nivel académico, lo que tenia seguro consecuencias para su futuro, para ayudar a los chicos a salvarse es absolutamente enternecedor y triste si lo comparamos con las dinámicas hombre-mujer actuales. Es un ejemplo maravilloso de hacer equipo con el que tienes al lado, es saber bien a quien debes apoyar y proteger. ¡Cómo cambiaría la forma de vivir en sociedad si nos acercáramos más a esa manera de entendernos entre hombres y mujeres! Ahora todo es crispación, enfrentamiento, desconfianza. Nos hemos vuelto enemigos entre nosotros así que el futuro se ha convertido en un lugar ominoso, diligentemente construido por los que quieren perpetuarse en el poder. Brillante y lúcido artículo. Necesitamos más com…